Mario Jaime

El racismo es uno de los prejuicios más arraigados en el idealismo humano moderno -un fantasma más en la mente de los estúpidos -como pensó Stirner- hermano del nacionalismo, la patria, Dios, el Estado y otros tantos noúmenos irreales que justifican el odio entre los hombres. Tal fantasma plagó el deporte más hermoso durante décadas.

Los negros jugaban beisbol en equipos segregados desde 1859 en los Estados Unidos donde no había esclavitud.

Aunque Abraham Lincoln emitió la Proclamación de Emancipación el 1 de enero de 1863 en donde se declaraba “que todas las personas detenidas como esclavos” dentro de los estados rebeldes “son, y en adelante serán libres”; no significa que no fue racista.

Esta solo aplicaba a los estados que se habían separado de los Estados Unidos, pero dejaba la esclavitud intacta en los estados fronterizos leales. También exentó a las partes de la Confederación que ya habían estado bajo el control del Norte. El problema es que la emancipación dependía de que la Unión ganara la guerra.

La abolición y el fin del racismo no iban de la mano. Lincoln dejó muy clara esta posición cuando se entrevistó con cinco negros libres en la Casa Blanca para anunciar su plan. “Vosotros y nosotros somos razas diferentes. Tenemos entre nosotros la mayor diferencia que existe entre prácticamente cualquier raza. No necesito discutir si es correcto o incorrecto, pero esta diferencia física es una gran desventaja para ambos. Creo que vuestra raza sufre mucho, en parte por vivir entre nosotros, mientras que la nuestra sufre con vuestra presencia”- les dijo.

El presidente deseaba que los negros no cohabitaran con los blancos en el mismo territorio:

“Incluso cuando ya no seáis esclavos, todavía estaréis lejos de ser puestos en igualdad con la raza blanca. En este gran continente, ni un solo hombre de vuestra raza es considerado igual a un solo hombre de los nuestros. Id al lugar donde mejor se os trate”.

El plan de Lincoln era enviar a los negros a Liberia, territorio africano donde pudieran regresar a sus raíces, pero el plan se tornó imposible y el presidente se enfrentó a una disyuntiva.

Ya terminada la guerra, en 1865, entró en vigor la ley y la esclavitud desapareció en la Unión con la aprobación de la 13 enmienda a la Constitución.

Legalmente los negros eran libres -en la práctica- el racismo les relegó a ciudadanos de quinta categoría. Más de 4 400 afroestadounidenses fueron linchados en entre 1877 y 1950, según documentó la Iniciativa para una Justicia Igualitaria.

La noción de que los negros eran inferiores a los europeos fue una justificación adecuada para el negocio de la esclavitud desde el siglo XVI y fue racionalizándose hasta ser admitida y explicada por las ciencias y la filosofía desde el siglo XVIII.

Por ejemplo, David Hume en sus ensayos sobre los caracteres nacionales escribió: “Me inclino por sospechar que los negros son por naturaleza inferiores a los blancos”. En 1775 Kant escribió “Acerca de las diferentes razas del hombre” donde arguyó que los negros eran inferiores a los indios amarillos y que no podían gobernarse a ellos mismos

El racismo moderno fue producto de la biología que categorizaba la raza sistemáticamente, a veces confundiéndola con la noción de especie. Cuvier describió a los etíopes como inferiores supervivientes de catástrofes ambientales aunque su discípulo Tiedemann arguyó que la raza negra no posee un cerebro inferior debido a medidas de cráneos y que el pensamiento racista estaba basado en prejuicios de viajeros.

Linneo clasificó una subespecie de homo, el aferens o africano, que no se gobernaba por medio de la razón sino de la voluntad instintiva. El desarrollo de las teorías evolutivas y el darwinismo dieron un espaldarazo a la división de razas humanas. Pensadores como Gobineau abogaban por la segregación pues el mestizaje conduciría a una involución – colapso civilizatorio. En 1864 Karl Vogt fue más lejos al considerar a los blancos como una especie diferente de los negros que estaban más cerca evolutivamente de los monos. El cientificismo llegó hasta la falsificación; Samuel George Morton presentó información de que los caucásicos poseen un cráneo de 82 pulgadas cúbicas mientras que los negros de tan solo 78 pulgadas por lo cual su cerebro sería más pequeño.

Incluso se llegó a clasificar el intento de evasión como una enfermedad mental. Samuel A. Cartwright consideró que los esclavos que deseaban libertad estaban locos, víctimas de drapetomanía (drapetos -fugitivo; manía -locura) pero que se podía curar.

Todo este ambiente intelectual reflejaba el asco que diversos sectores públicos sentían por otros humanos y esto cerró las puertas del deporte a grandes talentos.

En 1867, la Asociación Nacional de jugadores impidió la inclusión de jugadores negros en los clubes organizados. Sin embargo, durante esa década más de 30 jugadores negros pudieron unirse a equipos de ligas menores.

William Edward White, hijo de esclavo y de niño él también esclavo, pudo jugar un solo juego reemplazando al primera base lesionado en 1879 con los Providence Grays. Parece que fue tolerado por su carácter mestizo ya que fue hijo del dueño de una plantación y una esclava negra.

El célebre Cap Anson se rehusó a jugar en un juego de exhibición contra los Toledo Blue Stockings en 1883 porque su cátcher Moses Fleetwood Walker (primer negro en las Grandes Ligas) era negro. Un año después Moses fue sentado en la banca con la justificación de que estaba lesionado ante los reclamos de Cap.

En 1887 ante los Newark Little Giants, Cap Anson volvió a quejarse de que el pitcher George Stovey era negro y el manager tuvo que sacar al lanzador.

Ante la situación, los dueños de la Liga Internacional se reunieron en Buffalo y votaron 6-4 para excluir a los jugadores afroamericanos de cualquier contrato. Esto se conoció como “el pacto de caballeros”.

Los negros, que ya jugaban en equipos segregados desde 1859, tuvieron que formar sus propias ligas.

En 1886 los Cuban Giants formaron el primer equipo profesional negro. La National Colored Base Ball League fue la primera en 1887.

Quizá el mejor jugador de estas ligas fue el cátcher Josh Gibson que también jugó en República Dominicana, Cuba y México. Bateó un promedio de .359 % de por vida y en 17 años de carrera conectó cerca de 800 homeruns.

Otras leyendas fueron Satchel Paige, el mejor lanzador del mundo, que ya rota la barrera racial jugó en 1948 con el Cleveland Indians a los 42 años de edad. Oscar Charleston, una leyenda comparable con Ty Cobb, el veloz Cool Papa Bell o el shortstop John Henry “Pop” Lloyd quien fue reconocido por Babe Ruth como el mejor beisbolista de todos los tiempos.

Las ligas negras continuaron jugando entre sombras y tormentas, como por ejemplo 1920 cuando el presidente de la liga Forster tuvo que cancelar todos los juegos de los Chicago Giants pues la Guardia Nacional impedía el paso al parque South Side Park debido a los sangrientos conflictos raciales que asolaron la ciudad desde 1919.

“3.000 (personas) quemarán a un negro”, anunciaba un titular del New Orleans State fechado en junio de 1919.

Otro del mismo año del Daily News de Jackson (Mississippi): “John Hartfield será linchado por una muchedumbre de Ellisville a las 5 de la tarde de hoy”.

En muchas ocasiones, equipos de estrellas de ligas negras derrotaron equipos de estrellas de Grandes Ligas y era frecuente que equipos de ambas ligas jugaran entre sí como exhibición. La fraternidad del deporte no era compartida socialmente: Jesse Thornton fue linchado en Luverne (Alabama), en 1940, por referirse a un policía por su nombre sin emplear antes el título de “señor”.

Con la muerte del comisionado Kenesaw Landis, ferviente racista, en 1944 Happy Chandler el nuevo comisionado decidió abrir la integración racial. Según él era injusto no dejar jugar beisbol a los negros cuando se estaban matando por la patria en la Segunda Guerra Mundial.

En 1947 por fin un negro fue admitido para jugar en Ligas Mayores desde 1880, el segunda base Jackie Robinson con los Brooklyn Dodgers.  En 10 años de carrera, Robinson jugó 6 Series Mundiales y 6 juegos de estrellas. Es legendario su robo de home en el primer juego de la Serie Mundial de 1955 en contra de los Yankees (National Baseball Hall of Fame and Museum).

Las ligas negras se extinguieron en 1958 ante la integración de los jugadores al profesionalismo.

Algunos conocedores especulan que sí los jugadores negros hubieran sido aceptados desde el inicio de las ligas mayores, los mejores jugadores de la historia hubieran salido de su grupo. En la cima de su talento Josh Gibson era mejor que Babe Ruth y Satchel Paige que Cy Young; a la larga los mejores toleteros han sido negros, los dos hombres que más han conectado cuadrangulares en la historia de la liga: Hank Aaron y Barry Bonds.