Mario Jaime

Voz del inconsciente – Un manto de odio cubre al mundo, lo baña, penetra en los poros donde hay respiro y pulsiones.

Es un tipo de fuego, humana sombra desde las cavernas, compañero espinoso cuyos ojos refulgen entre las selvas de su mente y los espectros que lo espían.

Hermano bastardo del amor, mellizo al fin, nacido en el hipotálamo medio, bisnieto de hormonas de anélidos que se devoraron en el Cámbrico.

Búho – Joseph Czuba, de 71 años, está acusado de la apuñalada fatal del niño de seis años, Wadea Al-Fayoume, y de herir a su madre, Hanaan Shahin, el 14 de octubre. Las víctimas fueron atacadas debido a su fe musulmana. Las puñaladas formaron parte de la creciente hostilidad contra las comunidades musulmanas y judías de Estados Unidos, que se intensifica en medio de la crisis en Israel y Gaza, después de que Hamas masacrara a unas 1,400 personas en el sur de Israel el 7 de octubre, tomando también más de 200 rehenes de allí a Gaza, lo que provocó una masiva represalia militar por parte de Israel.

Voz del inconsciente – Sube desde el vientre donde se agita como avispas furiosas, llega al corazón en forma de aleteo ácido, de PH dos, vitriolo que corroe y al mismo tiempo enciende (combustible que arde subiendo el ardor en las córneas).

¿En su agonía, se imaginará la víctima que la puñalada que su hermano le ha dado proviene de una cadena de causa efecto evolutiva que brotó desde un gusano?

Búho – Barón Biza poeta del derecho de matar…Barón Biza poeta del amor total, de la pasión fogosa…Barón Biza que NO escribió para las muchedumbres endebles, ni escribió para los maestros en técnica, ni para los que visten la toga de la estupidez a modo de ciencia, ni para los policíacos, ni los invertidos.

Barón Biza, que logró el acontecimiento. Rezo a Barón Biza cuando arrojó ácido sulfúrico contenido en un vaso, al rostro de su esposa y al día siguiente, el 17 de agosto de 1964, en el dormitorio de ese mismo departamento, se suicidó con un disparo en la sien.

Voz del inconsciente – Toda razón es falsa cuando llega. Todo idealismo ridículo, Aristóteles y Lineo fueron grandes botánicos, pero quizá no sabían nada sobre ellos mismos.

En esta época donde los psicólogos brotan como hongos de las cloacas y cualquier hijo de vecino pontifica, denuncia y moraliza, el odio sigue siendo la bestia iconoclasta. Entre el deseo y la sed (otros gemelos deformes) yace la inexistente alma de los simios.

Quizá sea uno de los pilares de la civilización, oculto tras un cortinaje de sueños, la pesadilla se encarna en tejidos palpitantes.

Búho – San Cipriano, santo varón del siglo III, San Cipriano decía respecto a los no católicos:

«bestias con forma humana», «dragones venenosos».

Machos persiguiendo a muchas cabras, o garañones que relinchan al olfatear
la yegua, o como cerdos gruñidores y verriondos Y respecto a sus doctrinas y creencias: «balidos», «aullidos bestiales» y «ladridos».

El Papa Zacarías, vicario, líder en el siglo VIII sostuvo que era lo mismo que un cristiano mantuviera relaciones sexuales con una vaca, un perro o una mujer judía.

Voz del inconsciente – Ansia por destrozar, desgarrar, la primitiva libido de la materia bruta por incorporar otra que engendró el delirio de la apoteosis.

El odio se enseña, se mama, pasa de generación en generación en esquejes. Árbol maldito, lanza sus nuevas ramas hacia un cielo de sangre.

Búho – Azahara golpea la cabeza de Norma Lizbeth con una piedra, sus amigos la adulan, festejan a carcajadas en Teotihuacan, sin saber que repiten el rito de sacrificio que se ha llevado a cabo en esa infame tierra desde hace milenios. En vez de tejidos de amate ahora se usan las pantallas del teléfono móvil. Los humanos no cambian, las mujeres no cambian, solo cambia la tecnología. Norma Lizbeth muere tres días después en el hospital. Se lleva las carcajadas de sus compañeras como epitafio.

Voz del inconsciente – Antes de la vergüenza, o quizá clamando a través de ella, se diluye en el sinsentido del lenguaje. Hace vivir al tiempo que mata, hace temblar, conforma capas densas, pastosas, denigradas, cómputo de placas tectónicas de la piamadre hacia lo nefasto.

El odio acabará cuando el hombre acabe, no se recordará más que por un viento seco, punitivo, que como divinidad más sicalíptica que apocalíptica recorra los últimos vestigios de la lujuria.

Búho – Valerie Bemeliki, como reina de lagartos, desde su celda en Países Bajos recuerda la matanza de tutsis y evoca:

A los tutsis les llamábamos escarabajos o serpientes, y eran nuestros enemigos. No decíamos id a matar, sino a trabajar. Ir al trabajo era el sinónimo que usábamos a menudo para animar a la gente a asesinar

Voz del inconsciente – Ya basta de ejemplos.No acabarías ni en el infinito de infinitos, tana es la catarata.

¿Quieres verlo cara a cara? Colócate frente al espejo. Ahí está, como un tigre tras la roca, que espera el salto, y te estudia con sus pupilas de guanina. No es el espejo, el odio se refleja en él tras tu hipócrita máscara de bonhomía.