Por Alfredo Zuloaga González

Cuando indagamos en política, es necesario tener al menos un básico conocimiento de las cuestiones que se involucran en la administración de un Estado. Es como tener aquella mínima parte teórica de algún estudio-aprendizaje para lograr llevar a cabo su práctica, y para aquellos que desean incursionar entre los pasillos políticos, como en todo rubro, deben de llevar paulatinamente de lo teórico a lo práctico. Hay quienes solamente llevaron lo teórico y se postran sin lo práctico, y otros que a puro práctico. Sin embargo, cuando se interfieren los asuntos sociales, no se debe dejar el timón a quienes no pasaron siquiera por alguno de los dos adjetivos en cuestión, ex abrupto.  

Como seres humanos, somos los partícipes dentro de las conciencias sociales, es sabido. Así como también que cada uno como ente es quien hace del pensamiento e idea su camino. Esto se va desarrollando a través de la amplia reflexión y el análisis a la introspección que surge y que se adapta al ser, comparando situaciones y hechos. A intención directa, arraigar su criterio propio. Decía el poeta Jaime Sabines que gracias a eso se alcanza la empatía.

Durante el paso de los tiempos, hemos visto avances en todos los aspectos. Ya sean intangibles como la evolución de las conciencias e incluso aquellas que no, como la tecnología, las cuestiones humanas, la medicina o el conocimiento del ser en sí.  Se menciona y se sabe que  las generaciones sucesoras son aquellas que se van desarrollando a la par con los avances y lo nuevo que va surgiendo. Es por eso que así como en la rama médica hay avances en salud, los asuntos jurídicos en leyes, las ciencias sociales, en la informática y la comunicación. Pero en política,  su avance  es el bien común, y sin ella o mal empleada, no hay cabida para las anteriores.

Por otro lado pero sobre la misma línea, a voz del pueblo, y no me dejarán mentir, que hemos escuchado que cada que hay participación democrática se expresa que siempre es más de lo mismo, o que ya nada se espera de los aspirantes a un servicio público, una especie de aceptación a un hecho de conformidad, «como si algunos se hubieran rendido antes de iniciar la guerra». Pero así como en la variedad de los colores y tamaños en el frutero no hay que tomar ni la más verde, ni la más pasada, sino la que está en su punto y ningún fruto de cada rama sabe igual a todas las del mismo árbol.

Es la juventud entusiasta la que tiene ganas de hacer el bien. La que tiene la convicción de cambiar la pichada. Yo le apostaría a la juventud, por aquellos que tienen el ímpetu de ser los héroes de la historia, por dejar la vara alta, de marcar una transición en la  administración social y ser parteaguas. También por otro lado la ciudadanía tiene que involucrarse más, no salir cada tiempo marcado a aplicar solamente la democracia, sino estar al margen, ser supervisores de la condición pública. Los pueblos tienen que voltear a ver a la juventud, a sus proyectos en salud, en economía, en los derechos básicos, en educación y progreso.

«Jóvenes, haced política, porque si no la hacéis se hará igual y posiblemente en vuestra contra»

–José Ortega y Gasset.