Por Octavio Escalante

¿Qué cosas son? ¿Qué cosas son estas aldeas que escarbaron en mí? ¿Qué cosas son estos aldeanos que siembran vegetales, que hierven puercos, que esperan decenas de horas para comerse un ternero, mientras lavan, tienen coitos oliendo a leña, se mienten y buscan venenos de hongos contra pequeños enemigos, contra todo?

Pero ¿Qué cosas son? ¿Qué cosas son si no son mis entrañas? ¿Qué cosas son? Les he preguntado, pero responden con un chubasco repleto de dolores, con manos generosas, cargando sestas de dudas que acaban de arrancar de la tierra que tanto cuidan en mi vientre, y de la que parecen no querer emigrar.

¿Qué cosas son estos viejos sentimientos, estas mujeres como espigas de trigo que se encajan en mí, esos niños felices en su hábitat de mi estómago, que juegan con caras de demonio a sacrificar animales?

¿Qué serán? Me lo pregunto tranquilamente mientras siento que crecen por toda mi comarca y exploran y se asientan en sitios de mí donde la tierra todavía olía a tierra nueva sin terrores.