Para quienes estén interesados en descubrir técnicas de giros narrativos y diálogos que golpean con una o dos frases, el Departamento Personal de Cinematografía (DPC) recomienda la película Ariel, del director finlandés Aki Kaurismaki, que se parece sospechosamente a Narciso Agúndez –el papá– pero que forja historias que a algunos de nosotros nos deleitan y reconfortan mediando una pizza.

Y a lo que vamos aki, es que esta película es totalmente posmoderna: es decir que conoce a sus antepasados y sabe manipular las estrategias narrativas que ellos usaron, confiando en que el espectador las conoce también, e importándole poco si no las conoce.

Un hombre al que le acaban de heredar un auto convertible bien bonito antes de que el dueño se pegara un tiro, pierde el trabajo y por una situación de robos termina en la cárcel ¿no es eso suficiente para decir que hay giros narrativos?

De alguna manera se conocieron él y una chica que comprueba el estacionamiento por parte del estado, y luego visita como novia al protagonista mientras está encerrado.

Pero me da una impresión fuerte –es cierto– lo que me ha dicho mi hermano, por ejemplo– sobre el frío que se siente en la ciudad y la pobreza del trabajador, cosa que me da totalmente igual a mí, pero que resulta un aumento del poder en la pantalla, me fascina el conocimiento del director. No es ningún ingenuo. Es un friki del cine. Como debe ser.

Estoy contento. El dolor y el amor es del personaje que tengo frente a mí, y eso, por una tanda específica de minutos, me hace quedarme ahí, acostado en mi cuarto o sentado diciendo que esa película me pertenece.

¿Saben qué? En esas semanas yo estaba leyendo a Dostoievski –la película es de las 5 mejores que vi en el último año– bueno, estaba leyendo a Dostoievski y lo vi por ahí en muchos sitios, pero mucho aquí. Curiosamente el director tiene una versión muy propia de Crimen y Castigo, que en realidad no recomendaré nunca. Pero recomiendo La Boheme, de él mismo.

Ariel, sí, la recomiendo. Es una muestra de grave amistad, de amor verdadero. De la manera en que se puede hacer economía del lenguaje en una obra artística, sin perder por eso el asombro que muchos poetas intentan lograr con frases cargadas de no sé cuánta cosa, como un envoltorio de hamburguesa que no alimenta.

Pistolas, paquetes de billetes, navajazos inesperados o golpes con una botella y sacrificios de algún amigo, además del lenguaje casi épico de lo que es ser una persona encerrada, son algunos de los elementos que se echan sobre la olla de una historia que va cambiando poco a poco y que –he de permitirme cierta prudencia– no seguiré describiendo, pues quiero que la vean.

¿Estoy derrotado ante la vida? Este tipo de arte me revive. Que se salga de la sala quien quiera verla en español, siendo que la escucha de una lengua extranjera, como la finlandesa, le da un toque más a la historia para nosotros que no la hablamos y es fiel con las actuaciones de actores que probablemente ahora estén buscando trabajo.

Los invito, pues, a ver Ariel de Aki Kaurismaki.