Por Octavio Escalante

El gobierno de Baja California Sur y la plataforma Airbnb anunciaron una alianza durante la Cumbre de las Américas, celebrada en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos, con el objetivo de promover al estado como destino más importante para «nómadas digitales» en toda América Latina.

Maribel Collin Sánchez, titular de la Secretaría de Turismo y Economía (SETUE) argumentó que esta tendencia de «nómada digital» surge por la pandemia de Covid-19 y que ha dado oportunidad de establecerse por tiempo prolongado a muchos viajeros, y al mismo tiempo continuar con su empleo de manera remota; a lo que también se ha llamado «teletrabajo».

Collin Sánchez dijo estar satisfechos como SETUE y desde el Gobierno del Estado pues esta modalidad de hogar temporal para los nómadas digitales «les permite vivir como locales cuando llegan a un destino, lo que contribuye directamente a conectar con las comunidades y estimular la economía local», en este caso promovería el turismo en todo el estado, con sus pueblos mágicos.

«Pero ¿qué son los nómadas digitales?»

Una forma breve de decirlos es que son todas aquellas personas que pueden trabajar desde casa utilizando cualquier tipo de plataforma de internet; laborando para una plataforma, o utilizando una para generar ingresos. Desde redactor de tesis universitarias –algo discutible, pero no ilegal–hasta youtuber. De hecho, hay un par de youtubers muy famosos que emigraron hace apenas un año a Andorra porque el gobierno español casi les partía por la mitad los ingresos anuales con el cobro de impuestos.

Hay todo tipo de «clases» de nómadas digitales y hay que tenerlo muy en cuenta. Sobre todo si pretendes llegar como nómada digital a sitios como Dinamarca o Vancouver, mientras cobres en pesos argentinos o bolívares. En cuanto al programa que se tiene proyectado en Baja California Sur, se intuye que gran parte del turismo o del nomadismo digital manejará divisa extranjera, verdes billetes o color salmón. Esto es mera suposición.

Hay que tener cuidado con idealizar ese nomadismo, cuando la idea que se tiene de él es por fotos preciosas subidas a Instagram, de perfil frente a la Mac, o desde arriba retratando un escritorio en la que el nómada digital acomodó sus lentes de pasta, su libretita Muji, sus plumas, su taza de café, el reloj de pulsera Casio digital, uno que otro libro, el propio celular y otra cámara, estilo X-T20, hermoso ejemplar.

Pero tómese en cuenta que saldrán empleos digitales como la transcripción de largas entrevistas, de dos horas; la mencionada redacción de trabajos universitarios ajenos; y de contenido en el que se te establecen una decena de palabras que debes incluir en el texto, así te importe muy poco un tema u otro, y a sabiendas de que luego de dos horas de escritura, te lo rechacen. Ummm.

Por eso creo que el youtuber es el máximo nómada digital, o el más capacitado para ello. Y el más remunerado tipo de youtuber –a mi parecer– es el que más pendejadas sube. También queda Only Fans o Pornhub. Con eso viajas por todo el mundo.

«La turistización y gentrificación por aplicaciones como Aribnb»

¿Qué es lo que puede pasar? Por ejemplo que la gente ya no quiera rentar sus casas a un paceño, un mulegino, un loretano o alguien que venga de cualquier otra parte del país porque halló trabajo en alguna ciudad de Sudcalifornia, y haya que buscar un domicilio alejado del centro o del lugar de trabajo, o pagar lo que pagaría un «nómada digital». Y no es lo único. En la medida que «pasen largas temporadas» los nómadas, es decir los turistas que trabajan desde su computadora, y hagan comunidad flotante, pero permanente aunque no sean los mismos individuos, las tiendas te van a vender un birote, una cartera de huevo, el pescado, la carne, un poquito más caro –a ti que tienes viviendo en San Ignacio o La Paz desde que naciste. Es cuando de comienza a hacerse popular en una ciudad la expresión «es que es una zona cara».

Pero va activarse la economía en ciudades y pueblos mágicos. Sí, pero no todos los pobladores tienen un bar de cerveza artesanal, ni una taquería, ni dan tours en kayak y tampoco tienen pisos y cuartos para rentar en Airbnb. Que este es otro tema. Una persona puede tener perfectamente una casa y la renta en Airbnb, pero ¿qué ley regularía que alguien no pueda comprar 50 casas o 20 en el centro para rentarlas sólo a los supuestos nómadas digitales que en realidad le tienen totalmente sin cuidado al propietario, a lo qué se dediquen? Se lo renta a quien venga, preferiblemente si está dispuesto a pagar un precio que a los locales no les parece acorde con sus ingresos.

El mito del nómada digital es un pretexto cool, nada más, para convertir a una ciudad o un territorio, en un espacio que termina menospreciando la vida de la mayoría, por un modelo que ve esa vida como una experiencia digna de observarse, pero en la que no se quedarían a vivir más de 6 meses o un año. A menos que tengan un sueldo de fuera. Lo cual no es vivir ni de lejos esa realidad –es decir, escribo artículos sobre la fabela, o sobre las mujeres torturadas de Baja California Sur, sobre los cuerpos hallados en el monte de Baja California Sur, pero sigo viviendo con abundante aguacate todas las mañanas, y mezcal del mejor, burritos, empanadas, buceo del más fino azul que pueda hallarse en el mar, y le doy el click ahora mismo al corre electrónico y tener todo el fin de semana libre para emborracharme.

Sigamos: tómese en cuenta la escasez de ultramarinos, abarrotes, tienditas de lámina que había antes, cada una de 3 metros por 2.50, pulparindos, rancheritos, cacahuates japoneses con Valentina, refrescos y chingadera y media, que eran el sustento de muchas familias –y muchas– con el piso de la casa sin concreto, sino aplanada la tierra, el techo de asbesto con barras de madera y un patio, eso sí, con el bellísimo ardor de un asador improvisado en 6 blockes, donde se pone la olla de aluminio de 20 litros para la birria que –probablemente– se venda el fin de semana al séquito de crudos en el barrio.

En aquellos días todavía se usaba el cerco de madera. No quiero irme tan lejos, pero atiéndase que una cosa como el Oxxo se tragó esa tradición de hablarle a la tendera como si fuese una persona real, que te puede fiar, te puede hablar como el niño que conoció desde que nació y no como un cliente más que entra al Oxxo sin identidad alguna porque todo es igual, y sólo hay que ir despachando a la fila.

¿Qué es turistización? Es la condición en la que se ha convertido un sitio que tenía su propia personalidad, en algo dispuesto principalmente al extranjero, al turista, que viene a disfrutarlo. No parece gran cosa esto, ni gran peligro, pero es que cuando el propio gobierno, como en el caso de este acuerdo Gobierno BCS-Airbnb planea un proyecto, las modificaciones son a mediano largo plazo y están financiadas con el dinero de los contribuyentes, con el sueldo de los trabajadores que, es verdad, no son nómadas digitales.

En una turistización del territorio, el objetivo es satisfacer al visitante, pero a sabiendas de que el visitante ganas diez veces más que tú. Y eso hace que incrementen los precios locales, dejando al margen o más bien perjudicando a quienes le dan movimiento al lugar. Es decir los que viven ahí de verdad.

Esta afluencia va provocar la necesidad de presuntos emblemas estereotipados en los que quepa bien el complejo turístico, el viaje todo pagado del cual hablan los europeos sin ningún atisbo de culpabilidad, al reconocer que durante quince días no salieron de un hotel porque estaban mejor bebiendo gin tonic en la piscina. Y acaso nadaron en los cenotes o algo así. Una vez. A esta gente le importa tres cuartos de whisky el país. En el fondo ni siquiera saben viajar. Imagínate construir un modelo de ciudad turística para gente que no sabe viajar. ¿En qué lugar viviremos si esto se completa?

Hablando de lugar en específico, voy a expresarme desde mi fuero interno y quiero que se entienda esto como opinión completamente personal: La Paz es bellísima. Pero se está secando. No traten de camuflar esta carencia fundamental no sólo para el choyero, sino para cualquier tipo de vida en el planeta. No se puede vivir sin agua. No se puede nada sin agua. Si tú quieres parchar esa carencia, con una frase ridícula y demasiado pretensiosa como la de convertir a Baja California Sur en el principal destino turístico de América Latina, pues recuerda que se surte con pipas una decena de colonias, y que no cesan los restos hallados de gente que –en otras administraciones– fue desaparecida.

¿Le vas a decir esto al fotógrafo neoyorkino que quiere vivir por las mañanas enfrente del Malecón, y por las tardes ir a fotografiar a los rapros de la Guerrero, o la Loma Linda, u Olas Altas, o a hablar con los grupos de rescate y búsqueda, que a lo que viene es a observar un objeto con el que tendremos que vivir toda la vida, y no sólo el mes y medio en que tardará en diseñar editorialmente la revista para la que trabaja?

Piénsatelo. Porque mientras sucede, va subir como oro el aguacate, y una tortilla de harina. Ya no pido más.

La Paz, que es la ciudad que de verdad conozco en Baja California Sur, tiene todo para seguir siendo más hermosa cada vez, pero una hermosura que salga de la gente, no del sol ni del mar, sino de las personas haciendo teatro en los callejones, haciendo murales, cantando, viviendo. Quisiera confiar en ti, pero no me vengas a imponer, con una premisa de nómadas, que vamos a ser los más requeridos de América Latina, porque una empresa como Airbnb se ha fijado en nosotros.