Por Octavio Escalante

La página en blanco. Veamos qué podemos hacer contra ella:

Se me antoja revivir las veces que iba con mi padre a que lavaran su Gran Marquís por allá por la Isabel La Católica y cómo me quedaba dentro viendo los cepillos y el jabón que enjuagaban el carro. Era un evento para mí antes de conocer los conciertos.

Hoy hay gente que cree que se ha perdido todo aquello, o incluso gente que cree que nunca existió. Por mi parte, abrazo las memorias de los pocos que quedamos con esas cositas dentro. Quiero recordar un concurso nacional de skateboarding hecho por el Rafita, en el que acudieron personas que patinaban como si estuviesen cogiendo. Se pasaban de perka sinceramente.

Pero desde El Pedregal uno vino y se lanzó desde el techo de los baños con un ollie como lo hacen los del Pedregal, dándolo todo y acostumbrados a las alturas.

Mis padres, por su parte, estaban divorciándose y tenían conversaciones «shekspierianas» todos los días, y fue así como aprendí tan temprano la belleza de la escritura en las tragedias del siglo XVI. Luego conocería la circularidad de otras tragedias pero en ese momento aquello determinó mi manera de ver las cosas, hasta que les agradecí –internamente, no con la palabra– el que se hayan separado.

Pero esto no va de eso, no va de nada. Va del corazón en donde guardo a mi ciudad.

Porque la guardo aquí con mucha gente dentro.

Y si me preguntaran por qué no la he defendido lo suficiente, les diría que es complicado defenderla ante el tsunami, pero que se hace lo suyo. Sobre todo la amo con cierta ironía pues me ha encajado navajas como es normal para quien ha vivido en ella, y me ha regalado a tantos amigos.

Y bien, yo estaba con mis 12 años viendo a este skater del pedregal lanzarse desde el techo de los baños en aquel concurso nacional de skateboarding, y él estaba emocionado por algo que no era importante en realidad, pero que quería hacerlo con toda su fuerza, quería lanzarse desde ahí frente a todos, y ahora ha quedado conmigo aquella noche en que lo vi volar como si estuviese matándose con el ánimo de demostrarse a sí mismo que hay cosas que pueden hacerse, pero que hace falta animarse, y nada más. Otras no pueden lograrse [casi] de ninguna manera.