Mario Jaime

Art D’Garrid es el nombre artístico de Arturo Camacho Garrido, músico y filósofo que experimenta y sueña en un páramo a veces de inopia intelectual, una península ignorada hasta por los mismos mexicanos.

En Baja California Sur hay grandes pensadores históricos y contemporáneos. Entre los que vagan aún por La Paz destaco a tres por su sinceridad y vivencia: Primero, el maestro Salmerón (atacado recientemente por mentes mediocres), apasionado siempre en contra de la injusticia que va mentando madres a los cleptócratas y asesinos en el poder mediante una sagacidad directa.

Segundo, Giovanni Manríquez que, entre adicciones, anarquismo desesperado y una lucidez que hiere se ha convertido en una voz original e impresionante a través de sus reflexiones poéticas y tercero, el mismo Arturo Camacho, psicólogo y compositor (por lo tanto, poeta y filósofo) que piensa desde su poiesis.

Son pensadores que escriben y ponderan desde sus vivencias y no burócratas impostores que barruntan generalidades tras un escritorio.

Pues Arturo ha escrito un agradable y profundo libro de filosofía de la música: Penumbra de la Música. Nueve reflexiones estéticas sobre la música. Barco Varado Ediciones.

Penumbra, crepúsculo, opacidad, oscuridad. ¿Por qué penumbra? Lado oscuro lunar, Dark side of the moon como pensó Pink Floyd. El filósofo plantea el lado oscuro de la música en contraposición con la hegemonía de gustos musicales de consumo. Como una moneda de dos caras, la música tiene una cara común, comercial, lúdica y visible y del otro lado, una parte oculta y profunda, mágica, esotérica. ¿Será uno de los pitagóricos?

Arturo traza una línea continua en la tradición occidental musical, no a partir de Pitágoras como es común, sino del mismo Homero, el aedo por excelencia, el poeta ciego. “Homero desarrolló una forma de hacer y pensar la música”. El canto ético, épico religioso que aún permea en la música que colorea el cine, desde James Bond hasta Aquaman. Arturo es un lector muy atento de la Ilíada y la Odisea, atento a su origen musical, hijo de la musa, seguro Euterpe; atento a una estética que ensalza los héroes aristocráticos y que ensalza la guerra, en su valor sangriento y en la intensidad de la pasión por la gloria. Pero también atento al descanso del guerrero, al descanso del héroe que retorna a su hogar, escuchando la música para contemplar su pasado y contemplar el cosmos. Recordemos que los héroes griegos fueron músicos, Aquiles mismo fue educado por el centauro Quirón que le enseñó medicina, equitación, caza y …música. Arturo evoca un hermoso pasaje de la Odisea en donde el propio Odiseo llora nostálgico ante los acordes del aedo que evoca la saga troyana.

Reflexiones desde el canon musical hasta una defensa de lo que se nombra eurocentrismo de manera despectiva, la misma experiencia de Arturo con adictos lo lleva a pensar en la música como terapia, en una época donde la salvación ya no proviene de entidades metafísicas o espirituales sino de la medicina académica. Así, el autor piensa que las generaciones actuales son decadentes y degradadas que ignoran el centro mismo de su existencia.

En su libro se yerguen dos figuras, la primera un paradigma del Impresionismo musical como un puente entre la antigüedad y la modernidad: Claude Debussy, maestro del timbre y el color. La segunda, otro músico filósofo discípulo de Wagner que después lo desprecio con pasión, Friedrich Nietzsche. El genial anticristo que, ante la égida wagneriana, se inventó un origen de la tragedia griega nuevamente mítico con una dialéctica de fuego entre lo apolíneo y lo dionisiaco.

La música es la matemática en el tiempo, armonía de las esferas como dogma y axioma, demostración del nous de Anaxágoras, del cosmos diseñado por inteligencias divinas, arte místico y psicológico por excelencia.

Desde Pitágoras, fundador mítico de la música como religión, ha sido motivo para excelentes ensayos filosóficos como los de Schopenhauer, Theodor Adorno, Marius Schneider o Luigi Amara.

Arturo Camacho toma una batuta y se une a la pléyade de los filósofos de un arte que no necesita defensores ni atacantes, de un arte que para Arturo es un arjé, un Tao, un útero divino. Tesis metafísica y sin duda, mística.