por Octavio Escalante

«Queremos invitarlo –expresó Víctor Castro Cosío al embajador y a los inversores– a que hagamos este programa y decidir impuestos, educación, salud y en qué nos va a beneficiar. Porque empleo es muy poco el que va generar. Lo que queremos es ser facilitadores, puentes, pero también que las empresas le ayuden al desarrollo social a Baja California sur».

En una conferencia improvisada entre choyas, cardones y biznagas, dentro de los terrenos del parque de energía eólica «Coromuel», el gobernador del estado Víctor Castro Cosío y Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México, ofrecieron a los reporteros y ciudadanos una entrecortada pero significativa escena.

Quedó claro que hay una pretendida conexión de energía renovable entre las Californias, desde nuestra fundacional California hasta la de los Western del vecino país, intentando afianzar a Norteamérica como potencia mundial en energías limpias, junto a las empresas privadas, en este caso Eurus Energy, la dueña de las turbinas.

En pleno monte del ejido Alfredo Bonfil, donde se encuentra el parque eólico, el trato entre funcionarios y empresarios, intérpretes y periodistas se notó relajado. El hielo estaba roto desde el día anterior, cuando Víctor Castro y el embajador iniciaron su diálogo sobre la importancia de frenar el cambio climático y respetar los acuerdos del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, en cuanto a la inversión extranjera.

Entre risa y risa y discursos intermitentes –para darle cabida a la voz del intérprete– hubo un momento en el que ya no se sabía quién estaba traduciendo a quién, confusión riesgosa cuando se trata de negocios. No obstante, el de la energía limpia no es un trato que esté en manos de los gobiernos estatales, al menos no a este nivel.

«La Paz y Baja Sur (sic) se pueden convertir en la capital mundial de la energía limpia», dijo el embajador. Sin hacer mucho caso de estas aspiraciones internacionales, Víctor Castro se fue a lo básico: ¿Cuánto se va a quedar en la ciudad y el estado con un proyecto como éste? ¿Va bajar la luz? ¿Cuánto pagará de predial la empresa? Se sabe que genera pocos empleos.

«La energía limpia es la energía del futuro», sí. Pero acaso no sea la causa que derivó en que la embajada de Estados Unidos expresara su preocupación por la reforma energética de López Obrador y los posibles daños a la economía de México y al medio ambiente, sino el porcentaje permitido por esta reforma a los inversores privados: 46 por ciento. Mientras que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) contaría con un 54 por ciento de participación en el ramo.

De ahí que Víctor Castro les recordara a los empresarios y al embajador Salazar el debido respeto a la soberanía de México y, viendo que no está en las manos del gobierno estatal determinar asuntos del T-MEC, señaló aportaciones precisas de la empresa a la tierra que la recibe.

«Queremos invitarlo –expresó– a que hagamos este programa y decidir impuestos, educación, salud y en qué nos va a beneficiar. Porque empleo es muy poco el que va generar. Lo que queremos es ser facilitadores, puentes, pero también que las empresas le ayuden al desarrollo social a Baja California sur».

Recordó también que la ley no marca como obligatorio que tengan que contribuir, pero apeló a la generosidad de los empresarios: «Queremos que ustedes tengan esa sensibilidad, no viene en las leyes pero tiene que salir del corazón».

Para el gobernador está clarísimo que las empresas «no dan un paso sin guarache», según comentó, y que los empleos generados apenas y llegan a la veintena en el caso del parque eólico «Coromuel», sin ninguna proporción racional entre el beneficio de unos y otros. En lo que respecta al estado, los dichos de Víctor Castro fueron a granel, sin envoltorios como «energías del futuro», sino con inquietudes con las que están más familiarizados los sudcalifornianos y todo el mundo, como el recibo de la luz y el agua, «también hay que ver lo del agua», dijo, «pero ese es otro tema».

Al final, el mecanismo con el que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador busca enfrentarse a aspectos de un tratado de Norteamérica y a una Agenda global 2030, es asegurando un porcentaje de acción a entidades como la CFE, que es poco más de la mitad. Por ese 54 por ciento que buscan asegurar para la CFE (entiéndase, soberanía), se rasgaron las vestiduras en Wall Street acusando al gobierno mexicano de estar «involucrado en un asalto energético a América del Norte» y cerraron con la sugerencia de que el presidente Joe Biden «debería buscarle un nuevo trabajo» al embajador Ken Salazar, luego de que éste declarara que AMLO «tiene razón» sobre la reforma energética con cambios que son «para lo mejor del pueblo».

Así que, enredados en los hilos de la Agenda 2030, uno de cuyos objetivos es la «energía asequible y no contaminante», México tendrá que transitar más por los usos de esa energía y su producción en la parcela del 54 por ciento que le quedaría con la Reforma, pero sin deslumbrarse con los nuevos conceptos que han tomado a bien usar (o secuestrar) potencias como China, Estados Unidos, Unión Europea, India y Rusia, que en ese orden son también las potencias más contaminantes del mundo.

Permítase una breve comparación: China emite el 30.3 por ciento de todo el dióxido de carbono del mundo, Estados Unidos el 13.4, mientras que México el 1.28. Y son estos grandes países los que han diseñado el rescate.

En aquellos montes de Bonfil, entre choyas, biznagas, cascabeles, venados y chureyas, iguanas negras, juancitos y alguno que otro puma, se levantan las veinte turbinas eólicas como símbolo de un nuevo paradigma. Está atardeciendo, sobre los cardones se marca la silueta de las auras.