Las ciclovías de las calles Colima y Jalisco han sido motivo de discusión pública y política desde hace unos meses, entre opiniones que parecen vertidas desde el alma de un trocón 4×4, de esos que estelarizan la película Mad Max: Fury Road, que rabioso pide a punta de acelerones se quiten de inmediato esas ciclovías porque –no lo dejan correr-, hasta las manifestadas por grupos activistas ciclistas que desde su visión de manubrio defienden a pedalazos no sólo la permanencia del sendero ciclista, también su correcta construcción e integración a un proyecto más amplio que considere a todas las personas que utilizan el multidiscutido par vial.

En plena época mundialista, no puede haber una mejor alegoría futbolística para describir la estrategia política que el regidor priista Abimael Ibarra ha tomado en este tema, la del jugador acostado en la barrera, el cocodrilo. Para quienes no gustan de observar uno de los deportes más populares del planeta les explicamos esta curiosa jugada; actualmente, muchxs de lxs grandes cobradorxs de tiros libres comenzaron a anotar goles engañando a la barrera del equipo rival, mientras saltaban para bloquear el disparo, quien tiraba lanzaban la bola por debajo de sus pies mientras estxs se mantenían en el aire. Es en ese momento que los equipos decidieron colocar a una persona acostada justo detrás de la barrera, así el balón no pasaría. La escena es por sí misma muy curiosa ¿Y cómo el regidor priista la hace de cocodrilo en la barrera contra la movilidad urbana sustentable? Ya lo explicamos.

El regidor ha manifestado en múltiples ocasiones en prensa y en sus propias redes sociales la intención de que las ciclovías Colima y Jalisco sean retiradas, justificando que éstas deben ser reubicadas. Es justo en este momento del juego de la política en el que regidor tirando faltas por toda la cancha, comete una muy cerca del área, siendo ese jugador que pocxs queremos tener en nuestro equipo, el “¡no me ayudes compadre!” de la ciudad, bajo la técnica de “no me importa ayudar, mientras esté golpeando agradézcanme que hago algo”. Falto de agenda colectiva y de beneficio público, emprendió presuroso su cruzada por quitar ciclovías por la ciudad para que el reinado del automóvil y sus altas velocidades prevalezcan y a quienes no son coches mandarlos a otro lado, reubicarlos allá lejos donde no estorben.  

Ha buscado incansablemente quien forme parte de la barrera que cubra el tiro de esta peligrosa falta, mientras como el cocodrilo, se mantiene detrás por si acaso nada más, pero que el pelotazo le pegue a alguien más. Esta estrategia es verdaderamente lamentable, hacer uso de las condiciones de vulnerabilidad de ciertos sectores urbanos para fortalecer una agenda personal es calumnioso. Poner en la barrera a la niñez con discapacidad, tomar la voz de transportistas y negocios, sumar a algunx(s) regidorxs que forman parte de la Comisión de Derechos Humanos y atención a las personas con discapacidad e intentar incansablemente que se confronten con otro sector como es el de lxs ciclistas, que por sus propias condiciones igualmente se encuentra constantemente en vulnerabilidad debido a la alta violencia vial de la ciudad, es sin lugar a duda politiquería que lo único que aporta a La Paz es un conflicto innecesario.

La Paz es una ciudad urgente de cambio, una política pública urbana incluyente es clave para el desarrollo equitativo, justo y democrático de nuestra ciudad. Con referencia a la movilidad urbana es necesario contar con una estrategia en la que todxs seamos incluidxs, jamás canceladx, retiradxs, reubicadxs e invisibilizadxs. Las calles de La Paz deben manifestar que tienen cabida para todxs: personas con discapacidad, peatones, ciclistas y vehículos de tracción humana, transporte público y vehículos particulares motorizados. El caso de las ciclovías Colima y Jalisco debe de trascender a – cómo se mejoran las condiciones de movilidad de las calles Colima y Jalisco-, pasar de la politiquería de la cancelación y retiro, esa de cocodrilos echados para estorbar, a la política pública de la integración, la de las calles en las que quepamos todxs.