Roberto Galindo

La pandemia causada por el Sars-Cov2 ha causado estragos a la humanidad y algunos beneficios al planeta, al menos durante las etapas más restrictivas del confinamiento social. También, esta catástrofe sanitaria ha puesto de manifiesto las abismales diferencias entre los países ricos y las naciones pobres. Aún hoy, a diez meses de que se comenzaran a aplicar las diversas vacunas para prevenir la enfermedad grave y la muerte causada por la Covid-19, tenemos países que no han logrado adquirir vacunas, para lo que se combinaron diferentes factores, entre éstos que no contaron con el recurso económico y las gestiones gubernamentales adecuadas; además, claro, del acaparamiento de los inmunizantes por parte de las naciones más poderosas.

México, a pesar de todas las adversidades y del enorme costo que representa vacunar a su población, se encuentra entre las diez naciones con mayor cobertura inmunológica, prácticamente ha logrado vacunar al mismo porcentaje de sus habitantes en relación al número total de su población que Estados Unidos, el país con mayor número de vacunas adquiridas. Aunque, lamentablemente, el país vecino ha sobrepasado las 700 mil muertes y es una de las naciones con los mayores índices de contagios, justo ahora que a nivel mundial hemos rebasado los 5 millones de fallecimientos. Y aunque en ambos países desde que se inició la vacunación se han reducido el número de decesos considerablemente en relación al número de infectados, y actualmente en ambas naciones las cifras de contagios y muertes se han mantenido a la baja por varias semanas, la realidad es que siguen pereciendo miles de personas como consecuencia de la enfermedad grave de la Covid-19; aunque con una diferencia con respecto a los decesos acaecidos durante la primera y la segunda ola de contagios que recorrieron nuestras naciones, y esa es: el tipo de pacientes que sucumben.

Actualmente alrededor del 95% de las personas que expiran por la Covid-19 no estaban vacunadas. Y un número significativamente reducido, es decir, casos aislados, han sido de personas que tenían la primera dosis de alguna de las vacunas, y en casos aun más esporádicos personas que tenían las dos dosis. En cuanto a las personas inmunizadas con medio esquema o esquema total y que han enfermado gravemente e inclusive han fallecido intervienen factores decisivos como la edad, la condición física y el padecimiento de diversas enfermedades crónicas, que vuelven más vulnerables a los organismos, así como que algunos de estos individuos se vacunaron con la primera o la segunda dosis cuando ya habían contraído la enfermedad. Tenemos también sucesos, incluso más raros, y estamos hablando de un caso en millones de vacunados; son aquellos inmunizados a los que la reacción de la vacuna los afectó y los llevó a la muerte. Si comparamos los casos de enfermos de gravedad, muertos ya vacunados y decesos como consecuencia de la inmunización con aquellos que gracias a las vacunas han sobrevivido, tenemos una diferencia gigantesca, que ninguna conjetura o un “yo conozco a fulano, mengano, zutano y perengano que murieron por aplicarse la vacuna” puede refutar. Es importante tener en mente que hay personas que mueren como consecuencia directa de la ingesta de un camarón, un desafortunado en un millón.

Ahora bien, el que gran parte de la población no esté vacunada se debe a los factores mencionados, y en algunos grupos por la prevalencia de pensamientos atávicos en personas que inclusive tienen formación académica, aunque la mayoría de estos son individuos que basan su cosmovisión en ideas alejadas del desarrollo científico; de éstos, algunos consideran que sus organismos vibran alto y su alineación astral los libera de la contracción de las enfermedades combatidas por las vacunas. Sí, acertó usted, estamos hablando de los antivacunas, y aunque el término para denominarlos proviene de la combinación de las palabras vacuna y paranoia; es decir, los que tienen paranoia a las vacunas por fundar sus creencias en que éstas afectan a nuestros organismos más que beneficiarlos, basándose para ello en propuestas de “médicos y científicos” charlatanes, me parece que no es el término adecuado para denominar a los grupos de detractores de las diversas vacunas contra la Covid-19.

 En estos grupos, diseminados alrededor del mundo, pero que representan a una infinita minoría de la humanidad, tenemos a los fanáticos del dióxido de cloro, químico limpiador, considerado como un medicamento mágico-chamánico que cura variadas enfermedades desde el ojo de pescado hasta el SIDA, de lo que no se tienen registros médicos confiables avalados por las instituciones mundiales de salud; también están los que creen en la selección natural y dicen ser los elegidos para sobrevivir a la pandemia covideana debido a sus genes superiores; incluso, tenemos a aquellos que profetizaron la existencia de nanochips electrónicos en las vacunas, que obviamente son empleados para el control de la humanidad, mismos que nos implantan mediante nuevas tecnologías alienígenas.

A pesar de la diversidad y bestialidad de los antivacunas covideanos dos rasgos los caracterizan; en primera instancia, el que estos detractores de los inmunizantes anti-covid sí aceptan las otras vacunas, como las que se aplican para combatir la varicela, el sarampión e incluso la de la rabia, entre otras, pues creen que las vacunas contra el Sars-Cov-2 son parte de un experimento científico del cual los vacunados somos ratas de laboratorio; y en segundo lugar, la infundada creencia de que tienen una inteligencia superior que los ha hecho desentrañar un oscuro complot orquestado por todas las farmacéuticas en contubernio con todos los gobiernos para controlarnos mediante la inmunización. Habrá que adicionar a la lista de gobiernos facinerosos al cubano, que aplica una vacuna creada en la isla, y que ya ha inmunizado a la mayor parte de su población, superando con creces a cualquier país de occidente y sin remuneración económica.

  Debido a que incluso con las evidencias científicas estos pequeños grupos de desarmadores de complots mundiales persistirán hasta que la muerte los alcance; y aunado a que los números de las estadísticas y la lucha conjunta que la sociedad del mundo libra para poner fin a la pandemia les valen una pura y dos con sal; y sumado a que dichos entes, iluminados y tocados con una inteligencia superior para ver la verdad que al resto nos permanece oculta, continuarán si un usar el cubre-bocas, que ellos llaman el bozal; y como consecuencia de que esos, investigadores de la Internet, académicos del Facebook y congresistas del WhatsApp persistirán en sus intentos de inocularnos su verdad mediante sus micro manifestaciones, noticias falsas y diatribas internautas en contra de la inmunización; entre otras de sus ocurrencias que me hubieran hecho falta enlistar, me parece pertinente y necesario particularizar el término para denominarlos.

Ya que son una minoría que en su mayoría son únicamente detractores de las vacunas contra la Covid resulta evidente que es la combinación de las palabras: vacuna, covid y paranoia la que mejor los representa y define: VACOVINOICOS, pues ni son todos los antivacunas ni son todos los paranoicos.