Por Daniela Reyes

En el corazón del centro de La Paz, hay un inmueble en la esquina conformada por las calles Revolución de 1910 y Reforma, que es imposible de ignorar por su elegancia, arquitectura, extensión, y por los conocedores, por su historia.

La primera vez que me llamó la atención, alguien me dijo que había sido la casa de un revolucionario del cual solo identificaba por que una de las calles principales de la ciudad lleva su nombre, General Félix Ortega Aguilar. Cada día esa casona antigua me enigmaba más y fantaseaba con conocer su historia y su interior.

Como periodista y activista, con el tiempo pude entender la atracción por ese lugar, al que reconocí como el cuartel de El Eco de California y del movimiento regionalista de 1965.

Investigué la historia de las mujeres periodistas en Sudcalifornia, para explicarme a mí misma mi historia, y me encontré con María Teresa Higuera Peña, quien fue la llave para abrir la historia de la casa en la Revolución #33.

Ella fue la primera mujer Jefa de Redacción de un periódico en Sudcalifornia de la que haya registro y fue una activa militante del movimiento regionalista que culminó, sin que ella pudiera verlo, con la conversión de Territorio a Estado de Baja California Sur en 1974. Su vida ha sido una gran escuela de la fusión entre periodismo y activismo, como articulista de opinión y vocera del movimiento en El Eco de California.

Maríe Teresa Higuera Peña en la portada de la Revista California Gráfica.

 

Buscando indicios de ella y su trabajo periodístico, encontré que era vecina de la Revolución #33, una casona antigua que había sido hogar del General Félix Ortega Águilar, de su esposa Catalina Núñez de Ortega y sus 7 hijos, y quien fue un revolucionario constitucionalista y litigante reconocido en la historia sudcaliforniana por encabezar la Junta Revolucionaria contra Victoriano Huerta en el sur peninsular, y ocupar el puesto de Jefe de Operaciones Militares en La Paz en 1914. 

Además de fundar El Eco de California junto a Ignacio Bañuelos Cabezud en 1912 que, de acuerdo con Lorella Castorena y Marisol Pacheco (2004), se volvió en el periódico vocero de la naciente clase política e intelectual en sudcalifornia, que se adhirió a la revolución maderista, marcando un parteaguas con la tradición de la prensa sudcaliforniana toda oficialista hasta entonces, y que se vuelve en una tribuna altamente valorada por el regionalismo sudcaliforniano.

 

En los tiempos de Teresa Higuera (1939-1967), este inmueble era la oficina de El Eco de California, que en ese momento era dirigido por Félix Ortega Romero, nieto de Félix Ortega Aguilar e hijo de Félix Justino Ortega Núñez y María Teresa Romero Higuera.

Aunque Teresa Higuera Peña, fue la llave a la historia, la llave que abrió materialmente la casa fue la de Bruno Gabriel, hijo del Profesor Carlos Ramón Castro Beltrán, quien fue subdirector del mismo medio y compadre de Félix Ortega Romero. 

Él ahora es quien cuida la casa después de que falleció Teresa Romero, su madrina, y después de que la casa fuera puesta a venta sin que nadie se interesara demasiado en ella al enterarse de que es un inmueble histórico reconocido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), situación que impide modificarlo hasta en los más mínimos detalles por su gran valor histórico-cultural.

 

La casa lleva años en el olvido y a pesar de eso, conserva su encanto y hace notar a través de sus detalles, su gran valor y el gusto con el que fue decorada, o al menos eso percibí cuando tuve el honor de atravesar por su enorme y antigua puerta principal que ahora les invito a ustedes, acompañarme a recorrer a través de una serie de fotografías tomadas hace exactamente un año.

 

Inicié por apreciar su timbre intacto, el corredor amplísimo con su techo de madera que desemboca en una sala de estar en donde solía haber un piano.

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Pero antes, a mano derecha hay un recibidor/despacho donde yacía la famosa mesa de Las Playitas (resguardada y en exhibición en el Museo de Antropología e Historia) donde fue firmado el 20 de junio de 1913 el documento político conocido como el tratado de Las Playitas, en el que el general Félix Ortega hizo un llamado a restablecer el orden constitucional violentado por Victoriano Huerta, secundando el Plan de Guadalupe de Venustiano Carranza. En este estudio se daban cita una gran cantidad de intelectuales y políticos de la época a platicar temas de interés, sostener reuniones o a dejar sus colaboraciones para el periódico. A un costado del despacho, había una habitación que ocuparon las tres generaciones de la familia Ortega.

Recibidor /despacho
Mesa de las playitas
Habitación
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Regresando al corredor principal, en la esquina de la habitación de la sala de estar había unas escaleras en muy malas condiciones que conducían hacia un segundo piso que ha sido un gran misterio y que ni yo creí que Bruno me permitiría pasar, por seguridad.

 

El piso de este nivel está igual de deteriorado que las escaleras y lucen inseguras. Según Bruno, el techo, ahora nuestro piso, está hecho con lámina, colado y algunos barrotes de madera. Lo atravesé con toda precaución para llegar a un segundo piso luminoso, con una enorme sala de estar de piso y techo de madera, en donde alguna vez hubo una nutrida biblioteca y un tocadiscos que amenizaba la cuadra, de la que se puede tener una agradable vista desde sus dos grandes ventanas con vista hacia la calle Revolución.

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Pero este no es el único espacio en el segundo piso, pues al salir de la sala y caminar por el suelo irregular, había otro cuarto que al parecer era el cuarto personal de Don Félix Ortega, el cual  mandó decorar lujosamente, pero del cual se conserva poco, mencionó Bruno. No tuve acceso a él, pero misteriosamente salía el sonido de una radio. Me tuve que conformar con una bella vista hacia el patio de la casa, en el que se aprecia la vegetación y el techo de los cuartos que exploraré a continuación.

 

Al bajar las escaleras y salir hacia el patio, obtuve una vista de todo el corredor desde el patio con una vista directa hacia la calle Revolución. Un vista privilegiada.

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Ya en el patio aún se apreciaba el famoso enramado de la Revolución #33 y un amplio y fresco patio lleno de Palos de Arco y árboles de mango, donde según Bruno, se armaban “unas buenas pachangas” y al fondo el pozo de agua del cual se abastecía la propiedad, como era costumbre de las casonas. A mano derecha, junto a la barda de la propiedad había una serie de cuartos, que exploré minuciosamente.

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En esta serie de cuartos primero había un baño completo que conserva su taza, tina y mobiliario originales y que se conecta directamente a la recámara principal, pero al cual también se puede ingresar por el patio. Después había un cuarto que es el de la cocina, el cual aún conserva algunos muebles originales y que posee una ventana, desde la cual, arriba pudimos ver como Bruno se asoma, con vista hacia el cuarto contiguo que es un cuarto de lavado, el cual conservaba un lavadero en ruinas y algunos mosaicos. Este cuarto de lavado estaba conectado a través de una pequeña puerta hacia el cuarto de víveres o alacena, con repisas en donde se podía encontrar una gran despensa y sacos enteros de frijol, arroz, etc., como se usaba en aquellos tiempos.

Baño
Cocina
Cuarto de lavado
Cuarto de víveres
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Finalmente, los siguientes cuartos fueron los que se utilizaron como oficinas y talleres de El Eco de California, que son los que se encontraban en el fondo de la propiedad y cuya entrada principal era por la calle Reforma.

 
En estos cuartos se contaba con una oficina, un archivo, el cuarto de revelado y el cuarto donde estaba la prensa en los que ahora no hay rastro del mobiliario ni del gran dinamismo en la época dorada de El Eco de California.

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La Revolución #33, que albergó el poderoso cuartel de El Eco de California y del movimiento regionalista de 1965, está en el abandono tanto institucional (INAH y Gobierno del Estado) como de los actuales propietarios. La falta de mantenimiento hace que cada vez luzca más deteriorado, y así continuará si nadie lucha por su preservación y reactivación, como lo ha hecho por ejemplo, el Centro de Documentación de Historia Urbana (CEDOHU), incluyendolo en sus propuestas por la densa del Centro Histórico de La Paz, a través de actividades como los Recorridos Histórico-Culturales. La pérdida de un inmueble como este, significa adquirir una laguna en la memoria de la historia de la prensa, del movimiento regionalista y de la historia general sudcaliforniana.