Vicdrian Trujillo Muñoz

El proceso electoral del 2018 fue una patada al tablero político nacional; un tsunami imposible de detener que arraso el recurso humano del prianismo incrustado en el gobierno por décadas. Sin embargo, creo que confundimos el haber sacado, dentro de lo posible, al PRIAN del poder, con “haber acabado” o “estar acabando” con el mismo. Habría que hacer un poco de historia, definir factores, coyunturas y observar el actual “etát des choses” en Morena, el partido dominante hoy en día, para entender el entuerto que da origen la confusión.

El origen del PRIAN (o “prianismo”) es inmediatamente posterior al fraude electoral de 1988, con el que la tecnocracia neoliberal arrebata al poder vía fraude a los sectores progresistas y de izquierda contenidos en la “Corriente Democrática”. De hecho, PRIAN es la compactación de las siglas del PRI y el PAN, pues de acuerdo a la no siempre errada percepción popular, es el maridaje y/o alianza, (contubernio o asociación delictuosa también aplican) entre lo que quedaba del PRI después de la secesión del partido,  y la derecha tradicional del PAN, también interesada en dar la espalda al neopanismo que apoyaba la resistencia al fraude.

El ceremonial de iniciación de este “maridaje” fueron las llamadas “concertaseciones”  entre el entonces fraudulento ejecutivo federal Carlos Salinas de Gortari y el presidente nacional del derechoso instituto político Diego Fernández de Ceballos. A partir de ahí el PRIAN, alternando su cara tecnocrática o empresarial (pero siempre de derecha) gobernará de forma “concertada” y rabiosamente corrupta los siguientes treinta años, aprovechando las viejas prácticas y vicios del priismo hegemónico que le permiten encumbrarse, pero actualizándolos y exacerbándolos aún más para relevarse y sucederse mutuamente en el poder, con los trágicos y catastróficos resultados de sobra conocidos y por todos padecidos.

Sin dejar de señalar pero evitando el regodeo en la desgracia social que significó la etapa neoliberal, dilucidemos la génesis de esa alianza entre los sectores dominantes de ambos institutos políticos, los factores que definen esa alianza  y las causas que condujeron a tan singular contubernio político como al trágico resultado del mismo.

En 1988, la “tradicional” designación por “dedazo” del sucesor a la Presidencia de la República dentro de las cúpulas del PRI, es el catalizador para que la dramática entropía acumulada por la lucha entre corrientes, desemboque en la secesión de sectores progresistas y corrientes de izquierda democrática, dejando al instituto en manos de un grupo de viejos lobos de la política profundamente corruptos, así como de jóvenes tecnócratas con estudios de postgrado en diferentes y connotadas universidades norteamericanas y entrenados arduamente en ellas para ejecutar las políticas de rabiosa concentración que significa el neoliberalismo. Es obligado comentar que frecuentemente estos jóvenes tecnócratas son parentela descendiente de los viejos y corruptos lobos antes mencionados.

Por el lado de Acción Nacional, la que concreta la “concertaseciones”, dando espaldarazo “legitimador” al fraudulento régimen a cambio de cogobernar, será el ala más tradicional, reaccionaria, entreguista, golpista y apurada en dar la espalda a la corriente interna del neopanismo que se oponía junto con la izquierda al fraude electoral.

En suma, hay dos factores fundamentales que definen al PRIAN: los viejos vicios de la praxis política priista que los encumbra al poder y  el contubernio entre lo peor de cada instituto político; la corrupta tecnocracia privatizadora y la codiciosa y reaccionaria derecha. Esta praxis política viciada y el contubernio político explican a la vez su desaseado (por decirlo bonito) acenso al poder, el ignominioso ejercicio que hicieron del mismo, así como la catástrofe de país que entregaron en 2018.

De estos dos factores que definen al PRIAN, el segundo factor, “la alianza de grupos de poder”, es definido por la coyuntura social del momento y es importante desde el plano Histórico. Sin embargo, son las “viejas prácticas y vicios políticos” el factor que nos concierne como sociedad y es importante ahondar en él, porque son conductas introyectadas individual y socialmente durante 90 años (60 de predominio priista y 30 de prianismo).

Es muy probable que los partidos antes mencionados desaparezcan como institutos políticos, pero las prácticas viciadas y antidemocráticas que introyectaron en la vida política de la sociedad en general durante casi 90 años siguen presentes. Tan vigentes son estas conductas que la caótica situación de morena actualmente, obedece precisamente a ese intento del “movimiento obradorista”, de cara al próximo proceso electoral, de ajustarse operativamente a esquemas partidistas tradicionales con los “tradicionales vicios” de los mismos. La pregunta es: ¿se impondrá el movimiento al anquilosado esquema en el que intereses ajenos al movimiento pretenden hacerlo operar, o será el anquilosado esquema con sus prácticas y vicios antidemocráticos el que someta al movimiento convirtiéndolo en un PRI reload?

Patrimonialismo Influyentísimo, simulación, nepotismo, clientelismo, agandalle, dinámicas caciquiles, tribalismo, campañas sucias, etc, etc… son muchos los vicios que acarreamos como sociedad en el plano político y la gran mayoría de ellos son legado del priismo y el prianismo. Como herencia suya, también son el Caballo de Troya con el que han empezado a tomar el poder cupular en morena. Ellos conocen los podridos esquemas partidistas y las trampas, los vicios y “recovecos estatutarios” para evolucionar en los organigramas ascendentemente; de lo contrario, ¿cómo explicar que un itamita, que aprobó el “Pacto por México” en su momento, sea hoy el Presidente Nacional de morena, el partido que se opuso férreamente al ignominioso despojo?

Ejemplos como ese y aún más dramáticos se cuentan por centenares en la caótica situación en que se encuentra el instituto político. También es desconcertante ver a fundadores de morena que emergieron de la sociedad civil, recurriendo a las anquilosadas chapucerías clientelistas del prianismo y apostando a la ignorancia para imponerse o imponer candidatos, alianzas y cuadros en el organigrama.

Desaparecer al prianismo como logo o instituto político es la parte fácil del entuerto; desaparecerlo como mentalidad y esquemas de práctica política introyectados durante casi  un siglo, es la parte complicada. Matar al prianista que todos llevamos dentro exige honesta autocritica, tenacidad y mucha, pero mucha reeducación política.

(VATM CDMX 21 02 2021)