@AlekzAguila

La semana anterior el presidente de la república visitó la capital sudcaliforniana para celebrar la expansión de la red de generación de electricidad de CFE con la puesta en marcha de seis unidades de turbogás aeroderivadas con capacidad de 187 megawatts, así como para presumir con bombo y platillo la conversión de la actual planta generadora para que también funcione a base de gas natural, atendiendo así la problemática energética de la península “con una mayor protección al medio ambiente” según palabras del gobernador Mendoza Davis, que acompañó a AMLO en dicho evento.

La inversión de 9,840MDP proyecta que una vez terminadas todas las etapas en 2024, se pueda proveer de energía a unos 100,000 habitantes extras a la capacidad actual. Pero si tomamos en cuenta los costos de inversión para proyectos de generación de energía fotovoltaica, es decir, a partir de la irradiación solar, se pudo haber pensado en un alcance de hasta 190,000 habitantes; pero al no contar con un gobierno estatal que apueste por las energías renovables, combinado con la repulsión del mandatario nacional por éstas, Baja California Sur se enfrenta a un futuro incierto para aprovechar una de las zonas con mayor potencial solar del mundo.

Es notorio que este tipo de apuestas, así como el de la refinería de Dos Bocas y las reformas de ley en materia energética buscan dar un retroceso tecnológico para la generación de electricidad en México, algo que parece que nadie se atreve a decirle al presidente por miedo a perder la chamba.

El discurso oficial se base en que la central generadora que se adecuará para trabajar con ciclo combinado -utilizando gas natural o combustóleo- supone un gran avance para disminuir las tarifas en un territorio que cuenta con un sistema aislado que provoca tener precios más elevados de la factura eléctrica en comparación con otros estados de México; además de hacerlo de una manera “sustentable” al utilizar el insumo que se estaría contratando a la transnacional New Fortress Energy.

No hay tal cosa como que el gas natural sea sustentable, ya que su extracción se da por métodos de fracking, técnica que entre sus consecuencias están la destrucción de ambientes naturales, contaminación de aguas, despojo territorial de comunidades originarias, la emisión de gases tóxicos, aumento de terremotos y más. Además de que para llegar hasta la central almacenadora de Pichilingue, este gas licuado podría atravesar todo el mundo, dejando un importante impacto en su huella de carbono.

Pero esto no es todo, sino que la empresa que construye esta infraestructura con el visto bueno de los gobiernos federal y del estado, cuenta con un interesante expediente de irregularidades y corrupción en su actuar en otros países latinoamericanos por diversas gestiones sospechosas y hasta con procesos legales activos.

Por ejemplo, este año ha sido señalada por adquirir la compañía Hygo, que es investigada dentro de la operación Lava Jato, misma que destapó una enorme red de corrupción en Brasil. Esta empresa fue suspendida sólo cuatro meses después de entrar en operaciones en la bolsa de Nueva York al ser señalada por su mal actuar.

Asimismo, en 2019 la empresa anunció la construcción de un proyecto similar al que busca en La Paz, pero en Puerto Rico; y en por la que fue señalada por haber actuado sin el aval ni el permiso de la Comisión Reguladora de Energía. Además de que la contratación de dicha infraestructura se encuentra plagada de irregularidades donde se presumen actos de corrupción.

Y si eso no fuera poco, en Nicaragua también han sido señalados por actuar en complicidad con la empresa Disnorte-Dissur, misma que tiene lazos con Alba de Nicaragua (“Albanisa”), empresa sancionada por el gobierno estadounidense por malas prácticas.

Es claro que el grupo propiedad de Wes Edens carece de cualquier ética que le pueda separar de sus ambiciones por aumentar su capital sin importar el método para ganar contratos por diferentes gobiernos.
Así pues, nos encontramos con un gobierno estatal que pone en tela de juicio la legalidad de un proyecto energético y, un presidente aferrado a sus viejas ideas que sigue demostrado que las acciones de su gobierno no buscan impulsar las soluciones basadas en tecnología de vanguardia ni cuidando al medio ambiente, así que ¿de verdad tenemos que celebrar por la llegada de un nuevo proyecto neoliberal y sospechoso, así como una inversión que beneficia a menos personas de las que podría por los caprichos presidenciales? No hay nada qué celebrar hasta que en BCS se vea la apuesta por la microgeneración energética utilizando al sol como combustible, algo que se interpone con los intereses de nuestros actuales gobernantes.