Casi siempre que veo una nueva película de Darren Aronofsky me impresiona mucho de buenas a primeras, pero luego de pensarla muchas veces termino decepcionado en mayor o menor medida. En el caso de La Ballena mi primera impresión fue bastante buena, aunque si obviamos la actuación de Brendan Fraser, está lejos de ser una película extraordinaria y justo después de pensarla y darle vueltas un par de días, ya no me parece tan buena.

Charlie (Brendan Fraser) es un profesor de literatura con obesidad mórbida que da clases en línea, siempre oculto detrás de una pantalla negra. Todos los días es visitado por su amiga Liz (Hong Chau), quien también es su enfermera personal y la única persona por quien Charlie se deja ser visto. Intuyendo una muerte inminente, Charlie intentará recuperar el vínculo perdido con su hija adolescente Ellie (Sadie Sink), a la que no ve desde hace 9 años. Entretanto, recibirá la visita inesperada de Thomas (Ty Simpkins), un joven misionero que se propondrá salvarlo de sus pecados para asegurarle así su entrada al paraíso.

En palabras muy generales, de esto se trata La Ballena, que además es una adaptación de la obra de teatro de Samuel D. Hunter, siendo él mismo el encargado de escribirla para la pantalla. No sorprende para nada que la película se sienta tan teatral, algo que a mi parecer no le favorece mucho.

La trama sucede al interior de la casa de Charlie y salvo por la primera escena (injustificadamente desubicada) y un flashback en una playa, podríamos decir que es la única locación de la película. Si a esto le sumamos que la casa está saturada de cosas por todos lados, que la fotografía es súper oscura, la mayor parte del tiempo planos medios y cerrados y que la relación de aspecto está en una proporción de 4:3, obtienes una atmósfera claustrofóbica y pesada que aplasta –como si se tratase de la profundidad del océano, allí donde no llega la luz–, lo que ilustra perfectamente la prisión física y emocional en la que vive el personaje. Física porque Charlie es preso de su propio cuerpo de más de 300 kilos y de las dificultades de movilidad, salud y autonomía que ello implica; pero también emocional porque vive preso de la culpa y la tristeza, que son precisamente las razones de ese impulso autodestructivo y hasta suicida de comer como lo hace.

The Whale (2022) Dir. Darren Aronofsky

La referencia a Moby Dick es bastante obvia, la ballena gigante que es la encarnación del terror más por su aspecto que por su comportamiento, puesto que reacciona como lo que es: un animal incomprendido, rezagado, amenazado y acorralado. En el caso de Charlie, no es terror lo que provoca sino repulsión. Esta referencia funciona muy bien al principio, pero es tan constante y reiterativa que se vuelve cansina y a ratos se siente hasta chafa. Y aquí entra tal vez lo más interesante al respecto, un ensayo escrito por Elli para su clase de literatura sobre la novela de Herman Melville, ensayo que además es casi lo único capaz de calmar la ansiedad de Charlie al grado de salvarlo incluso de un infarto.

Me entristecí mucho con este libro y sentí muchas emociones por los personajes. Y me sentí aún más triste cuando leí los capítulos que no eran más que descripciones de ballenas, porque sabía que el autor estaba intentando salvarnos de su propia historia triste, aunque fuese solo por un ratito.”

Para mí esta interpretación de Ellie funciona lo mismo con la novela que con la película, porque lo que pretendía ser una historia profunda sobre depresión, redención y bondad, termina siendo una maquinación simplista que gira en torno a temas muy serios como la adicción y la enfermedad, el amor y la sexualidad o la intolerancia religiosa, pero que no llega nunca a una reflexión verdaderamente importante –más allá de que “las personas son increíbles”, aun cuando sean crueles– y mejor se enfoca en hacer una exhibición muchas veces grotesca y por lo tanto morbosa, voyerista incluso, de Charlie, ya no tanto por sus hábitos –que también– sino por cómo lo ven y lo tratan los demás.

Por un lado, la película condena el juicio y el castigo sobre una homosexualidad reprimida, pero por otro lado parece solaparlos. Por un lado, rebate la intolerancia religiosa y la existencia misma de un dios, pero por el otro viste al protagonista como un Cristo con el poder masoquista de absorber y guardar el odio y la crueldad de quienes le rodean. Esta pedantería y petulancia religiosas no son algo nuevo en Aronofsky, su buen manejo de la biblia ha quedado muy claro con La Fuente de la Vida (2006), Noé (2014) y ¡Madre! (2017), la más reciente y también la más pesada en este sentido. A mí este recurso ya me aburre, sobre todo cuando cae en tantos lugares comunes sin hacer un esfuerzo siquiera por contar algo distinto. Todos los personajes son culpables e inocentes al mismo tiempo, son responsables de lo que les pasa y no lo son. Cambian, se transforman, sí, pero siempre con reservas y acompañados una intelectualidad moralina que termina por ser confusa y poco interesante.

Mother! (2017) Dir. Darren Aronosfky

La primera vez que vi un tráiler y supe de ella, imaginé que sería un Aronofsky más parecido al de El Luchador (2008) y me emocioné mucho al recordar el estilo naturalista y la forma tan sencilla de contar aquella historia no tan compleja, pero sí muy profunda. Y claro, por la similitud de protagónicos venidos a menos que buscan redimirse a través del perdón de sus hijas abandonadas y el tema de traer de vuelta a actores también venidos a menos y menospreciados, que en aquel caso fue Mickey Rourke. Pero no, La Ballena es un dramón digno de una novela que juguetea con el horror corporal y que camina siempre a punto de tropezarse con el ridículo y se salva por poco.

The Wrestler (2008) Dir. Darren Aronofsky

Si la película funciona y resulta buena, es justamente por sus actuaciones, especialmente y como ya tanto se ha dicho, la de Brendan Fraser, que logra encarnar a Charlie de manera excepcional y es absolutamente cautivador, con todo y a pesar de sus circunstancias. Aún así, no me parece que sea la mejor actuación del año, en todo caso y en el marco de la recién terminada temporada de premios, me parece un trabajo superior el de Colin Farrell en The Banshees of Inisherin (En México la llamaron Los Espíritus de la Isla), pero entiendo perfectamente que Fraser se haya llevado el Oscar a Mejor Actor y me alegra muchísimo. Además ya sabemos que esto de los premios, específicamente los Oscar, son más un asunto político y de las emociones que algo, digamos… objetivo, si es que eso existe.

Brendan Fraser gana el Oscar a Mejor Actor (2023)

La Ballena sigue en salas de La Paz y de Los Cabos en su idioma original (subtitulada) por lo menos una semana más, así que no duden en ir a verla y compartir sus opiniones por aquí.