Mario Jaime

Esta época vio como la ciencia deportiva condicionó los entrenamientos. Se mejoraron los cuartos de pesas y el equipo. Los médicos y entrenadores desarrollaron dietas especiales y estos avances hicieron a los atletas más sanos, grandes y fuertes de lo que jamás habían sido.

Otros cambios no fueron bien vistos por algunos fanáticos. Por ejemplo, los pitchers ya no lanzaban el juego completo y se fomentó el uso del bullpen y los cerradores como estrategia. Los hombres de brazos de hierro se acabaron.

Sin embargo, la maravilla del juego siempre se potencia sobre lo negativo.

Desde una ranchería de Navojoa con menos de mil habitantes surgió un lanzador mexicano que marcaría una época. Era tímido, no sabía inglés, medía 1. 80 m y tenía un brazo zurdo de oro. Hasta 1979 había jugado con los Mayos de Navojoa, los Tuzos de Guanajuato y los Leones de Yucatán; fue entonces cuando Mike Brito lo descubrió y lo recomendó a los Dodgers de Los Ángeles. Ese muchacho de 80 kg dominaba la bola de tenedor o screwball, un lanzamiento que habían dominado leyendas como Carl Hubell, Warren Spahn o Christy Mathewson y que se caracteriza por romper en dirección contraria a la curva.

Fernando Valenzuela debutó con los Dodgers en septiembre de 1980 como relevista. Pero fue 1981 el año mágico para el Toro de Etchohuaquila.

Para el juego de inauguración contra los Astros estaba anunciado Jerry Reuss como abridor, pero se lesionó la pantorrilla un día antes. El manager Tom Lasorda le preguntó a Valenzuela sí podía abrir el juego. Fernando blanqueó a los Astros 2-0. Se ganó un puesto como abridor e inició la temporada con récord de 8 ganados sin perder ningún juego, cinco blanqueadas y una efectividad de 0.50. Terminaría la temporada con 13 victorias 7 derrotas y un porcentaje de pitcheo de 3.46 para ganar el premio al novato del año y fue votado en quinto lugar para el jugador más valioso de la Liga Nacional. El éxtasis llegaría en la Serie Mundial en dónde los Dodgers enfrentaron a los Yankees de Bob Lemon con una pléyade de estrellas como Goose Gossage, Ron Guidry, Dave Righetti y los bateadores de poder Dave Winfield y Mr. Octubre Reggie Jackson; también jugaba otro mexicano con los Yankees, el sonorense Aurelio Rodríguez.  Los bombarderos del Bronx ganaron los dos primeros juegos colocando a Lasorda en un predicamento. El viernes 23 de octubre Fernando Valenzuela subió al montículo con el objetivo de ganar obligadamente. A pesar de permitir 9 hits y 7 bases por bolas e ir perdiendo 4-3 en la tercera entrada, el manager confió en el Toro que lanzó el juego completo y terminó ganando por marcador de 5-4. Al final los Dodgers ganarían la serie en 6 juegos y Ron Cey “el pingüino”, Pedro Guerrero y Steve Yeager fueron nombrados los más valiosos.

Valenzuela ganó el premio Cy Young como novato y la histeria sobre su persona ocasionó en la comunidad hispana residente en los Estados Unidos un fenómeno social denominado “Fernandomanía”.  Los latinos, chicanos, hispanos llenaban el parque de pelota, la policía ya no detenía a los pandilleros si estos aducían ir al parque de pelota a ver lanzar a Fernando. En junio, Valenzuela fue invitado a la Casa Blanca en una reunión entre los presidentes Ronald Reagan y López Portillo. La ley de inmigración y el Acta de Control aprobadas en 1986 que ofrecieron inmunidad a inmigrantes ilegales se atribuyen a la Fernandomanía. 

En 1986 ponchó a 5 jugadores consecutivos en el Juego de Estrellas, hazaña que empataría el logro de Carl Hubell en 1934.

En 1990, Valenzuela lanzó un juego sin hit ni carrera contra los San Luis Cardinals el mismo día en que Dave Stewart lo había conseguido también; única vez en la historia que ha sucedido esto.

Si bien Fernando Valenzuela no ha sido glorificado en el Salón de la Fama, su carrera e impacto social le hacen uno de los peloteros hispanoamericanos paradigmáticos y probablemente el mejor beisbolista mexicano de todos los tiempos.

 En esta era, algunas Series Mundiales se volvieron legendarias.

La Serie Mundial de 1986 vio a los Red Sox llegar con un gran equipo para intentar romper la maldición del Bambino. Tenían toleteros de la talla de Roger Clemens, Dave Henderson y Wade Boggs. Los campeones de la liga Nacional fueron los Mets de Nueva York.

El 23 de octubre el público que atiborró el Shea Stadium fue testigo del error del siglo. Era el sexto juego, los Medias Rojas habían ganado tres juegos y estaban a un triunfo de romper la maldición. El juego empatado a 3 carreras se fue a extrainnings. En la alta de la décima Boston metió 2 carreras. Al cierre de la décima el lanzador Schiraldi tenía la oportunidad de inmortalizarse, dominó dos bateadores de los Mets y Boston estaba a 1 out de ser campeones. El umpire de tercera base Wendelstedt le pidió a Wade Boggs su gorra pues le gustaba coleccionar objetos de los campeones. Cuando el receptor Carter se colocaba en la caja de bateo, en la pantalla del estadio apareció un anuncio felicitando a los Campeones del mundo, Medias Rojas de Boston 1986. Pero la magia de este deporte es que no se acaba hasta que se acaba.

Gary Carter conectó imparable. El novato Kervin Mitchell se paró en la caja como emergente por el lanzador. Mitchel ya se había quitado el uniforme desamparado cuando le ordenaron batear y tuvo que correr a vestirse de nuevo. Conectó de hit. Ahora los Mets tenían el empate en el cuadro y la victoria en los spikes de Knight que llegaba a batear. La esperanza se levantaba como neblina, el público sufría, Schiraldi solo tenía que lograr un solo out y lanzó dos rápidos strikes. Ahora el Boston estaba a un solo out de ser campeón, pero…Knight conectó de hit al jardín izquierdo. Carter anotó y Mitchell avanzó a tercera base. El empate estaba a 90 pies del home y el manager de Boston. McNamara sacó a Schiraldi y metió al veterano Stanley. Un sólo out le pidió. En la caja de bateo se colocó William Hayward “Mookie” Wilson sin saber que era su momento histórico. El pitcher le lanzó 6 veces y lo tenía en cuenta de 2 y 2, la cuenta del ponche. Stanley entonces lanzó una pelota muy baja que botó delante del bateador y roló al backstop. ¡El wildpitch! El receptor Gedman no pudo atrapar la pelota y Mookie, arrodillado urgió a gritos a Mitchell que se lanzara a home. El novato empató el juego a toda velocidad. El parque era un manicomio. Knith ahora se erguía en segunda y representaba la carrera de la victoria. Stanley pichó el décimo lanzamiento y Mookie conectó un roletazo miserable rumbo a primera base.

Y allí estaba, un estrella veterano llamado Bill Buckner que, en cámara lenta, como si Dios mismo hubiera querido grabar le momento, bajó su guante, abrió las piernas y se dispuso a fildear la pelota y pisar la base para que el juego continuara pero…los demonios y el azar son los mismo, la pelota se le pasó entre las piernas. Knight anotó la carrera del triunfo, los Mets dejaron en el terreno a los Red Sox con el célebre error del siglo. Al día siguiente, los metropolitanos ganaron el séptimo juego ante unos desmoralizados malditos.

En 1988, otra Serie Mundial pasaría a la historia en letras grabadas en oro debido al primer juego. Los Atléticos de Oakland, impresionante equipo con una pléyade de peloteros como Rickey Henderson, José Canseco y Mark Mcwire enfrentaban a los Dodgers de Lasorda. Al cierre de la novena, Oakland ganaba por marcador de 4-3 gracias a un Grand Slam de Canseco cuando el cerrador estelar Dennis Eckersley subió a la lomita. Sacó dos outs con facilidad y estaba a uno de la victoria cuando le dio base por bolas a Mike Davis colocando el empate en primera base. Entonces Lasorda mandó que Kirk Gibson entrase a batear como emergente. Gibson era un veterano que había jugado con Detroit y ganado la Serie Mundial 4 años antes, peor había un problema…estaba lesionado de las dos piernas, aduras penas podía caminar. Cojeando, recibió una gran ovación del venerable. Eckersley lo puso rápidamente en 0-2 gracias a dos fouls. Ahora los Atléticos estaban a un solo strike. En cuenta de dos y dos, Davis se robó la segunda. Ahora el empate estaba a tiro de hit. Con cuenta llena, Gibson se preparó para un slider, sabía que Eckersley lanzaba casi siempre esa pichada en dicha cuenta. Entonces el colmillo y la habilidad de un bateador experimentado se hicieron presentes. Gibson abanicó e lslider con la fuerza de sus brazos y torso y la pelota se fue ladrando por todo el jardín derecho hasta perderse entre el público poseído por la locura. Gibson se llevó entre los spikes a Davis y dejó en el terreno a Oakland. Kirk cojeó alrededor de las bases mientras el célebre Scully hacia la crónica: In a year that has been so improbable…the impossible has happened!

Kirk Gibson festeja su cuadrangular legendario

Fue una época de explosiones.

La televisión de paga y los grandes patrocinios hicieron al beisbol uno de los negocios más lucrativos en el capitalismo imperante.

Por ejemplo, en 1990 Robin Yount de los Brewers ganaba $3.2 millones de dólares al año mientras que Roger Clemens y Paul Molitor recibían $2.6 millones. Para el año 2000, el pitcher de los Dodgers Kevin Brown, que ni siquiera era una super estrella, recibía $ 15. 7 millones de dólares y Randy Johnson $ 13. 6 millones. 

Al temer que una lesión terminase con sus millonarias carreras, los jugadores ya no se atrevían a hacer grandes jugadas, no se barrían con fuerza, no trataban de robarse el home y los lanzadores cuidaban su brazo saliendo de los juegos en la 7ma u 8va entrada.

La opinión pública cambió, de ser héroes, los jugadores pasaron a ser muñequitos sobre pagados. Los reporteros y comentaristas se preguntaban cuán justificados estaban los absurdos salarios. 

En 1986, el gran Pete Rose se retiró después de haber roto el récord de Ty Cobb. Como manager de los Reds alcanzó 1989 cuando un escándalo de apuestas hizo que el Comisionado lo expulsara para siempre del beisbol. Durante años no se tomaron en cuenta sus récords y hasta hoy está vetado del Salón de la Fama.

En 1994 el conflicto entre los dueños y los jugadores por cuestiones monetarias estalló en una huelga. Ese año se canceló la Serie Mundial.

No obstante estas desgracias, surgieron grandes leyendas de la pelota.