Leonardo Garibay Castorena
Hace un par de años que el Carlos me platicó de unas canciones que había escrito y de la intención de formar una banda. En ese entonces yo vivía en la Ciudad de México y él, en alguno de sus viajes, se quedó en mi casa para de allí tomar un taxi que lo llevaría al aeropuerto el día siguiente. Esa tarde, mientras yo trabajaba en mi estudio y él se debatía entre ponerse a chambear o matar el tiempo entretenido con lo que fuese, tomó mi guitarra y se aventó unas rolas. Yo dejé lo que estaba haciendo para poner atención y escuché desde el fondo del pasillo. –Órale, esto tiene un chingo de potencial…–, fue lo que pensé cuando terminó de tocar. Luego seguimos cada uno en lo suyo.
Fue hasta hace apenas unos meses que me enteré que la banda completa, Venados Muertos, ya estaba no solo ensayando, sino en el estudio, grabando su primer EP homónimo con el sello local PatitoRecords, de Omar de la Rosa. Desde ese momento, lancé la propuesta de grabar un episodio para alacalle.
La música de los Venados Muertos me es familiar en distintos sentidos. Por un lado, me recuerda al rock mexicano de hace 20 años, bandas como Jumbo o Zurdok; por otro lado, hay un sonido muy melancólico que me remite a épocas más lejanas. Y al mismo tiempo, hay un sonido propio, complejo y profundo, tanto en lo instrumental como en lo lírico, que se siente de lleno como algo nuevo. De lo que no cabe duda, es que llegan para sumarse a esta movida de los últimos años en donde han aparecido distintos actores y actoras en la escena musical regional. Algunos hablan del underground paceño, aunque esto me parece muy reduccionista al limitarse a un solo lugar; otros hablan de la escena independiente, pero ¿no son todos independientes hoy en día? Quizá sea una suerte de “nuevo rock sudcaliforniano”, pero la verdad es que yo no sabría cómo llamarle y lo mismo ni falta que hace. Tal vez el tiempo sea quien se encargue de ponerle un nombre.
Pensaba que el episodio de los (spoiler alert) Duck Fizz había sido el más difícil de todos, pero luego hicimos este y se terminó llevando el premio. Quedamos, como solemos hacer siempre, un par de horas antes del atardecer, en el anfiteatro abandonado que está detrás del Hotel Palmira, para acomodarnos, setear el sonido y hacer un par de pruebas. Sin embargo, las cosas no salieron como habíamos planeado y nos ganó la noche. Ni de pedo estábamos preparados para eso, el chiste era hacerlo con la luz del sol ocultándose en el horizonte, siempre lo hacemos así. Pero ya estábamos allí, ya habíamos montado todo y no queríamos tirar el día a la basura, así que decidimos grabar aunque solo sirviera de referencia para luego repetirlo. Pero era imposible, cada vez estaba más oscuro y no era una noche de luna. Entonces Iván propuso que usáramos velas y él mismo se ofreció a ir a comprarlas. Y eso fue lo que hicimos, con un montón de velas y las luces de los teléfonos, mal que bien iluminamos la escena y la grabamos. Desde un principio me convencí de que lo que teníamos no servía y que tendríamos que repetir. Así, unos días después nos citamos en el mismo sitio pero a las 5 de la madrugada, cambiando un poco la jugada. Si sucedía cualquier contratiempo, mejor que nos ganara la luz y no la oscuridad. Volvimos a grabar y quedamos satisfechos. Sin embargo, no fue sino hasta el momento de la mezcla en que descubrimos una falla en uno de los micrófonos. Yo ya no hallaba qué hacer, así que decidí someterlo a votación con el Roge y los miembros de la banda y todos coincidieron, a pesar mío, en que la primera versión de noche era la mejor, tanto en lo visual como en lo sonoro.
No voy a extenderme más y mejor les dejo aquí la entrevista íntegra que hicimos después de grabar el episodio.
–¿Quiénes son los Venados Muertos? ¿Cómo es que nace la banda y por qué el nombre?
–En realidad nos queríamos llamar Matavenados, pero una banda de progresivo sonorense tuvo la genial idea de formarse antes y ganar el nombre. A Carlos se le ocurrió la idea, porque buscaba reflejar la metáfora de la modernidad como un sistema de dominación y destrucción del ambiente. Incluyendo a la gente que habita allí. Por suerte, Iván bromeó con el nombre de Venados Muertos, lo cual no estuvo descabellado, pues daba la misma idea que se buscaba al principio. El asunto era reflejar esa otra realidad a través de la música. Como diría otro músico y amigo, Sergio Reynaga, en una de sus canciones: “la música es un arma”.
La banda no nació de un día para otro. Es parte de un proceso lento que comenzó en 2009 con una guitarra de cuatrocientos pesos y unas ganas enormes de escribir, de hacer música con un sentido social y narrar historias escondidas en la cotidianidad de la calle, o simples momentos en los que todo parecía no tener sentido y encontrarlo en unos acordes con una melodía sencilla. Geovani, junto con Carlos, digamos que son los más ancianos en el proyecto. Se unió Javi, luego de un tiempo invitamos a Iván, quien nos habló de un bajista, el buen Alan, y ellos recomendaron a hko (Rocco). Ahora somos seis cabrones que nos conectamos para construir canciones con un sonido melancólicamente feliz: quién iba a decir que un filósofo y optometrista (Geovani Vizcaíno –Señor G–, guitarra rítmica); un ingeniero en sistemas (Javier Lucero, guitarra rítmica), un estudiante de lenguas modernas y multiinstrumentista (Rocco Rivera, batería), un escritor (Iván Gaxiola, guitarra eléctrica), un periodista (Alan Flores, bajo) y un estudiante de doctorado en Ciencias Sociales (Carlos G. Ibarra, vocal) conectarían tan bien.
–¿Cómo definirían la música de los Venados? ¿Le queda alguna etiqueta?
–Eso de meter en una clasificación algo tan etéreo como la música es difícil. Claro, se notan las influencias de cada uno, pero creo es un sonido fresco. Para nosotros es simplemente una bocanada de aire puro para continuar con la asfixiante monotonía de ser y estar dentro de este rebaño que llamamos sociedad. Algunos nos han dicho que estamos muy cercanos al género Lo-fi. Hay mucha nostalgia en el sonido y mucha crítica al poder. En nuestro primer EP, Venados Muertos, grabado en PatitoRécords, el cual está compuesto de tres rolas, nos enfocamos en el existencialismo. Expansión es la canción que ya anda sonando; para el 20 de septiembre esperamos el lanzamiento de un segundo sencillo, Veneno; y, por último, Causa y herida para el mes de octubre.
–¿Cuántas composiciones originales tienen?
–Hasta el momento llevamos seis rolas: estamos trabajando para tener once en octubre. Ahora nos encontramos en el proceso de sacar una séptima, llamada El equilibrio, compuesta por Iván Gaxiola, y están pendientes otras cuatro: queremos tener una hora de show antes de que acabe 2019.
–¿De qué habla Expansión? ¿Cuál es la historia detrás de esta canción?
–Expansión es un viaje. Es el eterno retorno. Carlos la compuso inspirado en ese sentimiento que te deja el irte de tu pueblo. Por eso, la canción se refiere a regresar a buscar el hogar que dejaste, pero te das cuenta de que cambiaste demasiado y por ello no puedes encontrarte de nuevo. Habla, en cierta forma, de aceptar el camino finito de este parpadeo que es la vida.
–¿Cómo fue el tener que hacer una versión acústica?
–Estuvo chingón. La gente en la banda es muy engranada, por no decir obsesiva. Entonces, cuando nace la oportunidad de presentar Expansión en ese estilo, tuvimos que ponernos las pilas para adaptarla al formato.
–¿Considerarían hacer más versiones y/o presentaciones acústicas?
–La idea nos gustó tanto que esperamos pronto realizar un acústico, pero ya más adelante.
–Estuvieron un rato en el estudio de grabación. ¿Qué sigue, cómo y cuándo? Sencillos, EPs, un LP…
–Esperar a que salgan los otros dos sencillos, Veneno y Causa y herida, para comenzar, quizá el año entrante, con otro paquete de tres rolas. Estas serán totalmente diferentes, porque cada vez nos acoplamos más y llegamos a un sonido más maduro. Por supuesto, queremos salir a tocarlas.
–¿Tienen fechas para presentarse este año?
–Confirmadas tenemos dos. Una el 15 de septiembre con nuestros hermanos de Vape, y el buen Pablo Ahuja, desde que salimos, nos metió en la lista para tocar en el 612 Orginal Fest, que se celebrará el 19 de octubre en La Casa Vieja.
–A lo mejor es muy pronto, pero ¿se les ha ocurrido la posibilidad de colaborar con otros músicos/bandas locales?
–Nos encantaría. Imagínate componer algo con el Koky, de Sónica, o con Jero, de Armajerón, o Sergio Osuna, de Inefable o con la cantautora Marisol Murillo… sería onda. Pero todo esto son ideas al aire, porque no hay nada concreto. Todo a su debido momento.