Mario Jaime

Panem et circenses once more

and at the end of the road, disaster.

Sir Lewis Namier

El deporte como aparato ideológico de estado funciona junto con otras estrategias como el nacionalismo o el chauvinismo.
Los dos pasatiempos estadounidenses por excelencia, el futbol americano y el beisbol dan muchos ejemplos históricos al respecto.
El futbol americano, que derivó del rugby, se convirtió en una alegoría de la conquista del oeste americano y más allá. Los equipos representan dos ejércitos que van conquistando territorios, aniquilando tribus; metáfora de la historia estadounidense, su imposición devoradora de tierras e islas durante 200 años. El Destino Manifiesto es un pretexto religioso para robar tierras ajenas y conquistar, e incluso eliminar pueblos enteros. Fue descrito por John L. O’Sullivan en 1845 en un periódico de la siguiente manera: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno”.
La Providencia es el dedo de Dios mismo y es una excusa tan vieja como el hombre. El mismo Hegel basó gran parte de su filosofía histórica justificando un tipo de razón como espíritu del mundo, es una versión estilizada de esa excusa.
Pues para Joseph L. Price, este deporte es la promulgación contemporánea del espíritu americano de la frontera, una alegoría de ese Destino. 
Actualmente, la NFL es una de las ligas profesionales más exitosas del mundo. A partir de la década de los 60’s, el patriotismo fue de la mano del negocio. En 1991, el comisionado de la liga Paul Tagliabue declaró que la NFL se había convertido en la versión invernal de la celebración de 4 de julio. Otro comisionado, Pete Rozelle dijo “Ha sido un esfuerzo consiente de nuestra parte el traer el patriotismo como un elemento dentro del Super Bowl”. (El subrayado es mío).
¿Será que el patriotismo es un eufemismo de nacionalismo?
Incluso cuando el ejército era masivamente impopular, en el contexto de la guerra de Vietnam, Rozelle estableció lazos entre lo militar y el juego. Grandes estrellas de la época como Johnny Unitas, Bart Starr, Gene Upshaw, Frank Gifford y Dick Butkus viajaron a Vietnam en nombre de la NFL para apoyar a las tropas.
El ex marine y reportero deportivo Matt Ufford lo analiza de esta manera: “Se siente como si la NFL usara al ejército como para apuntalar y hacer sentir mejor a sus fanáticos sobre América y por extensión a la liga”.
Si a ti lector, como a mí, te fascinan los partidos de la NFL sabrás que antes de que comience, decenas de uniformados despliegan una bandera gigantesca de Estados Unidos mientras flanquean a un cantante que entona el himno nacional.

En el 2009, los locutores del programa NFL Fox Sunday transmitieron desde la base aérea de Bagram en Afganistán usando uniformes militares (que por cierto es un delito) mientras ponderaban a los soldados como verdaderos héroes.

La NFL tiene un programa titulado Salute to Service en el que honra veteranos y militares en servicio durante una jornada. Incluso se puede comprar camisetas, gorras, balones y uniformes de cada equipo con motivos del ejército estadounidense.

Ahora bien, la cereza del pastel es el juego por excelencia, un evento que se ha convertido en un ritual religioso: el Super Bowl.

Es el evento anual más visto en los Estados Unidos, nueve de los diez programas con más rating en la historia de ese país son super tazones y por tanto tienen los anuncios más caros del mercado. En el primer Super Bowl en 1967, veinte segundos televisivos costaban $ 42 mil dólares, en 1985 treinta segundos valían $ 1 millón, para el 2020 costaba $ 5.6 millones de dólares.

Ante tal cantidad de dinero y espectadores, el nacionalismo se pondera.

En el Super Bowl VI en 1972, la plebe ondeaba banderas estadounidenses mientras varios jets Phantom surcaban el cielo arriba del estadio, esta práctica se hizo habitual como parte del ritual. Fue en dicho partido en el que se pidió a los asistentes elevar una plegaria por aquellos muertos o desaparecidos en el sureste asiático.

En el Super Bowl de 1985, el mismo presidente Ronald Reagan lanzó el volado en el centro del campo.

En 1991, en el Super Bowl XXV se le dieron a cada uno de los 72 500 aficionados una banderita, los asistentes tuvieron que pasar detectores de metal pues se temían ataques terroristas, y la gente lloraba mientras Whitney Houston cantaba el himno y los aviones cruzaban el cielo. Los Estados Unidos empezaban sus sucesivas invasiones en Irak que durarían décadas.

La apoteosis política llegó en el Super Bowl de 2002, justo el primer campeonato de los Patriots. ¿Coincidencia o Destino manifiesto? En septiembre de 2011, varios aviones se estrellaron contra diversos blancos como las Torres Gemelas y el Pentágono, justificación para comenzar más guerras por el orbe, oficialmente se considera como el ataque terrorista más sangriento en la historia de ese imperio moderno. Durante el medio tiempo, el grupo U2 realizó un tributo a las 2977 víctimas del 9/11. Al tiempo que tocaban, los nombres de las víctimas aparecían en una enorme panta tras ellos. El vocalista Bono abrió su chaqueta para mostrar una bandera de Estados Unidos en su pecho.

Para Christopher R. Martin, el Super Bowl es un fantasma local, una visión solipsista de los estadounidenses que creen en él como ritual religioso en donde el mundo entero está pendiente. Incluso al ganador del juego se le llama campeón mundial, sobre estimando la importancia de ese deporte. De hecho, al mundo no le interesa demasiado este evento. En el 2000, se estimó que 800 millones de personas vieron el Super Bowl pero 1300 millones vieron la final del Mundial de futbol entre Brasil y Francia. Solo los estadounidenses (y algunos mexicanos) creen que el Super Bowl es un evento que repercute a nivel global. Tan sólo, cada juego del mundial de fútbol es visto por 2 mil millones de personas en promedio, multiplica, lector este número por los 64 juegos del torneo. El Mundial de Cricket, que reúne a los países del viejo Imperio Británico atrae a otros 2 mil millones de espectadores cada cuatro años, pero ni siquiera es mencionado en los Estados Unidos. Incluso la Copa mundial de rugby en Sudáfrica en 1995 tuvo 2.5 mil millones de espectadores. Pero aun en Canadá, en dónde el fútbol americano es muy popular, no es el Super Bowl el evento deportivo más visto por la afición canadiense sino la final de la Grey Cup, con un promedio de tres millones de espectadores. En México, la NFL es muy popular pero no quiere decir que el Super Bowl es tan importante a nivel nacional como creen los gringos. En 2021, el juego entre Kansas City Chiefs y Tampa Bay Buccaneers fue visto por más de 10 millones de televidentes en México, lo que equivale a aproximadamente el 8% de la población total mexicana. Sin embargo, el juego del Mundial Qatar 2022 entre México y Argentina fue visto por 40.5 millones de mexicanos.

Sin embargo, para los estadounidenses, el Super Bowl es el evento más grande del mundo. Para Real, este partido es un microcosmos del modo de vida estadounidense repleto de rituales, mitos y arquetipos heroicos que se imbrican con aspectos de territorialidad, trabajo y propiedad privada. Una ideología colectivamente celebrada.

Un caso interesante es el affair que enfrentó dos posturas políticas contradictorias en medio de la liga como telón; el caso de Colin Rand Kaepernick. Este atleta jugó seis temporadas como quarterback de los 49’s de San Francisco. Ganó 28 juegos y perdió 30. En 2012 llevó a su equipo hasta el Super Bowl pero lo perdió contra el equipo de los Ravens. Su mejor temporada fue en 2013 en donde tuvo récord de 12-4 pero perdió la final de Conferencia.

Kaepernick era un jugador que se consideraba a sí mismo de raza negra a pesar de ser hijo de una mujer blanca. Su madre adolescente lo puso en adopción cuando él tenía 5 años y aunque una pareja estable lo adoptó, él se ha asumido como víctima de discriminación a lo largo de su vida.

En un juego de pretemporada de 2016, Kaepernick no se levantó durante la ejecución del himno nacional. Cuando un reportero le preguntó la causa, el jugador alegó que no podía mostrar orgullo ante la bandera de un país que oprimía a la gente negra. A lo largo de la temporada, Kaepernick se arrodillaba en la ceremonia del himno junto con otros jugadores en favor del movimiento político Black Lives Matter. Este movimiento comenzó en 2014 como protesta en contra de la brutalidad policiaca que costó la vida de varias personas afroamericanas. Muy pronto la interpretación de los eventos provocó polarización. De acuerdo con una encuesta en 2015 realizada por el Marist College Institute for Public Opinion, cerca de 2/3 de negros estaban de acuerdo con dicho movimiento. El 41 % de los blancos pensaban que ese movimiento defendía la violencia en contra del gobierno mientras que el 59 % de los blancos pensaba que era una distracción de los problemas reales de discriminación. Pronto surgieron movimientos en contra como All lives matter, que propugnaba un racismo a la inversa, Blue lives matter, que defiende la acción policiaca en contra de delincuentes que se victimizan solo por su raza, y el polémico White lives matter defendido por grupos supremacistas blancos y neonazis.

En medio de esta pelea de establo, Kaepernick seguía arrodillándose. Los que lo apoyaban, aseguraban que era un activista valiente. Los que lo denostaban, alegaban que era un traidor a la patria y un hipócrita privilegiado. El colmo llegó cuando fue fotografiado usando calcetines que representaban a policías como puercos.

Pronto, muchos jugadores, incluso de otros deportes se arrodillaban ante el himno.

En un partido, los Steelers se negaron a salir a escuchar el himno. Solo un jugador, Villanueva, salió a honrar la bandera debido a que había sido militar.  En un juego de los Colts, el vicepresidente Mike Pence abandonó el estadio en desagrado cuando vio que los jugadores se arrodillaban.

En un mitin en Alabama, el entonces candidato a la presidencia Donald Trump se refirió al caso de esta manera: “¿No les encantaría ver a uno de estos dueños de la NFL cuando alguien le falta al respeto a nuestra bandera? ¿No les gustaría escucharlos decir, ‘saquen a ese hijo de puta fuera del campo de inmediato? ¡Fuera! Estás despedido’”. Las masas aplaudieron a rabiar.

Tras los insultos, el Comisionado de la NFL, Roger Goodell, respaldó a los jugadores y defendió su derecho a la libre expresión, pero solo fue una actitud sosegada ya que Kaepernick fue cortado por su equipo al final de la temporada.

El jugador pasó a ser agente libre y aunque era mejor que muchos en su posición ya nunca fueron contratado por ningún equipo. Era obvio que lo habían cesado por sus opiniones políticas. En octubre de 2017, Kaepernick demandó a la NFL acusando a los dueños de colusión para mantenerlo fuera, pero llegó a un acuerdo en 2019. De todas formas, nadie lo volvió a contratar.

Referencias:

Branch, John (September 7, 2017). “The Awakening of Colin Kaepernick”. The New York Times.

Butterworth, M. (2008). Fox Sports, Super Bowl XLII, and the affirmation of American civil religion. Journal of Sport and Social Issues, 32(3), 318-323.

Price, J. L. (1984). The Super Bowl as religious festival. Christian Century, 22, 190-191.

Real, M. R. (1975). Super bowl: Mythic spectacle. Journal of Communication, 25(1), 31-43.