Octavio Escalante

Se equivocan quienes piensan que los destrozos hechos por las mujeres en el palacio de gobierno es una manera de llamar la atención y desahogarse una vez al año. Si quebrar unos vidrios funcionara para sanar, las mujeres tendrían que estar diariamente destruyendo todo a su paso, arrojando piedras contra las ventanas de las oficinas donde fueron acosadas, quemando los carros de profesores universitarios, profesores de prepa, de secundaria, de primaria, o de los padres y tíos que las tocaron cuando eran tan pequeñas que no podían preparar una fogata o un coctel molotov.

Estar hasta el cuello es una frase que se queda corta cuando el país es un panteón sin lápidas, cuyos cadáveres son encontrados eventualmente por brigadas de madres que han decidido atenuar su propia pena llamándoles «tesoros»  a los cuerpos de sus seres perdidos. Y de pronto una llamada anónima, de algún sicario indeciso, de algún policía municipal o de un ciudadano de a pie al que se le pagaron 3 mil pesos por enterrar a medias un cuerpo; no puede dormir sin revelar en qué parte lo hizo.

Uno se sumerge en los comentarios a las publicaciones sobre la marcha del 8 de Marzo y los destrozos, sobre la convocatoria en la que también hubo cantos y confesiones sobre abusos arrastrados desde la niñez, en la casa, en la calle y en el trabajo, hasta la detonación indescriptible del feminicidio, y entonces se lee debajo la indignación de algún ciudadano ejemplar preguntándose «¿A cuántas familias, a cuántas mujeres perjudicaron con su vandalismo estas feministas?».

Pues que multiplique a las 3492 mujeres asesinadas sólo en 2021, 922 por feminicidio y el promedio del gasto en servicios funerarios, sin contar los de las búsquedas desgraciadamente fructuosas para que se haga una idea de la imbecilidad de señalar los perjuicios del aerosol, las rocas y el batazo en las ventanas.

Hice el experimento de poner mi nombre junto a la palabra «hallado» y apareció un artículo sobre unos documentos inéditos de Octavio Paz, el nombre de un barco fantasma del siglo XVIII, la ejecución de Octavio Ocaña y el cuerpo de un excongresista hallado en Cali en 2013, entre otras cosas dispares. Al poner mi segundo nombre, Israel, aparece una lista de artículos sobre arqueología.

Con un nombre cualquiera de mujer, Julia, por ejemplo, la lista de homicidios fue larga y diversas las fechas, sitios y motivos, para una Julia que es muchas Julias sólo en la primera pestaña de mi buscador. El detractor profesional apela a las estadísticas en México y argumenta que el número de hombres asesinados es mayor, y que a los hombres también los violan. En ese nivel de discusión sólo hace falta agregar el dato duro de que sus violadores o asesinos son [casi] exclusivamente hombres.

Es una mierda escribir sobre esto siendo hombre, porque me siento desacreditado de antemano y –como en el principio de incertidumbre– hay un margen en el que no puedo observar ni ser observado sin alterarme. No obstante, no hablamos de partículas sino de lo que pasa cada día a nuestros ojos y que los niños de Stephen King llaman «Eso», una entidad maligna alimentada por todos los adultos que vieron un abuso y no dijeron nada.

Acaban de sentenciar a 65 años de cárcel a un militar que mató a su esposa en Guerrero Negro, intentó enterrarla en un descampado y decapitó a su bebé. Otro, en Melitón Albáñez, estranguló a finales de enero a su pareja y luego se ahorcó. Uno que mandó al hospital a su novia luego de darle una paliza, huyó. La autoridad se resiste a llamarlo feminicidio en Bahía Asunción y, por otra parte, se resigna a informar que ha despedido a funcionarios por acoso sexual, mientras el organigrama se mantiene intacto en las páginas oficiales de esas oficinas de gobierno.

Siguen abiertas carpetas de investigación por aborto, sigue sin avanzar la armonización del decreto de la Suprema Corte y siguen intentando solaparse las manifestaciones feministas con eventos programados en los mismos horarios. Pero esto último es lo menos grave y mucho menos en esta ocasión en que la convocatoria fue tan contundente, que se dejó ver como el movimiento social más fuerte en Baja California Sur, al que se van adhiriendo trabajadoras de maquila, académicas, artistas, amas de casa que se encuentran con jovencitas de preparatoria o con niñas de doce años cargando una cartulina que dice «nos están matando», «las niñas no se tocan».

Hay todavía tantos que quieren ignorar el problema diciendo «¿quién está detrás de ellas, quién las maneja?». No dudo que ciertos sátrapas hagan uso de ese poder, pero que de una vez salgan de su confusión y se borren esa sonrisa jactanciosa quienes crean que una mujer a la que su cuñado le violó a su hija de 7 años, acudió a denunciar y fue ignorada, va a la marcha del 8 de Marzo porque hay un político detrás diciéndole lo que tiene que hacer.

El movimiento feminista está integrado por muchos puntos de encuentro, conectados por el reclamo legítimo de violaciones a derechos y conquista de los mismos, así como contra sangrientos crímenes perpetrados por toda clase de personajes, desde instituciones hasta padres a hijas. Ellas sabrán dialogar internamente, pero por más divergencia que haya entre una postura y otra, nunca se alejarán tanto del centro del asunto como para no apoyarse al final del día. Así que, cuando se exprese la crítica contra el movimiento desde fuera, que se tenga en cuenta que por muy Punk que sea el feminismo, éste no está muerto, sino que está hirviendo de vida.

Desde este lado nos toca trabajar mucho para que se nos quite lo culeros, actualizar el software a fondo y no sólo cambiar el protector de pantalla frente a un sacudimiento cada vez más fuerte de mujeres que tienen miedo de regresar solas a casa, pero no de alzar la voz por aquellas que no lograron regresar.

Lo he reflexionado desde hace un par de años y llegué a la conclusión de que nunca he conocido a una mujer cobarde en mi vida. ¿Tú sí? ¿podrías decir quién y por qué, como lo están haciendo ellas al señalar a sus agresores, con nombre, actos y foto? Aaaay, El 8M, el Día Internacional de la Mujer, cómo levanta pasiones y cómo desenmascara.

Fotografía de ©Sandra Muñoz, 8M2022La PazBCS