Me vas a comer exageradamente, a recordar tus reencarnaciones de médico del XVII y abrirme enteramente, desconsideradamente, abiertamente, independientemente me vas a abrir entero y a tomar con tus manos mi corazón y otros órganos y alzarlos como un niño recién nacido escurriendo llanto y sangre desesperadamente.

Me vas a contener exageradamente, a absorberme completo contundentemente como no se puede hacer de otra manera en estos valles en los que hasta el viento tiene peso, y los besos son como imanes de montaña, las puntas de los dedos como lejanos enemigos que vienen a cobrar venganzas despiadadamente.

Estoy aquí, pacientemente, mientras pienso en usted profundamente, acaloradamente, ardientemente pienso ardientemente siempre. Calma total siento ardientemente, azuzado sin duda, flama incandescente de cabellos o vientre.

Sentado estoy a punto de dormir, angustiosamente, y despertar penurias muy temprano valientemente, arropando el vacío oscuro de esta flor fluorescente, de este recuerdo permanente de tu ardor potente. De tu ardor potente. De tu ardor potente. De tu ardor potente.