Iván Gutiérrez

Sábado 28 de mayo, 2022. Aquí hay drogas, música electrónica a cargo de Djs nacionales e internacionales, gente bailando sin tener ya el control de sus cuerpos, luces en el cielo que forman escapes de la realidad. Es un rave, ¿qué esperabas?

“Cuando uno está ahí, bailando, piensa cosas”, dice Mariano, sentado en una de las sillas a las afueras de la casita de acampar que hemos instalado en este terreno de tierra, mismo que en las próximas horas será hogar para los corazones inquietos ávidos de explorar los recovecos mentales y psicodélicos a través de sustancias combinadas con beats de techno y psytrance.

Aquí cada quien selecciona lo que se va a meter. Hay quienes vienen listos para chingarse un ácido entero con una tacha (Candyflip), a otros les basta con ácido y marihuana; algunos más prefieren irse por un trip espiritual y consumir hongos, a los que se les puede añadir también algo de ácido (hippieflip) y no faltan los que están listos para periquear con tal de seguir pisteando y bailando hasta que no se pueda más.

En esta ocasión hay dos áreas en el festival, uno con música Techno y otro con música Psytrance; en medio se encuentran los campamentos. Conforme avance la noche los espíritus alternativos congregados irán rotando de un lado a otro en busca de los beats que en ese instante necesite su estado emocional.

No falta en algunos rincones del lugar los elementos que le ponen un acento artístico al evento. Por una pared se ven un par de murales hechos hace unas horas bajo la luz del sol. Hay también un pequeño círculo de árboles, en cuyo centro hay luces que iluminan algunos tejidos geométricos de varios colores. Cada escenario cuenta con instalaciones de telas y luces que forman parte de la experiencia sónica-trascendental-psicodélica-algo-bien.

La noche está aquí y si bien a la llegada al evento alcanzo a tomar algunas notas claras de la experiencia, después de un rato la psicodelia se apodera de mí y no hay mucho que recordar más que el constante bombeo sonoro manipulado por los músicos haciendo su magia. Mi viaje fue más que nada introspectivo. Pasé la mitad de la noche conversando con Zsavio, navegando por el mar de experiencias que nos han atravesado; hubo otros momentos en que me perdí en mi mismo. Claro, en todo momento la música estuvo presente, siempre la música recordando que el corazón no para de latir, no todavía.

Acá algunos de los apuntes aleatorios de la noche:

El Dj, el Dj tiene que estar en conexión con el público, tiene que reconocer cómo está reaccionando la gente con su cuerpo a la música que reproduce; aquí la gente viene a bailar, drogarse y coger; el primer y tercer objetivo dependen mayormente de que el músico sepa crear un buen viaje; el segundo delimita el carácter psíquico de la experiencia”.

¿Cuánto veneno puede soportar tu cuerpo? Llega un punto en el que, si le pegas muy duro a esto del rocanrol, de repente los saltos en tu corazón ya no son como antes, no se sienten como antes, y entonces necesitas más, más dopamina, que venga de una notificación o de más drogas o de un culo nuevo o de música más pesada, pero que venga.

Ahora llueve y la gente sigue bailando, el clima no detiene a nadie. Aquí bailas o te congelas. El escenario de Psytrance se siente como una locura, lo que ahora están reproduciendo se siente como la música de un videojuego futurista híper moderno. El cuerpo se mueve como poseído, y detrás de todos estos movimientos en apariencia aleatorios hay un ritmo único en cada hijo te dio; cada quien maneja el suyo, cada ser transforma la música de acuerdo a sus experiencias previas. El historial de YouTube y las playlist de Spotify son parte fundamental de este proceso.

Nunca dejes que el miedo te domine, mejor confróntalo, es la única manera de crecer. Libera las emociones. No pelees con tus pensamientos, mejor bromea con ellos, no los tomes tan en serio, toma conciencia de ellos, y déjalos pasar, como las emociones. Todo es transitorio.

Brujos y brujas de la danza se manifiestan bajo la lluvia. Prenden antorchas y aros y empiezan a domar el calor, son dueños de la luz y de la sombra, del agua y del fuego, son alquimistas que bailan como nosotros, hipnotizados por la música, adictos a la música, al baile, a sentirse vivos en un mundo que lucra con la muerte.

En cierto punto termina por reventar el ácido y te deslizas por la intensidad del momento, guiado por estos estímulos que te hacen cuestionarte qué tanto estás enajenado y qué tanto disfrutas esta experiencia.

Ahora a Eduardo le tronó el perico y no puede parar de hablar y grita que ¡ánimo, no se me apaguen, vamos con todo, a seguir bailando a la verga!

No es mi primer Ekinox, tampoco sé si sea el último. Estuve aquí hace cinco años, el último antes de la pandemia; el tiempo pasó y aquí seguimos, a pesar de todo, bailando, bailando hasta la muerte.

Han pasado horas desde que empezó la música y como siempre ocurre en este acontecimiento ahí están los aferrafters, esas almas dispuestas a bailar hasta que se apague el sonido de la última bocina. Este breve festival nos permite salirnos de nosotros mismos durante 24 horas, olvidarse de todo menos de mover el cuerpo y escuchar al psytrance llevarte por visuales que se manifiestan con sólo cerrar los ojos. Pero todo lo que sube tiene que bajar, tarde o temprano, toca despertar.

Wake up, its time to go. Fin del sueño, hora de seguir muriendo un día a la vez.