El nacimiento del Nepo Baby

El término Nepo Baby (abreviación de nepotism baby) comenzó a ser utilizado en el ámbito del periodismo de espectáculos para referirse a los hijos de personas influyentes que han logrado éxito en industrias como el entretenimiento, la moda, el arte o la política, en parte gracias a las conexiones y privilegios que les otorga su familia.

El concepto ha generado debate porque, si bien muchos de estos individuos pueden tener talento, su acceso a oportunidades y recursos suele ser mucho más fácil que para alguien sin contactos en la industria. Este término se hizo popular en redes sociales y medios de comunicación, especialmente después de que la revista New York Magazine publicara un artículo en 2022 analizando el fenómeno en Hollywood.

Pero México no es ajeno a los Nepo Babies. Mientras el término ha sido utilizado principalmente para hablar del mundo del espectáculo, su aplicación en la política resulta aún más reveladora. En este ámbito, los apellidos pesan más que los méritos, y el acceso a posiciones de poder sigue una lógica hereditaria que desafía cualquier noción de democracia y representación.

Nepobabies en la política: el síntoma de una estructura de poder cerrada

Aunque el capitalismo tardío sostiene la narrativa de que cualquiera puede triunfar con suficiente esfuerzo y dedicación, la realidad es que el éxito rara vez depende solo del mérito individual. Factores como el capital económico, cultural y social juegan un papel crucial en la reproducción de élites. Los Nepo Babies encarnan esta paradoja, ya que su acceso privilegiado a redes de poder y recursos contradice la idea de un terreno de juego equitativo.

En Baja California Sur, por ejemplo, varios políticos que ahora ocupan puestos de elección popular han construido su capital político bajo la sombra de sus predecesores, reproduciendo un patrón en el que el poder se hereda más que se conquista. Esta lógica no sólo contradice la retórica de renovación y cambio con la que suelen presentarse los nuevos liderazgos, sino que refuerza una estructura donde la movilidad política está restringida a unos cuantos.

Pierre Bourdieu conceptualizó el capital social (redes y contactos) y el capital cultural (educación, habilidades, familiaridad con códigos de élite) como recursos que se transmiten generacionalmente. En la política mexicana, esta dinámica es evidente: no solo se hereda riqueza material, sino también acceso a espacios de prestigio, comprensión de las normas del medio y conexiones estratégicas que facilitan la inserción en la esfera pública.

Pobres porque quieren, poderosos por que pueden

En el capitalismo tardío, donde la acumulación de poder y recursos estatales está cada vez más concentrada, las oportunidades de movilidad política se reducen. Los espacios de toma de decisiones, que en teoría deberían estar abiertos a la representación democrática y la participación ciudadana, terminan funcionando como circuitos cerrados donde el acceso depende más de la filiación familiar, los pactos entre grupos de influencia y la herencia simbólica que de la capacidad o el compromiso con el servicio público. Esto refuerza la idea de que las élites políticas no solo se sostienen, sino que se autoperpetúan, consolidando redes de poder que limitan la renovación y reproducen las desigualdades estructurales.

Cuando los puestos de gobierno se convierten en patrimonio de unas cuantas familias, el ejercicio del poder tiende a priorizar la conservación de privilegios sobre el bienestar general. Esto facilita la corrupción, el tráfico de influencias y el uso del Estado como un medio para la acumulación de riqueza y poder.

La retórica contra el nepotismo y la reproducción de élites

En el contexto del capitalismo tardío, el nepotismo en la política mexicana no son solo prácticas cuestionables, sino síntomas de un sistema que reproduce y chiquea a sus élites. Morena, como otros partidos, ha denunciado el nepotismo en su discurso oficial, presentándose como una alternativa a las estructuras de poder tradicionales. Sin embargo, en la práctica, ha replicado muchas de las mismas dinámicas que critica, con casos documentados de familiares de funcionarios obteniendo candidaturas o cargos estratégicos.

Esta contradicción no es un accidente, sino una consecuencia lógica de un modelo político-económico donde el acceso al poder sigue mediado por lazos personales, redes de influencia y lealtades dentro de grupos de élite. En el capitalismo tardío, la política no opera como un espacio de transformación social, sino como un mecanismo de reproducción de privilegios, donde incluso los movimientos que se presentan como rupturistas terminan atrapados en las mismas lógicas de exclusión.

Lejos de ser una anomalía, el nepotismo es un reflejo de cómo el poder en México sigue concentrándose en unas cuantas familias y grupos, asegurando que la toma de decisiones permanezca en manos de quienes ya tienen acceso a recursos y conexiones. Esto perpetúa un modelo en el que la participación política efectiva está restringida para la mayoría de la población, mientras que el discurso meritocrático se usa como una ilusión para legitimar la continuidad de las élites en el poder.

Industry plants: ¿hay una salida?

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha manifestado su preocupación por el nepotismo en la política mexicana y ha tomado medidas para combatirlo. El 5 de febrero de 2025, en el marco del 108 aniversario de la Constitución de 1917, Sheinbaum anunció el envío al Congreso de dos iniciativas de reforma constitucional: una para prohibir la reelección en cargos de elección popular y otra para impedir que familiares inmediatos sucedan a funcionarios en sus puestos.

Si bien estas iniciativas representan un intento de limitar la transmisión hereditaria del poder, resultan insuficientes para desmantelar las estructuras que perpetúan la reproducción de élites políticas. El problema no radica solo en la existencia de mecanismos legales que permiten el nepotismo, sino en un sistema que favorece la concentración de poder y restringe el acceso a la participación política efectiva.

Los Nepo Babies son solo un síntoma de una estructura donde el acceso al poder está limitado a quienes ya tienen conexiones y recursos. Combatirlo requiere más que prohibiciones legales; implica transformar las condiciones de participación política y garantizar que el ejercicio del poder no dependa de la pertenencia a redes privilegiadas.

En este contexto, un industry plant es una figura que, aunque presentada como un fenómeno emergente o un “outsider” que asciende por mérito propio, en realidad ha sido colocada estratégicamente dentro de una estructura de poder gracias a sus conexiones, respaldo financiero o redes de influencia.

Un ejemplo de esto en la política mexicana podría ser cuando un partido impulsa a un candidato con una narrativa de renovación, cuando en realidad proviene de una familia con larga trayectoria en el poder, o cuando se presenta a un funcionario como un “ciudadano ejemplar” sin vínculos políticos previos, aunque detrás de escena cuente con el respaldo de redes de influencia establecidas.

Con una oposición que no ha logrado articular un proyecto alternativo real y con partidos atrapados en sus propias contradicciones, las decisiones de la política mexicana están por tomarse de nuevo en una cúpula cerrada. La tarea de evidenciar y cuestionar estas dinámicas es más urgente que nunca. Si no desafiamos la lógica hereditaria del poder, el futuro no será más que una repetición de los mismos apellidos y las mismas redes de privilegio.

El desierto crece.