Mar Guerrera

  • El deseo se desea. Nunca podré recordar las primeras ocasiones en las que experimenté deseo; tampoco tiene mayor relevancia. O sí. Quizá sólo es ocioso, un golpeteo para encender la llama de la palabra y la memoria. En algún momento me obsesioné con escribir una especie de inventario o historia de mis deseos, un mapa deseante que diera cuenta de mis formas de anhelar, de ansiar, de mi relación con dicha potencia en todo sentido. Me obsesioné con eso, con tomarlo como punto de arranque de exploración creativa, porque antes -durante muchos años- era el arrojo para otro tipo de exploraciones; las que -creía- eran mis deseos sexuales, eróticos, amorosos, de rabia y goce… los resultados a veces fueron dolorosos.
  • A muy temprana edad quise crear un mapa, uno propio que mostrara a detalle las formas en las que experimentaba la vida. Me parecía asombroso habitar la realidad: geográfica, cultural, social, corporal. Vivía con hambre de intensas constataciones de existencia; pasión punzante. Quería cartografiar mi forma de sentir, de vivir el dolor, la tristeza, la desolación, el deseo sexual, el coraje, la frustración, la rabia y el amor. Quería trazar esas formas tan íntimas, porque sencillamente no entendía la diferencia abismal entre lo que sentía como propio y las representaciones, lecturas, caricaturas o remedos que aparecían a mi alrededor como reflejo de esos sentires de “las mujeres”; o lo que se supone debíamos sentir.
  • Históricamente los mapas han representado los territorios, geográficos y corporales, desde nociones hegemónicas que construyen relatos dominantes y parciales que de ninguna manera dan cuenta de la complejidad y diversidad que habita la realidad. Cuando se trata de la erótica, han sido mayormente otros quienes han impuesto una cultura erótica dominante[1], la cual -además- ha marcado con violencias y temores la vida de mujeres y niñas. Una cultura que se ha reflejado en regiones del erotismo basado en la transgresión, la cosificación de lo femenino y el abuso. No es gratuito que muchas nos vivamos extraviadas en los terrenos del erotismo, de lo que nos hicieron creer que es la erótica nuestra. Cuando las mujeres nos reunimos a hablar sobre nuestra sexualidad y dimensión erótica, no sólo el placer y el deseo están presentes, también el miedo, la vergüenza, la culpa y el dolor.
  • Aunque también hay que resaltar que, pese a esas cartografías del erotismo hegemónico, extendidas y ensordecedoras, siempre han existido hojas de rutas creadas por contrabandistas (Castellanos, 1950) del placer. Aunque los grandes mapas han intentado invisibilizar las veredas de rebeldía, energía creadora encarnada y recreada por mujeres, nunca ha logrado sumir en su totalidad nuestra capacidad creativa, nuestras experiencias eróticas libres de falogocentrismo. Así que es hora de retomar en conjunto todos esos mapeos cuasi solitarios de lo íntimo y lo político que nos heredaron las ancestras, para tomarlos como brújula, para continuarlos y formar las propias contra-cartografías[2] de la erótica.
  • La pasión por la vida y la escritura me llevaron a intentar conversar con las otras a través de relatos; a lanzar botellas al mar y esperar respuestas. Quería saber si sentían con la misma intensidad ese crisol de emociones. Luego, esos mismos deseos me acercaron al feminismo y la revolución en mí comenzó. El asombro creció, pude pensar y escribir todo lo vivido desde otra perspectiva. Sin embargo, esa nueva forma de pensar la erótica, de experimentarla, aunado al duelo por la muerte de mi hermana, me dejaron un poco seca de palabras. Desde hace años ando a tientas la escritura. Me descubro un poco extraviada en la literatura, en la confianza, en la alegría, incluso en el deseo. Así que como no podía soltarme a escribir tanto como deseaba, sentí que debía abrir el ritual solitario de mi escritura e intentar crear desde la palabra colectiva.
  • Comencé a impartir talleres de escritura erótica y, a partir de ese fuego que serpentea cuando las mujeres creamos colectivamente, descubrí que era ahí donde debía estar. Nuestra intuición no se equivoca. En los talleres-círculos pude confirmar junto a otras la potencia de la palabra erótica. Descubrí que para muchas es importante recrear en colectividad [contra]cartografías de una erótica propia, nuestra. Primero, para dejar claro que esas representaciones históricamente impuestas sobre lo que el erotismo significa, nos son ajenas en muchos sentidos, y otros tantos nos hieren y nos violentan. Con las cartas en la mano podemos señalar y desarmar lo que no queremos en nuestra vida. Segundo, porque tenemos claro que siempre hemos creado nuestras hojas de ruta placenteras, más o menos influidas por las normativas patriarcales, mezcladas con el contexto de cada una, pero a fin y al cabo nuestras (queremos revelarlo para nosotras). Por último, porque sabemos que después de intuir y explicarnos colectivamente esos recovecos que nos habitan y habitamos, desde la experiencia de creación, surge una fuerza creadora, una llama, una cascada, energía pura, potencia erótica. Es nuestra, compleja y diversa.
  • La obsesión fue creciendo. El asombro y la potencia han tomado distintas formas. Realicé una investigación de maestría que tuvo como universo de estudio un círculo de escritura erótica. Un espacio donde quince mujeres nos reunimos una vez cada dos semanas a conversar sobre relatos eróticos; sobre la escritura como una erótica. Antes de entrar de lleno a la literatura, reflexionamos críticamente sobre el erotismo, sobre la cultura erótica dominante de nuestro contexto, y sobre cómo el patriarcado, el género, la heterosexualidad obligatoria, el clasismo, el pensamiento monógamo y muchos otros sistemas de opresión afectan nuestras vidas, nos marcan en mayor o menor medida, por lo tanto, también a nuestra dimensión erótica (quizás principalmente a la erótica, según como la entendamos). En ese círculo también nos preguntamos, si así entendemos o concebimos el erotismo, cómo lo significamos en nuestras prácticas, artísticas, afectivas…individuales y colectivas. Qué efectos o influencias tiene para nuestras vidas, esas representaciones del erotismo y, especialmente en la literatura. Cuáles son los relatos que nos han contado, los que recreamos a través de nuestras experiencias.
  • En ese camino circular la experiencia se convirtió en algo central. Fue a través de las experiencias eróticas, sexuales y amorosas de cada una que pudimos sopesar la influencia del erotismo hegemónico sobre nuestras historias. Fue impactante porque muchas vivencias eran compartidas, con sus matices y especificidades, pero de alguna forma las conocíamos, así que fueron sentidas entre todas. Abrazadas. En el círculo de escritura erótica descubrimos que esas experiencias de cada una, íntimas y políticas, además de colectivas, eran testimonio, revelación de sujeciones y epistemología de una erótica nuestra. El proceso de contar las experiencias para contrastarlas con las lecturas, analizarlas desde ciertas herramientas teóricas, tejerlas con las experiencias de las otras, escribir sobre ellas, liberarlas, dolerlas, gozarlas y reconocerlas, fue también una experiencia erótica en sí misma, que además propició procesos de toma de conciencia erótica feminista.[3]
  • En ese círculo, además de crear relatos eróticos desde nuestra cadencia, nuestras voces, sentando así un precedente de lo que para nosotras es la escritura erótica de mujeres, nos animamos también -por supuesto- a resignificar la erótica[4]. Para reconocer y continuar la conversación con algunas ancestras feministas, con compañeras del ahora, pero también para empezar a conceptualizar y politizar desde nosotras, específicamente respecto a -y desde- dicha dimensión vital.
  • Por supuesto una investigación académica tiene ciertas limitaciones como el tiempo que te come. Así que, en ese círculo, con una duración determinada, a través la etnografía feminista, entrevistas y análisis literario, sólo pudimos dedicarnos a temas muy acotados; en particular profundicé en los procesos de toma de conciencia feminista y la forma en la que dichas experiencias -en el círculo- estéticas, catárticas, eróticas y pedagógicas, influyeron en la producción subjetiva de cada una de las participantes. Pero sin duda quiero seguir creando-escribiendo desde la colectividad, indagando, trazando [Contra]cartografías eróticas nuestras de ciertos parajes, oasis, llanuras, sierras, lagos, volcanes, riachuelos, valles… que solo nosotras conocemos.
  • Intenté abrir otro círculo de escritura erótica, pero el tiempo y la hiperproductividad capitalista tenían otros planes para mí y para muchas otras. Así que ante tal frustración decidí abrir la conversación, los esbozos de rutas eróticas colectivas a través de una especie de botella al mar virtual en forma de “columna”.  [Contra]cartografías, cartas de navegación para las humedades y las mareas, la vida compartida, desde el amor, la resistencia, la pasión de estar vivas y encontrarnos desde la palabra.
  • La invitación es para tejer escritura colectiva, en este espacio que se abre. Para explorar en conjunto temas relativos a esa concepción de la erótica (también para ampliar dicha noción). Se me ha ocurrido realizar entrevistas virtuales, proponer temas y también asumir las propuestas de amigas y compañeras, para escribir sobre ello. Analizar libros o películas. Trazar a retazos, puntear experiencias en torno a la erótica. Reunir reflexiones y bosquejar nuestros territorios, los geográficos, corporales y simbólicos, observar sus divisiones, características, representaciones, desplazamientos; dialogar sobre distintas perspectivas.
     
  • Invito a quien desee sumarse al viaje, para crear en conjunto [contra]cartografías feministas que permitan nombrar dolores, heridas, desigualdades y violencias que han atravesado nuestra dimensión erótica; y nombrar también las resistencias placenteras -cotidianas y extraordinarias. Las coordenadas de los propios territorios, las brújulas y faros que nos guían, los cantos que nos atrapan o simplemente nos tambalean. Convoco a compartir mapas, rutas y grutas de nuestra erótica, que surgen de la revolución íntima vinculada al movimiento feminista, que además toma cuerpo en los discursos, la encarnamos, así que está presente en los gestos, sentires e intuiciones; en el arte, en nuestras prácticas, sueños, deseos y fantasías.
  • Hace algunas semanas lancé en mi Facebook una invitación a responder una entrevista sobre fantasías eróticas. Algunas amigas y compañeras generosamente compartieron sus experiencias. Así que seguramente esa será la siguiente entrega. La primera [contra]cartografía. Si deseas colaborar, puedes escribir a: eroticafeminista@gmail.com
  • Antes de abandonar esta primera hoja de ruta, quiero mostrar la “contra”, el reverso de esta columna erótica; precisamente porque nuestra relación con la escritura atraviesa dicha dimensión.
    Detrás de este texto que puede parecer escrito a la ligera, hubo días de sequedad, frustración, desconfianza y tristeza. No sabía cómo, ni por dónde empezar. Cómo invocar a las hermanas, amigas, compañeras, a las intensas, locas, apasionadas, brujas, incomprendidas, placenteras, heridas, temerosas, enamoradas, abandonadas, alegres y profundas (otras) (yo).
  • Para reconectar con mi yo escritora, para retomar mi voz, recurrí a un texto de hace años, donde criticaba las raíces patriarcales de cierta literatura erótica, más o menos me animé a hablar de los talleres de relato erótico como una propuesta. Al preguntarme qué podía retomar de aquel ensayo, vinieron a mi mente las varias críticas que llegaron por ser crítica con el patriarcado, con el erotismo hegemónico. Me acusaron de tener una cruzada contra “el erotismo”; por decir algo como que el BDSM tiene poco de moderno y transgresor… ¡Vaya! una se vuelve crítica de estos temas, y la tachan de neo monja o panista. Pero, luego pensé en un pasado más pasado y encontré otras tantas “críticas” o “insultos”. Cuando una escribe sobre “estos temas” de manera más bien anecdótica, descriptiva, la tachan de puta, la cosifican, la violentan o la usan.
    Parece que el problema es que una “se obsesione” o se atreva a discurrir sobre estos temas, desde cualquiera que sea la perspectiva o postura.
  • Así que me decidí a escribir esto y convocar, bajo el riesgo de que no haya respuesta, o que si las hay sean poco amables e incluso ofensivas. Como feminista una se acostumbra a abrazar el rechazo, cierta “incomodidad”.  
  • Como último paraje de este recorrido: Pensar en todo esto de escribir una colaboración sobre uno de los temas que más conozco, me llevó a recordar una historia sobre mi escritura erótica. Cuando tenía diecinueve años trabajé como reportera y articulista en un periódico en Nuevo Laredo. Duré poco pues me corrieron por escribir una columna “pornográfica”.
    Resulta que llegué a ese periódico porque un amigo reportero se enteró que buscaban articulista, y como sabía que me gustaba escribir, me contactó para una entrevista. Me vi con el editor, cuando preguntó por mi experiencia con la escritura le dije que escribía literatura erótica, que tenía algunos relatos; le agradó la idea y me contrató.
    Entre los muchos quehaceres que tenía, me asignaron escribir una columna tipo “Consultorio sexual”. Amaba esa tarea. Me encantaba inventar cartas con consultas sobre sexualidad, y respuestas -que seguramente estaban plagadas de clichés- desde una mirada dizque experta (espero no haber afectado a alguien, aunque les juro que para mí eran como cuentos, no llevaban malas intenciones secretas).
    El caso es que una vez escribí sobre una mujer que se reconocía como deseosa, y ponía de pretexto la ausencia de su esposo para masturbarse varias veces al día, encontrarse con ella; y bueno, el problema que manifestaba era que sentía culpa. Esa historia fue mi condena.
    Según recuerdo escribí con tal intensidad y detalle esa “columna”, que la directora de dicho periódico se escandalizó. Resulta que leyó la historia y “sintió muchísimo miedo de que aquello pornográfico estuviera dentro de su hogar al alcance de sus niños”. Así que llamó a recursos humanos y dio la orden de que me corrieran; claro, ofreciéndome un cheque por trece mil pesos o la opción de demandar y perder “hasta lo que no tenía”. Por supuesto que tomé aquel dinero -nunca había visto tanto junto- y me fui de ahí sin poder sacar mis cosas (esa era la única condición, se me enviarían a casa, pues ya no querían verme).
    Recordé esa historia y pensé que quizá llegó mi momento, desde quien soy ahora, de tener un espacio, ya no para “consultar”, sino para mapear a nuestras anchas las [Contra]cartografías de nuestra erótica, y todo lo que eso conlleva. Más allá de sufrir por ser considerada mocha o pornógrafa, estoy más que emocionada deseando que muchas otras mujeres se animen a acompañar estas reflexiones, representaciones y estampas de todo lo que anida en nuestra fuerza creadora. Lo que compartimos y lo que nos hace únicas (nunca jamás idénticas, pensando en Amorós).

  • Estoy cansada de fingir que no me parece importante escribir y conversar sobre la erótica. Para mí ha sido vital. Reconfortarnos, acompañarnos, sanar y gozar con otras, desde el acompañamiento empático, creativo. Gracias a todas las mujeres que me han contado sus historias y han escuchado las mías. Madre(s), hermanas, amigas, primas, tías, vecinas, compañeras de lucha, de escuela, de vida.

[1] Según Marcela Lagarde, cada cultura incluye una cultura erótica específica conformada por relaciones sociales, normas (prescripciones y prohibiciones), códigos, preferencias, prácticas, conocimientos, sabiduría, concepciones, lenguajes y tabúes. Y es el bloque político cultural dominante quien impone por medio de sus instituciones, una cultura erótica dominante, la cual resulta ser patriarcal, clasista, genérico, racista, específico y distintivo para los grupos de edad, y para los sujetos, de acuerdo con su conyugalidad y sus particulares tradiciones (1990; 209).

[2] [Contra]Cartografías pues se reconocen y se crean desde la colectividad, desde el punto de vista de las mujeres que participan, sabiéndonos sujetas creadoras de cultura. Mapas creados desde los saberes situados y críticos para registrar las reflexiones y afectaciones -en su sentido más amplio- de ciertos fenómenos sociales, como las violencias sexuales y feminicidas que arrasan nuestro territorio geográfico-corporal.

[3] “[…] guiada también por algunas claves brindadas por Graciela Hierro en La ética del placer (2001), podría definir la toma de conciencia erótica feminista como un proceso de concienciación de las mujeres que inicia por reconocer su situación de subordinación dentro de la cultura erótica dominante, por lo tanto en todos los ámbitos que atraviesan su dimensión erótica, y que ese estado de las cosas puede ser superado mediante la reflexión y acción de una resignificación de la erótica en lo individual y colectivo, lo que implica que cada una indague en cómo apropiarse de su ser, por lo tanto de su dimensión erótica, su sexualidad, su cuerpo y su placer. Lo que las llevará a buscar que como grupo accedan al derecho a decidir libremente sobre su cuerpo, sus productos y goce (Macías, 2022:102)

[4] Desde el círculo asumimos la erótica como conexión con una misma, con la energía creativa y creadora puesta en cada experiencia vivida. Como esa exploración de la propia capacidad de gozar, a solas y en compañía. Es un manantial de fuerza y pasión inagotable que nos habita, nos conecta con el mundo y con las otras personas. Implica el reconocimiento y la pregunta por el propio deseo, la búsqueda de placer constante en cada etapa y ámbito de nuestra vida; en todas sus formas. La erótica es también la conciencia -y muchas veces el regocijo- de los sentimientos profundos surgidos en cada encuentro: intelectual, emocional, sexual, creativo, lúdico, existencial, simbólico, etc. Es nuestra forma de percibir, sentir y expresar desde la propia intensidad, la excitación, el deseo, el amor, el dolor, la alegría, el placer y el goce sexual (Macías, 2022: 20).