Mario Jaime

La multitud se agolpa alrededor de las estacas.

El juez grita “qué se haga justicia”. Los verdugos acercan el fuego a la estaca donde, encadenada, espera una mujer de veintiséis años, con las articulaciones rotas. El fuego crepita y hace estallar los saquitos de pólvora alrededor de la chica. La explosión emociona a la masa que aplaude, ríe, chilla y se horroriza.

Si el hecho de atreverse a plasmar sus ideas y difundirlas es un acto verdaderamente revolucionario; entonces Anne Askew, torturada y quemada viva en plena juventud puede considerarse como una poeta revolucionaria en un lugar y una época de salvajismo propugnado por la lucha ideológica por el poder.

Anne fue hija de Sir William Askew, un caballero ordenado por Enrique VIII en 1513, sheriff y miembro del parlamento. Creció en una familia con dos hermanas, dos hermanos y dos medios hermanos que fueron poco a poco convirtiéndose al protestantismo.

La niña creció en el punto álgido de los conflictos doctrinales entre católicos y anglicanos reformados. La reforma de Enrique VIII al romper con el papa e instituir la Iglesia Anglicana a finales de la década de 1530 provocó la redistribución de tierras que pertenecían a la Iglesia Católica, se imprimieron 8 500 biblias en inglés y los católicos se levantaron contra el rey. Varios monjes fueron torturados y ejecutados.  En  1536  algunos rebeldes católicos apresaron al padre de Anne y le retuvieron como rehén hasta que el rey le concediera el perdón. Esta situación causó confusiones en las doctrinas. En 1539 el Acta de los seis artículos reafirmó a la doctrina católica como base de la Iglesia Anglicana lo que hizo aún más confuso el juego político. En realidad fue hasta después de la muerte del rey Enrique, que la reforma fue legal, en 1547.

Su Hermana Martha, prometida a un terrateniente llamado Thomas Kyme, murió antes del matrimonio. Por esto, Anne fue forzada por su padre a casarse con Kyme cuando ella cumplió 15 años. Presionada pero no derrotada, protestó conservando su nombre de soltera e incluso demandó el divorcio. ¡Algo insólito e inmoral para una buena cristiana inglesa del siglo XVI!

El matrimonio era un sacramento para los católicos y aunque no lo era para los teólogos protestantes, sí la consideraban unión sagrada que preservaba la ley y el orden como institución moral. Romperlo significaba amenazar la jerarquía social y se trataba de impedir a toda costa tal desgracia. Podía declararse un matrimonio nulo pero el concepto de divorcio era inexistente. 

A pesar de parir dos hijos, Anne apeló a que su matrimonio había sido convenido en contra de su voluntad. Su esposo era católico, así que cuando ella se convirtió al anglicanismo el conflicto marital escaló. La mujer leía la Biblia inglesa, memorizaba pasajes enteros y rezaba a medianoche. Su conversión la enfrentó contra los curas de Lincolnshire y Kyme la expulsó del hogar en forma violenta. Es posible que ella buscara declarar nulo el matrimonio en la corte del obispo en Lincolnshire pero ante la negativa de las autoridades, viajó a Londres a la Cancillería.

No se sabe muy bien lo que sucedió allí, Anne contactó círculos de protestantes afines y distribuyó panfletos y biblias. Pero en marzo de 1545 fue arrestada. El delito: “herejía”. Según sus jueces, entre los que se contaban el duque de Norfolk, los obispos de Londres y Worcester; Anne negaba el milagro de la transubstanciación. Según los documentos oficiales ella era obstinada y no mostraba buenas opiniones en materias religiosas por lo que fue encerrada en la prisión de Newgate.

En los interrogatorios Anne negaba el milagro de que en la eucaristía la sustancia del pan cambia y se transforma en el cuerpo de Cristo. Ella seguía la doctrina del reformador John Wyclif cuyas ideas sobre el supuesto milagro eran las mismas hacía 150 años antes y la doctrina del reformista John Frith, en la cual las palabras del evangelio solo eran símbolos. La ley de 1539 declaraba que toda aquella persona que negase las transustanciación sería ejecutada.

Durante su prisión, la mujer escribió memorias y poemas. Algunas preguntas de sus inquisidores rayaban en la farsa. Cuando le preguntaron si un ratón que comiese una hostia consagrada recibía el cuerpo de Cristo, ella se limitó a sonreír.

Se llamó a su marido para llevársela a su casa y reprenderla. La mujer volvió al pueblo pero en lugar de someterse a la autoridad masculina volvió a escapar. Regresó a Londres y siguió su predicación. Fue detenida una vez más y liberada, pero en mayo de 1546 la arrestaron por tercera vez. El obispo Gardiner le impuso silencio tachándola de loro parlanchín.

Este loro parlanchín era una escritora educada y que mediante versos defendía su posición, su derecho a la libertad individual, su derecho a creer y defender su fe frente a fuerzas formidables aun cuando le costase la vida. En contra del ostracismo su valentía fue su fortaleza y la reflejó en la balada que cantó en prisión.

Like as the armed knight 

Appointed to the field, 

With this world will I fight,

And Faith shall be my shield. 

Como el caballero armado

se apresta para el campo de batalla

lucharé contra este mundo

Y mi Fe será mi escudo

Rodeada del poder impuesto, se mantendrá firme:

More enmyes now I have

Than hairs upon my head.

Let them not me deprave

Más enemigos tango ahora

Que en mi cabeza cabellos

No dejes que me perviertan

Su poema discute la autoridad del rey, del trono y se convierte en una crítica política.

I saw a rial throne (sic)

Where Justice should have sit

But in her stead was one

Of moody cruel wit.

Vi un trono real

Donde la Justicia debería sentarse

Pero en su lugar se yergue

Uno de cruel humor y melancólico

Y tacha de adversario, de demoniaco, la misma autoridad política que se disfraza de justicia sus castigos:

Absorpt was rightwisness (sic)

As of the raging flood;

Sathan in his excess

Suct up the guiltless blood.

La rectitud fue  absorta

Como la rabiosa inundación

Satán en su exceso

Bebe la sangre inocente

En junio de 1546 el rey debía firmar la ejecución de Anne. Enrique VIII estaba al borde de la muerte, viejo y enfermo, el reino se debatía entre la lucha de católicos y reformistas. Los conservadores, entre los cuales estaban algunos jueces de Anne, conspiraban contra el partido de la Catalina Parr, sexta esposa del rey y su hermano William, marqués de Northampton. Aparentemente Anne estaba relacionada con el círculo de los Parr por lo que la condena de herejía era en realidad un pretexto y la tortura un medio para sacarle nombres de posibles conspiradores.

En ninguna parte de las escrituras se consigna que Jesús condenara a muerte a alguien, replicó.

A pesar de que era ilegal torturar en el potro a una mujer, la condujeron a la torre de Londres, la ataron a la máquina y dislocaron sus miembros. Querían que confesara la herejía de las principales damas de la reina: la duquesa de Suffolk, la condesa de Sussex y la condesa de Hertford. Pero Anne soportó, desmayada en un par de ocasiones, el lugarteniente de la Torre se negó a torturarla por tercera vez. Consultó al rey y Enrique consintió en seguir la tortura. Destrozada casi hasta la muerte, la poeta no habló.

Llevada a Smithfield sentada, pues le habían destrozado los huesos, la ataron a una estaca con cadenas para sostenerla y junto a otros tres hombres le colocaron saquitos de pólvora en su cuerpo. Los guardias tuvieron que alejar a la caterva que se apelotonaba a su alrededor y las llamas acabaron con su vida. Según palabra de Thomas Fuller “subió al cielo en un carro de fuego”.