Por Mario Jaime

Según Ruth Padel, la tragedia como género artístico se estructuró alrededor del perjuicio que puede producir en el mundo una mente dañada.

Los héroes trágicos eran castigados por los dioses que les desquiciaban. El mal le parece un bien a aquel cuyas phrenes (mente) un dios (theos) conduce a até (ruina).

Recordemos como Atenea desquició a Ajax quien confundió rebaños con Odiseo, los masacró y luego terminó matándose con su propia espada. Dionisios lo hizo con Ágave, Ino, Atamante, Leucipe y otros muchos que, poseídos por las alucinaciones mutilaron a sus seres queridos confundiéndolos con animales o plantas. Hera enloqueció a Hércules haciendo que asesinase a sus propios hijos.

En medio de una gama de trastornos, hamartia, hibris, manía, margós, estros y furores, la enfermedad del héroe lo conduce a su caída.

Nabokov describe esta caída mental en su novela “La defensa de Luzhin” en donde el protagonista es un ajedrecista sucio, aburrido y genial. Su esposa, una mujer de clase alta lo mantiene por capricho en una infantil relación amistosa pero no logra impedir el suicidio final de Luzhin. Sobre su propio libro, Nabokov explicó que la secuencia en ciertos capítulos equivalía a los problemas “…cuya solución no consiste en hacer jaque mate en determinado número de jugadas, sino en el denominado análisis retrospectivo, en el cual se requiere que el jugador demuestre mediante un estudio desde el principio de la posición esquemática que las negras no podían haber enrocado en su última jugada o que debían haber tomado al paso un peón blanco”.

Parece que Nabokov se inspiró en el gran maestro alemán Curt von Bardeleben que se arrojó desde un puente en 1924.

En 1989 también se arrojaron al vacío Karen Grigorian y Gregory Ilivitzky. En 1901 Johannes Minckwitz se lanzó al pasó de un tren.

Rudolf Swiderski se suicidó a los 30 años en Leipzig en agosto de 1909.

Swiderski estaba en medio de un torneo que lideraba en puntos, el 30 de julio hizo tablas con G. Enderlein y días después su cadáver fue encontrado en un terrible estado de descomposición. Al parecer, el gran maestro alemán había sido convicto por perjurio respecto a una aventura amorosa y tenía que enfrentar un proceso judicial. Swiderski bebió veneno y acto seguido se disparó en la cabeza con un revólver.

A pesar de que, al finalizar el torneo, él conservaba su mejor puntaje, el comité no le concedió la victoria en ausencia.

En 2006, la campeona británica de 19 años se arrojó por la ventana del Hotel Labe en Pardubice, República Checa. En 1999, el estonio Lembit Oll se arrojó del cuarto piso ante la mirada de sus dos hijos. Tenía 33 años y estaba clasificado como 42 del mundo.

En 1866, William Henry Russ, gran compilador de problemas ajedrecísticos se suicidó también a los 33 años. Russ había adoptado a una niña de 11 años y la crió como su tutor. Cuando la muchacha cumplió 21 años, Russ le propuso matrimonio, algo que horrorizó a su “hija”. Entonces el frustrado ajedrecista le disparó cuatro tiros en la cabeza y se arrojó al río en pos de ahogarse. La mujer no murió…pero Russ tampoco. La marea estaba baja y no había profundidad suficiente.

Quizá, tomando los hechos convenientes relacionados con solo grandes maestros del ajedrez caiga en una falacia de correlación, no he encontrado porcentajes de cuántos ajedrecistas se suicidad respecto a otros que mueren por voluntad ajena pero aventuro que el número debe ser pequeño. Magnificamos lo que nos asombra pero no significa causalidad.

Aun así, debido al talante racional, mental o conscientemente hiper lógico del juego, es pertinente sospechar que tal tensión provoque un estrés que afecte al cerebro. ¿O será que aquellos afectados del cerebro sean atraídos al noble juego?

La genialidad ajedrecística y la locura se han correlacionado quizá de manera exagerada pero cualitativamente esta relación es sólida. Resulta paradójico que una actividad ligada a la racionalidad fría, el cálculo, la lógica y las matemáticas sea llevada a su máxima expresión por enajenados que parecen haber sido lanzados a un tornado de irracionalidad suprema.


Carlos Torre pudo haber sido campeón del mundo, sus problemas mentales lo impidieron

Ya los filósofos antiguos habían indagado sobre la relación entre el desvarío y al genialidad. El célebre problema XXX de Aristóteles, quizá escrito por Teofrasto anuncia: “¿Por qué razón todos aquellos que han sido hombres de excepción […] resultan ser claramente melancólicos?”.

De anecdotitis está cimentada la historia pero el juicio sobre los que perdieron el juicio solo descansa en los hechos. Una tarde lluviosa de 1911, los peatones neoyorquinos pudieron ver a Carlos Torre desnudo, empapándose en medio de la Quinta Avenida, se había quitado la ropa en el autobús escandalizando a los pasajeros.  El hombre que llegó a ser cuarto del mundo, que introdujo el ataque homónimo, la defensa tango, que derrotó a Lasker, a Adams e igualó a Alekhine y Capablanca pasó 30 años en un manicomio de Monterrey. Un general aficionado lo sacó y se perdió en la oscuridad de la pedagogía en un país  anciano.

Victor Korchnoi alegó haber jugado una partida con un muerto que le dictó sus movimientos, mientras que un Rubenstein paranoico saltó de una ventana huyendo de una mosca. Steinitz jugó con Dios y se comunicaba con él mediante señales eléctricas a través de una cajita, Nimzowitsch se levantaba del tablero y se paraba de cabeza, Ivanchuk le ha aullado al viento nocturno mientras que Morphy vagaba clamándose a sí mismo: “él plantará el estandarte de Castilla en los muros de Madrid gritando, la ciudad está conquistada y el pequeño rey tiene que irse”.

Volviendo a Rubenstein, el polaco huía y se escondía después de mover una pieza. En 1932 se retiró del ajedrez a gran nivel debido a una ansiedad que le diagnosticaron como antropofobia. Venturosamente esta condición le salvó del infierno pues cuando los nazis fueron a por él para llevarlo a los campos, al ver la condición mental del judío le dejaron en paz.

Kirsan Ilyumzhinov aun hoy asegura que fue abducido por alienígenas que le llevaron a una estrella en una sola noche terrestre.

Gary Kasparov cree en el tiempo fantasma, una teoría que indica que el periodo histórico del siglo III al siglo XII nunca existió, fue un invento debido a intrigas de historiadores, mala datación y errores en los calendarios. Así pues Kasparov cree que el saqueo de Roma, la apostasía de Juliano, la entronización del Cristianismo, la existencia de Mahoma, el asesinato de Hipatia, la introducción de Budismo en el Japón, la dinastía Tang, el saqueo de Teotihuacán, la victoria de Carlos Martel, el imperio de Carlomagno, la escritura de Beowulf, el método científico impulsado por Al-Hazen, la conquista de Valencia por el Cid, ocho Cruzadas, la fundación de los templarios, la victoria de Saladino, la fundación de Cambridge, los cálculos de Fibonacci y millones de hechos más son solo patrañas inventadas como un complot.

“Los poetas no se vuelven locos, los ajedrecistas sí” escribió Chesterton.

Franklin y otros psiquiatras revisaron narrativas y estudios sobre el efecto del ajedrez en el cerebro. Publicaron sus hallazgos en un artículo titulado: “Neurology, psychiatry and the chess game: a narrative review”.

En este constata diagnósticos psiquiátricos y neurológicos de varios genios. Según ellos, Steinitz y Morphy sufrían psicosis y esquizofrenia; Bobby Fisher presentaba un desorden de personalidad esquizoide y síndrome de Asperger; Grigorian, Mackenzie y Vitolins sufrían depresión mientras que la demencia de Capablanca fue ocasionada por un derrame hemorrágico y en el caso de Harry Pillsbury por la neurosífilis.

Demily y otros científicos concluyeron en un estudio de 2009 publicado en Schizophrenia research que el ajedrez mejora las habilidades cognitivas de los esquizofrénicos así que tal vez el rey de los juegos ayuda momentáneamente a los de por sí dañados más que precipitarlos a la tragedia. O como mejor lo definió William Hartston: “El ajedrez no enloquece a la gente sino que mantiene a los locos sanos”.