El interés de las comunidades árticas, es utilizarlas como rehenes para suavizar la moratoria a la caza comercial: Richard Mott, presidente del Fondo Mundial para la Vida Silvestre

El Departamento de Comercio norteamericano, a través de su juez administrativo George Jorden, alentó mediante una recomendación a la caza de ballenas por parte de la tribu makah, una fracción del pueblo Nuu-chah-nulth, amerindios norteamericanos de lengua wakash.

Al verse apoyados por el Departamento de Comercio, los makah realizaron una consulta pública junto con una petición legal para llevar a cabo la exención para la tribu de matar dos ballenas grises cada año –especie en peligro de extinción– según lo propuso el juez George Jordan.

El mismo juez argumenta que “no se vería en desventaja por la emisión de esta extensión” y que al hacerlo “no se afectaría la distribución, reproducción o hábitos migratorios de la especie”. La exención se basa en el respeto a usos y costumbres, pues los makah expresan que esa práctica la venían realizando desde hace 2700 años. Sin embargo, las autoridades estadounidenses debaten aún si llevarán a cabo la petición legal de la tribu.

Por su parte, las autoridades mexicanas no han hecho una sola declaración sobre este problema para defender a la población de ballenas que nacen en aguas mexicanas. La ballena gris, particularmente en la península, es centro de las actividades ecoturísticas y de sustentabilidad, pues han sido objeto de observación y cuidado durante décadas.

La comunidad makah tiene una reserva en el estado de Washington y cuenta con poco menos de 2500 integrantes. En enero de 1855, firmaron un tratado con el gobierno estadounidense por el cual se confirman independientes del pueblo Nuu-chah-nulth, aunque perfectamente idénticos en lengua y cultura.

Las ballenas viajan desde el estrecho de Bering 11 mil kilómetros durante tres meses hasta llegar a las lagunas costeras de Baja California Sur donde se da el nacimiento y cuidado de sus ballenatos.

Por su parte, el Fondo para los Animales, la Sociedad Humana de los Estados Unidos (HSUS) y otras organizaciones oponentes a la petición y a la recomendación del juez Jorden, alegan que dicha tribu no debería tener permiso para la caza, pues esa actividad no es imprescindible para su supervivencia, para consumo de su carne, como sí lo es en el caso de otras tribus de Canadá, el Norte de Alaska y Rusia, según lo recoge el sitio web del Centro de Conservación Cetacea.

Pero contraatacando, la directora del Museo Makah, Janine Bowechop, afirmó que «esas declaraciones son un insulto y tienen un carácter racista; ellos desean regresar al siglo pasado –cuando los indígenas no teníamos derecho a hablar– y determinar qué cosas tienen significado para nosotros».

Es verdad que están a la vanguardia en otras cosas puesto que han corroborado los makah que no usarán las antiguas técnicas de caza, sino poderosos rifles en vez de arpones, con el fin de reducir el sufrimiento de las ballenas cazadas.

Esta puesta en escena entre jueces, tradiciones y costumbres amerindias, conservacionistas y comerciantes, incluye, según Richard Mott, presidente del Fondo Mundial para la Vida Silvestre: «el interés de Japón por las comunidades árticas, es utilizarlas como rehenes para suavizar la moratoria a la caza comercial»