Por otra parte, respecto a El maestro y Margarita, se agradece la libertad que se escribe desde la vigilancia. Desde la publicación censurada. Una libertad que, por otro lado, no radica en la frase sin puntos ni acentos sino en el uso de lo que considera el propio autor que está concebido para tener a la mano.

Gato antropomorfo, demonios milenarios –como todos– haciendo mofa junto a su gran y elegante docto señor de las tinieblas, en una ciudad abarrotada por la elegancia y al mismo tiempo por los corredores prolíficos de la burocracia en aras de una dios socialista ya desacreditado por quienes viven bajo el cobijo de su benevolencia.

Y sin embargo, no es la crítica política la que va reluciendo como única gema. Se atraviesa la petulancia ante un sistema mágico representado con la contundencia de quien está seguro de sí mismo ante los productos del propio aparato del que los intelectuales reniegan.

Se atraviesan los milenios de la historia humana. Y la fragilidad de los planes del hombre en una vida que no tiene la estructura ni de sus instituciones, ni de las historias que se cuenta a sí mismo, ni de nada que pueda controlar con toda la ingeniería que a formado en torno a sí, mucho menos siendo un simple ciudadano.

Se atraviesan las fábulas, personificadas en fantasmales burlas sobre un ser que, de no creer en nada sobrenatural, se ve atosigado y pide por piedad estar dentro de una cárcel para dejar de ver a los espectros desnudos que lo sobrevuelan con su caras de gozo.

Se atraviesa para mí, la tristeza del hombre que aumenta sobre la materia el orden de unos renglones previamente pensados y no se decide, mientras su pareja, Margarita lo azuza para que no queme los kilos de papel en la fogata de una casa aislada.

No hay nada que hacer. Cuando lo conozcas desistirás de escribir, al menos eso hizo uno de los personajes. Y el otro, el efectivo, conoció a Wolan, Lucifer, el señor de este mundo. Y volaron todos juntos saboreando lo que eran de verdad las intensidades que encierra cada espacio del dios despreciado.

Después de ello, ya les pareció de risa dejar o no dejar vivir a los kilos de hojas en los que habían estado insistiendo palabra por palabra en lo que consideraban una novela. Es como darse un balazo en el pie pero a propósito. Más bien el corte de las venas cuando se sabe que ver correr la sangre es más intenso que el dolor que provoca el mismo corte.

Ahora mismo, no recuerdo cómo acaba todo esto. Pero era nuestro tema principal en los parques. Nos la recomendó un amigo ruso. exiliado, que no paraba de jugar cartas y beber etc. etc. Tenía todo los requisitos para ser la extensión de la novela que recomendaba. Veíamos la serie en su casa, «increíblemente bien adaptada» como dicen algunos portales, y sin embargo, mera literatura.