«En contraste con nuestros antecesores, ahora sabemos que lo descartado por caótico puede ser fuente de un orden más profundo y fértil que cualquier organización basada sobre voces de mando y dogma»

Durante mi adolescencia tardía, para quienes nos habíamos entregado a la psicodelia en playas de Sudcalifornia existían unos cuantos libros sobre los que solíamos recaer los fines de semana, más o menos de 12:14 de la noche a 2:37 de la mañana.

Entre ellos, el lugar predilecto se lo lleva Las enseñanzas de don Juan (y sus derivados) con quien creíamos compartir una visión no convencional, que nos permitiría ver la superficie de Todos Santos o La Ventana como la vería un ave del noroeste de México. Otro libro debía ser el de Las puertas de la percepción, de Huxley, superior en estilo a cualquier párrafo del Mundo Feliz y una constancia de nuestra sincronización entre los estupefacientes, la literatura y los Doors. Supongo que había suficiente Jung en un librero y quizá un estudio más estricto académicamente, como podría ser Alucinógenos y cultura de Peter T. Furst o ya de plano El camino a Eleusis, en el que participa el propio benefactor de la humanidad y descubridor del LSD.

Aunque nadie necesita sustentar su consumo de alucinógenos con fuentes fiables, esos libros funcionaban como bibliografía en caso de que alguien preguntara por el marco teórico. Un documento que yo agregaría en la pequeña lista es Historia general de las drogas, cuyo autor, Antonio Escohotado, acaba de morir este domingo a los 80 años. Los temas se centran en la «excursión psíquica» y la variedad de sustancias que enumera pasa por todas las civilizaciones, épocas y prácticas que pudo abarcar en el millar de páginas de las que consta su investigación.

Su redacción comenzó en prisión, tras ser sentenciado por un borroso tráfico de drogas, que alega haber sido plantado por la policía. Como sea, el tiempo necesario para ser traficante difícilmente puede compaginarse con el tiempo necesario para realizar la obra que fue armando, conservando como indiscutible emblema de su vida de escritor la Historia general de las drogas.

Si el lector tiene la suerte de encontrarla en una librería, hay probabilidades de que se decepcione si lo que espera es un libro portátil. Su volumen tiene el aspecto de las novelas rusas. Sin embargo, más accesible para cargarlo en la mochila es la edición mínima de Anagrama, de unas 250 páginas que yo conservo –en mi corazón– como lectura que apoyaba mi derecho a drogarme, sin que lo dijera explícitamente, sino porque explica el tema de las drogas como un hecho histórico, no como un acto moral.

Personalmente, Escohotado provocó irritaciones políticas debido a sus cuestionamientos al comunismo. Y al decir «cuestionamientos» no me refiero a un par de opiniones en un video de Youtube o en una entrevista de televisión, sino a las 2054 páginas de su trilogía, Los enemigos del comercio, una revisión histórica.

Con su Historia general de las drogas, Escohotado enlaza la investigación con la popularidad entre quienes hacen esa «excursión psíquica» en un momento de su vida, en varios, o constantemente. De los autores que he mencionado, era el único que quedaba vivo. Espero que en su lecho de muerte haya tenido junto a él ese botiquín del que alguna vez habló, sin solemnidad, sino con el desenfado y la seguridad de quien ha viajado mucho y conoce las rutas, «LSD –inténtalo intramuscular– 100 mmg», como diría Aldous Huxley a su esposa.