Mario Jaime

Catálogo erótico.

Apasionarse por alguien llega al colmo de adorar mínimos detalles e idealizar hasta lo repugnante como si fuese sublime.  

Entre los siglos XVII y XVIII ciertas mujeres regalaban sus pulgas dentro de cajitas de cristal, madera o terciopelo a sus amantes. El símbolo es diáfano, la pulga lleva la sangre de la amada como un crisol, cáliz consagrado como una prenda.

En Europa no eran tiempos de higiene. Aunque había libros médicos que relataban los baños entre los antiguos griegos y romanos, la mayoría de los médicos comenzó a rechazar la limpieza, sobre todo el baño, como algo negativo. Por ejemplo, en 1530, el médico Luis Lobera recomendaba el baño, aunque advertía que ningún señor jamás lo hacía en España. Por cierto, en la España medieval había baños público árabes pero ya la España renacentista rechazaría tal tradición.

En 1576, Díez Daza en su Libro de los provechos y daños que provienen con la sola bebida del agua aconsejaba jamás bañarse pues eso afeminaba a los hombres. Lo mismo se lee en el Tesoro de la lengua castellana de 1611 donde leemos: “El uso de los vaños relaxa las fuercas y buelbe a los hombre floxos y cobardes” (sic).

Esta superstición viene de lejos, Se dice que los soldados de Alfonso VI huyeron de la batalla por haberse bañado durante la conquista de Toledo en el siglo XI.

En realidad, la satanización del baño tenía un carácter moralino y patriótico; había que ir en contra de las costumbres moriscas.  Se asociaba a la desnudez, lugar de encuentros, incesto y lujuria; en Francia, se cerraron varios públicos por ser lugares de prostitución. Los sacerdotes llamaron a los baños, oficinas del demonio.

En 1567 se prohibió el baño en Granada aunque no se cerraron todo y mucha gente siguió bañándose en los ríos.

Respecto a la boca, tampoco el asunto era muy agradable. Aunque algunos viajeros europeos llevaron cepillos de dientes con crines de caballos o cerdas de jabalíes provenientes de China, no fue un artefacto muy usado en la época. Al desconocer bacterias y microorganismos se creí que un gusano barrenador – que jamás nadie encontró- llamado neguijón ennegrecía los dientes y los carcomía. El hedor infecto de las bocas podridas se debía al olor del gusano, según los barberos de la época que recorrían las plazas sacando dientes con pinzas.

En 1665, cerca de 12 mil personas murieron en Londres gracias a la peste. El médico Nathaniel Hodges decidió quedarse y hacerle frente fumigando las casas con humo de maderas resinosas y hacía beber a los febriles una poción de raíces de serpiente de Virginia, sapos tostados y … ¡cuernos de unicornios!

Thomas Cogan recomendaba lavarse el rostro y las manos con agua fría para refrescarse, pero jamás el cuerpo. La mayoría de los grandes señores siempre tenían comezones, las ropas, los cabellos y las pelucas grasientas; el proverbio era “uno no huele en donde todos apestan”.

 En el ambiente social, religioso y científico de la época y gracias a la variedad de cerdos, perros y gatos defecando en las calles, los humanos eran parasitados alegremente por liendres, piojos, gusanos, ladillas y…nuestros eróticos insectos sifonápteros.

Los entomólogos calculan que hay cerca de 2400 especies de pulgas ectoparásitas, de las cuales pocas parasitan a los humanos vía animales domésticos: la pulga del gato Ctenocephalides felis, la pulga del perro Ctenocephalides canis, la pulga de la rata del norte Nosopsyllus fasciatus , la pulga de la rata oriental Xenopsylla cheopis (transmisora de la peste bubónica), la pulga Pulex irritans y la Tunga penetrans que se introduce en los pies de los humanos.

En el libro de Hogarth El progreso de la ramera, se puede admirar un dibujo donde una prisionera en la cárcel de Bridewell tritura una pulga entre sus dedos. El primero en registrar una pulga desde un microscopio fue Galileo en 1624 y es famosa la descripción de Robert Hooke en 1665.

El caso es que tener una pulga de la mujer deseada era todo un trofeo.

No es, pues, inaudito el que grandes poetas hayan celebrado a las pulgas de sus amantes. Uno de ellos fue Lope de Vega en su célebre soneto que apareció en su poemario de 1634 Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos. Versa así:

Picó atrevido un átomo viviente

los blancos pechos de Leonor hermosa,

granate en perlas, arador en rosa,

breve lunar del invisible diente.

 Ella dos puntas de marfil luciente,

con súbita inquietud, bañó quejosa,

y torciendo su vida bulliciosa,

en un castigo dos venganzas siente.

Al expirar la pulga, dijo: «¡Ay, triste,

por tan pequeño mal dolor tan fuerte!»

«¡Oh pulga! «, –dije yo–, dichosa fuiste.

 Detén el alma, y a Leonor advierte

que me deje picar donde estuviste,

y trocaré mi vida con tu muerte».

¡Qué dicha parasitar semejante ecosistema! Como magia simpatética en que lo similar produce lo similar, Lope desea cambiar de lugar para succionar todo lo succionable de su preciosa Leonor.

Unos años antes, en Inglaterra, el genial John Donne también se inspiró en el insecto vampírico y versó una vía contraria a la de Lope, pero con el mismo sentido. Uso la traducción de Gerardo Deniz:

Mira esta pulga, pues, y así discurre

cuán poca es la merced que tanto niegas;

a mí picó primero, ahora te bebe;

nuestras sangres en ella van mezcladas

sin que nadie descubra mi pecado

ni vergüenza, ni doncellez perdida;

Ella sólo disfruta, sin proemios

se atosiga con sangre de dos partes:

tanto a nosotros no se nos concede.

Tres vidas en la pulga replegadas;

desposados, y más, en ella estamos;

lecho nupcial nos alza, también templo

y somos, simultáneos, tú y yo juntos,

desplazca o no, o a quién: vamos cercados

por vivientes murallas de azabache.

Si la costumbre os mueve hacia mi muerte,

no cedáis, que suicidio se llamara

y triple sacrilegio en triple escarnio.

Cruel y repentina empurpuraste

la uña en una sangre de inocencia.

¿De qué pudo la pulga ser culpada

si no de haber libado en ti una gota?

Triunfaste, sí, y ahora, satisfecha,

no ser más débil dices, que yo menos.

Y pues es cierto, aprende la mentira

de los temores, porque a mí cediendo

más de honra que hoy de mi vida no perdieras.

The flea

Mark but this flea, and mark in this,  

How little that which thou deniest me is;  

It sucked me first, and now sucks thee,

And in this flea our two bloods mingled be;  

Thou know’st that this cannot be said

A sin, nor shame, nor loss of maidenhead,

    Yet this enjoys before it woo,

    And pampered swells with one blood made of two,

    And this, alas, is more than we would do.

Oh stay, three lives in one flea spare,

Where we almost, nay more than married are.  

This flea is you and I, and this

Our marriage bed, and marriage temple is;  

Though parents grudge, and you, w’are met,  

And cloistered in these living walls of jet.

    Though use make you apt to kill me,

    Let not to that, self-murder added be,

    And sacrilege, three sins in killing three.

Cruel and sudden, hast thou since

Purpled thy nail, in blood of innocence?  

Wherein could this flea guilty be,

Except in that drop which it sucked from thee?  

Yet thou triumph’st, and say’st that thou  

Find’st not thy self, nor me the weaker now;

    ’Tis true; then learn how false, fears be:

    Just so much honor, when thou yield’st to me,

    Will waste, as this flea’s death took life from thee.

El mago del oxímoron discurre casi metafísicamente, un bautizo amoroso donde la pulga es parte del trío y funge como puente entre los amantes pues en ella mezcla sus sangres. ¿La crueldad de la amada será un reproche simbólico de como tritura al amado? Lo cierto es que la muerte del insecto da vida a la mujer. Note, lector que en ambos poemas la mujer mata a la pulga. ¿Quién es entonces el vampiro? ¿Será esto el amor funesto?

Apaga y vámonos. ¿Qué decir después de esto?

Dos titanes, uno del siglo de oro español, otro de la era isabelina -contemporáneos- que encontraron en las pulgas eróticas, una veta del deseo.

Referencias

Amici, R. R. (2004). The history of the flea in art and literature. Parasitología, 46(1-2), 15-18.

Cockayne, E. (2008). Hubbub: Filth, Noise, and Stench in England, 1600-1770. Yale University Press.

Marrero, L. G., & Fernández, Y. E. S. (2010). Caracterización y control de especies de pulgas de importancia veterinaria para la salud animal y pública. REDVET. Revista Electrónica de Veterinaria, 11(6), 1-18.

Somavilla, M. J. R. (1992). Los valores sociales, religiosos y morales en las respuestas higiénicas de los siglos XVI y XVII: el problema de los baños. Dynamis: Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam, 12, 155-188.