Iván Gutiérrez

Son los momentos previos a la función. Los actores ensayan por última vez la escena final; no hubo tiempo para ensayar la obra completa, por lo que algunos de los actores están más nerviosos que de costumbre. “Los micrófonos no funcionaron, así que su voz y su energía serán lo que tendrán que usar”, instruye desde el centro del escenario la dramaturga Virginia Hernández*, justo al lado de la llanta que dentro de poco se convertirá en la entrada al mundo subterráneo de “Laberintos”, puesta en escena con dirección del maestro Fernando Rojero**. Alrededor hay sillas dispuestas con hilos rojos cruzados que llevan a cada uno de los asientos.

En cada esquina del lugar hay montados diferentes escenarios que pronto serán habitados por los personajes de esta obra de mitos posmodernizados. “La ciudad se muere, se nos cae a pedazos, ladrillo a ladrillo”, ensaya desde lo alto Xavier Cisneros, quien durante la próxima hora dará vida a una versión suicida de Ícaro. Se respira emoción y adrenalina en el aire. No es de sorprender, pues se trata de la primera puesta en escena del dúo Hernández-Rojero desde que iniciara la pandemia que lo cambió todo, y que retrasó en repetidas ocasiones la obra porque parte del elenco se contagió de COVID-19.

El público empieza a internarse por los laberintos de estambre, siguiendo el hilo que les entregan en la entrada y los lleva a su temporal destino. Parejas que venían juntas ahora están separadas; la mayoría termina sentada al lado de un extraño, como en los transportes públicos saturados. La cuarta pared se empieza a desquebrajar, y lo hará todavía más durante el desarrollo de la obra, una ruptura que Rojero lleva tiempo realizando a lo largo de su repertorio.

El libreto nos revela un poco de lo que nos espera en esta confrontación de mitos, donde personajes de historias griegas se convierten en proxenetas, prostitutas, suicidas y pordioseros. Nuestro protagonista es Minos, joven que se adentrará en un mundo de alcantarillas en busca de los secretos de la noche. ¿Saldrá vivo de esta aventura, o terminará enredado en las redes de criminalidad? La sala está llena. La luz se atenúa. El show está por comenzar.

“¿La ves, la sientes, la intuyes?”.

PERSONAJES

Minos – José Alberto Martínez

Hécate – Arcelia Pazos / Claudia Samaniego

Ío – Indhary Hassel

Argos – Carlos Moreno

Ícaro – Xavier Cisneros

Ecos del Laberinto – Johanna Cañedo

DESMENUSANDO EL LABERINTO

Los fragmentos de obra que describimos en los párrafos anteriores se estrenó el pasado martes 8 de marzo, al interior del Foro Experimental del Centro Estatal de las Artes de Ensenada (CEARTE). Tras su realización decidimos conversar con Fernando Rojero, director de la obra, con miras a reconocer en sus palabras los subtextos que le dieron vida a esta puesta en escena. Aquí un diálogo para desmenuzar a los personajes de esta obra, y en el proceso, a su director.

Los hilos entregados al principio de la obra nos llevaban a una silla, ¿cuál era la idea detrás de ellos?

Los hilos representan el destino manifiesto que nos han inculcado en la cultura occidental. El concepto de puesta en escena se pensó a partir de los hilos de Hécate en el laberinto, para de ahí jugar con el tema del destino vs el libre albedrío. Incluir al espectador en esta peripecia nos permitió recuperar su mirada crítica, aquella que se le ha negado a partir de la división entre el público y el actor. El hecho de conectar con el otro a través de un hilo cargado de ficción lo hace partícipe de su propia circunstancia existencial, y finalmente lo lleva a compartir su experiencia en ese destino temporal que representa la silla desde la cual mira la representación.

Minos es el protagonista de esta aventura, ¿cuál es el origen de este personaje?

Minos en la mitología griega es el rey de Creta, quien manda construir el laberinto para resguardar al Minotauro: ser extraño, mitad toro y mitad humano, hijo de su esposa Pasifae y un toro blanco enviado por Poseidón. En la obra, Minos es un adolescente que baja al mundo subterráneo de las alcantarillas en busca de experiencias, aventuras, promesas. En su trayecto se encuentra con seres mitológicos que en la realidad subterránea adquieren otra connotación.

Me gustó mucho cómo transformaron a Ícaro, quien de ser un hombre temerario que busca desafiar las leyes y alcanzar el cielo y las alturas, termina siendo un ser subterráneo y con alas de papel…

Ícaro es un traga fuegos que trabaja en los cruceros, pero en la alcantarilla adquiere la grandeza y lo sublime del personaje mitológico. Su nombre lo determina y lo protege de la serie de abusos de que fue objeto; sus alas de papel son tan frágiles como su cuerpo en el mundo violento en el que vive, pero contienen en esencia la idea de volar, y las ideas son a prueba de cualquier caída.

La obra me transmitió mucho una vibra lumpen proletario con personajes llenos de miseria, como el aura de precariedad y desdicha en las obras de José Revueltas…

Es posible, y es que en el contexto subterráneo en que se desarrolla la trama de la obra subyacen fenómenos de violencia, como el abuso sexual, la trata de blancas, el narcotráfico, el flujo de la droga y cómo la consumen los niños; porque los personajes son niños. A fin de cuentas, niños que nacen y viven en las cloacas de las grandes ciudades. Son personajes vulnerables, que en la puesta en escena se visibilizan y logran tomar sus propias decisiones, y esto también resulta interesante porque en una sociedad como la nuestra cada vez es menos frecuente el uso del pensamiento crítico.

Emociones como la angustia, el miedo, la soledad, muy propias de la sociedad contemporánea, se miran reflejadas en la obra.

Sí por supuesto, el evento más visible es el intento de suicido de Ícaro.

¿El teatro nos puede servir para atenuar los efectos de estas emociones?

Sí. El teatro siempre tiende a hacernos reflexionar, porque refleja las acciones humanas, con un atenuante, como diría Aristóteles “En el teatro, los hechos no se cuentan como sucedieron, sino como pudieron haber sucedido”.

 En Laberintos hay un personaje que la dramaturga construyó para la puesta en escena: Ecos, que hace la conexión entre la ficción y la realidad; esta niña representa la inocencia que nos permite crear un puente e intervenir la trama pidiéndole a los espectadores que la ayuden a colocar barreras de protección, insertando un corazón en cada una de ellas como una ofrenda de paz y hermandad ante el peligro inminente de la guerra, un reflejo de humanidad y solidaridad; una intervención de la mirada del espectador que, a manera de rompimiento brechtiano, los invite a reflexionar. Después continúa la ficción.

¿De dónde sale el personaje de Argos?

Argos es el guardián de Ío. El mito de Ío narra la historia de cómo es convertida en una ternera blanca por Zeus, para que Hera no se entere de que es su amante, pero Hera lo descubre y exige a Zeus que se la entregue y encomienda a Argos, gigante de cien ojos, vigilarla.

En la obra es un proxeneta alcohólico que hace negocios con los jóvenes. De alguna manera aquí se fusiona con el minotauro del mito del laberinto, que se mantenía vivo alimentándose de carne joven.  

Lo interesante de la dramaturgia de Laberintos, es la confrontación (otra intervención) que hace la autora, de los mitos griegos con la realidad contemporánea que viven los personajes.

¿Cuándo veremos esta puesta en escena de vuelta en acción?

Posiblemente en mayo, todo depende de la disponibilidad de los foros.

Aprovechando este espacio, quiero agradecer a todos los asistentes que nos favorecieron llenando la sala el día del estreno. Gracias al público de Ensenada, de Tijuana y de San Antonio, Texas. Gracias, Gracias, Gracias…

¿Se puede leer el guion de la obra en algún lugar?

Sí, está publicada en “Rituales de tinta. Antología de dramaturgas mexicanas”. Editada por Paso de gato. Pueden entrar a su página y solicitarla por mensajería.

*Fernando Rodríguez Rojero es miembro activo del Sistema Nacional de Creadores de Arte

**Virginia Hernández a su vez es miembro honorario del Sistema Nacional de Creadores de Arte