Octavio Escalante

La carrera entre la empresa inversora y los ciudadanos inconformes continúa, y de telón de fondo un silencio

Justo en la recta final del plazo de consulta pública para que la ciudadanía revise, corrija, aporte, detracte e intente cancelar con fundamentos el proyecto de Ampliación de Muelle API-BCS en Pichilingue, que presentó la empresa Aquamayan Adventures, la Semarnat ha realizado una extensión del plazo hasta el 25 de febrero.

El Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda) dio a conocer que este nuevo plazo obedecería a un amparo que Cemda interpuso al inicio de la presentación del proyecto, bajo el criterio de que la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) presentada por la empresa promotora carece de la información suficiente y de los anexos que detallarían los perjuicios –o no– provocados durante y después de las construcciones.

El supuesto es que sin la información necesaria, los ciudadanos no pueden discutir con fundamentos que pasen una mínima prueba de documentación, y esa posibilidad es una de las razones por las que existe el Acuerdo de Escazú, es decir el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe.

Sin embargo, los documentos no se leen solos ni los debates se ganan sin haber tomado la palabra al menos una sola vez. Difícilmente esta inversión millonaria será desactivada por la empresa tras los esquivos dichos de las autoridades respecto al tema. Semarnat, por ejemplo, amplió el plazo de consulta, pero no ha convocado a una reunión pública, ni la Dirección General de Impacto Ambiental, ya solicitada por parte de integrantes de la ciudadanía.

Se extienden los plazos de consulta y no parece pasar nada. El trabajo de interponer amparos, informar e informarse y emitir documentos que sustenten la inviabilidad ambiental, lo han hecho ciudadanos que conocen y comparan la ciudad de La Paz con lugares como Cozumel, en donde ya van por un cuarto muelle de cruceros, miles de turistas que dejan poca derrama económica y el deterioro de sus áreas naturales y calidad de vida de los habitantes.

Las palabras de un Musi Ganem pueden no gustar a quienes estén en contra del arribo de cruceros, pero brillan por su practicidad y desnudez: si el proyecto es rechazado, se corrige y se vuelve a proponer; y si es rechazado se vuelve a corregir hasta que se acepte. «Es mero trámite».

Ante este tipo de actitudes, tendrían que darse a conocer elementos de gran impacto al medio ambiente, inherentes al proyecto de Pichilingue, para que el rechazo de la Semarnat ya no acepte controversias. Pero para ello debe conocerse y entenderse su Manifestación de Impacto Ambiental (MIA).

Sería un exceso esperar que cualquier persona mastique con soltura las 600 páginas de la MIA. Por ello, dentro de los inconformes hay quienes se dicen facultados para ello, pero necesitados de una mayor conexión social. Algunos han propuesto mesas de trabajo para analizar las diferentes caras del asunto, no sólo ambiental sino económica y culturalmente, a sabiendas de que no parece haber ánimo de la empresa por «socializar» su inversión.

El fotógrafo y periodista Heriberto Paredes refiere la problemática con las inversiones millonarias y los efectos adversos para la población que las recibe, específicamente en Cozumel, aunque es un modelo de «desarrollo» bastante padecido y estudiado en Latinoamérica.

Si bien los que se manifiestan en Cozumel contra un cuarto muelle han intentado agotar los recursos legales para detener el proceso, lo han hecho también de otras maneras.

«A la par de las acciones legales, organizaciones medioambientales, miembros de la comunidad empresarial y ciudadanía en general se han involucrado en diversas formas de protesta, entre las cuales figuran acciones subacuáticas, rodadas informativas, recabación de firmas para someter el proyecto a consulta popular, intervenciones artísticas en el espacio público y otras manifestaciones pacíficas promovidas por más de una decena de organizaciones de la sociedad civil. Herederos de anteriores movilizaciones en defensa de la naturaleza, estas acciones nutren la rica historia de esta región caribeña, de la cual habrá que conocer sus detalles», escribe Heriberto Paredes.

Quizá no logren detener la construcción de un cuarto muelle, pero como en las peleas perdidas en la Secundaria, ganarán algo de respeto.

Lo de Cozumel se vincula con el municipio de La Paz por lo de Pichilingue, y por lo vivido en protestas contra la minería. El sacudimiento de una pasividad ante quien viene a disponer de las instituciones locales para imponer sus negocios. Alguien a quien es complicado verle la cara. Alguien que en ocasiones no tiene escrúpulos en usar la propia ley para cometer ilegalidades, servirse de ella en conjunción con otros modos de operar y cuyo motor suelen ser obscenas cantidades o sucedáneos de éstas. No sé si éste sea el caso y al escribir alguien pienso en una silueta oscura y genérica, fruto de mi resentimiento por no poseer una compañía de cruceros.

Pero por una paranoia prescrita desde hace veinte años, en un terreno en el que apenas se dirigen la palabra entre unos y otros suelo creer que no se puede confiar en nadie; y que al hacer una pregunta sincera obtengo lo que quieran decirme, no lo que saben. Ese ejercicio de ir soltando poco a poco las respuestas ante preguntas ingenuas retrasa significativamente las soluciones a problemas gravísimos. Es como ir guiando a un paramédico mediante cartas, cuando en la ambulancia un hombre se convulsiona y toce sangre. Entiendo que no se sienta el sentido de esta imagen, pues el espejo de mar que está frente a nosotros nos distrae con frecuencia de las gravedades.

Ahora bien, si para propios y extraños la joya de La Paz es su naturaleza, no su gente, ¿qué papel jugamos si pasamos de noche cuando se planea manipular esa naturaleza con un modelo como el propuesto? El nombre «Ampliación del Muelle de API-BCS del Puerto Pichilingue» es el eufemismo más desproporcionado que he escuchado en toda mi vida, teniendo en cuenta la onda expansiva que provocaría esa «ampliación de muelle». Yo, personalmente, amo mucho más a un par de amigos con nombre y apellido que a una decena de playas o a un sangriento atardecer. Pero me ha costado años disipar el remordimiento de saber que no los defendí cuando tenía que hacerlo.

Le comparto este último pensamiento a una amiga y me dice que «hay mucha gente que necesita ocupar la mayor parte de su tiempo en ver cómo se lleva un taco a la boca en vez de defender Pichilingue. Si se responsabiliza sólo a la gente por esto, otros lo van a tomar como justificación, van a lavarse las manos antes de abrir la puerta a éstos y a unos igual de peores. No es suficiente pegar un link en Facebook para que revisen de qué se trata. La apatía, que tú dices, no es porque sí.  Es resultado de un largo periodo de preparación. No me vuelvas a llamar si es para soltarme estas pendejadas». Y colgó.

Nueva confusión de mi parte. Yo que había acogido en mi pecho la prosa de la ley, en ese momento me acorralaron las dudas ¿En qué renglón hay que poner el dedo? Si no existiese un grupo inconforme en la ciudad ¿ya estarían dragando 78 mil metros cúbicos en el puerto para el arribo de esos barcos del tamaño del Fovis o la Soli? ¿Ya habría sonado el celular de uno de los DJs del Under The Sea, o ese DJ está más enterado que cualquier paceño y está seguro que mezclará en la isla artificial con una copa rosada junto a su tornamesa, luego del pintoresco pleito entre Aquamayan y algunos nativos que se resistieron al cambio? ¿Es el grupúsculo de inconformes de quien debe cuidarse la autoridad para no ser rehén de unos cuantos?

Al pasar poco más de media hora, sonó mi teléfono. Era mi amiga. Me dice que la agarré haciendo de comer y que tiene la mecha muy corta para esos temas, que le recuerdan a cierta empresa minera con trastorno de personalidad múltiple. Ella ahora tranquila luego de haber comido y yo tranquilo como siempre, aprovechamos para platicar sobre aquel tiempo de caravanas, autobuses llenos de habitantes de San Antonio, escupitajos, altavoces, gritos que aparecieron entonces como pitahayas entre cardones y trajes grises demasiado prudentes para dar declaraciones en un juego de sombras.