Mario Jaime

Ya escribieron todo lo que se puede sobre ti.

Sobre tu estancia en la cárcel, la génesis de tu libro sobre las drogas, la defensa de consumirlas, el rechazo anarquista hacia las autoridades que prohíben, sobre tus noches amnésicas en Ibiza, sobre tu defensa de la libertad del individuo, tu acérrimo desdén por los gobiernos comunistas y demagógicos…tus ansias de libertad.

Fuiste acusado de tráfico de drogas, cocainómano, heroinómano, toxicómano.

Como Bourroughs, hiciste de tu cuerpo un laboratorio, pero a diferencia de él  no satanizaste de forma poética la carne negra sino defendiste el derecho de lanzarnos a la psiconaútica, al placer o al infierno de manera racional, a la hostia sagrada de

Ya odiaron todo lo odiable sobre ti.

¿Pero han amado todo lo que justificaste amar?

Los marxistas te espetaron de traidor. Los puritanos te espetaron de inmoral. Los nacionalistas te espetaron de antipatriótico.

En los foros de internet -el basurero de los resentidos- te llamaron viejo senil, drogadicto que no se entera, fascista de derecha, diablo, poseído, de vendido a los capitalistas, carcamal politoxicómano, intelectual degradado, defensor de la leyenda negra… ¡de ignorante! Alguien escribió que hablabas tanta mierda que se podría utilizar todo el excremento para abonar Cuba.

El colmo del odio fue cuando analizaste que los ecologistas eran enemigos de la libertad. Por negar el cambio climático debido a la actividad humana, casi fuiste lapidado virtualmente. Desdeñaste a los dogmáticos.

Ya vomitaron todo lo que se puede vomitar sobre ti.

Egregios como Jesús Maestro te acusó de haber olvidado al imperio español en Los enemigos del Comercio –una obra monumental-, de haber lamido las suelas protestantes de los imperios holandeses y anglosajones y olvidarte del papel de la esclavitud en la economía y el desarrollo del capital.

Puritanas como Carolina Perín te acusaron de delirante – que en Argentina es más o menos como un psicópata-, se escandalizó de lo que llamó tus disparates y pidió que te censuraran, que te prohibieran hablar frente a las audiencias (afortunadamente todavía no se escuchaban los balidos de las masas furiosas en televisión aunque ya los oyentes mandaban mensajes y cartas a la redacción pidiendo tu cabeza). Según ella, en su maniqueísmo, en ese tema solo cabe el blanco y el negro.

Sin embargo, lanzaste tu anatema sobre el imperio estadounidense en su hipócrita cruzada contra los opiáceos. ¿Qué pensaría el gobierno americano-expresaste- de que países musulmanes atacaran con lluvia de napalm las principales fábricas de licor como Jack Daniels?

Los discípulos de otro grande – Gustavo Bueno- te pillaron en faltas históricas, te acusaron de no citar al filósofo, pero te respetaron.

El pensamiento moralista es la peor de las perversiones, ya anunciaba Heidegger e impide reflexionar y esas hordas moralinas son las que te acosaron durante años.

Te han llamado utopista contradictorio, provocador, agitador, desilusionado, borracho, engreído, pagado de sí mismo, amigo de asesinos y perversos.

Pero te defendías considerándote un aristotélico, la virtud en el término medio.

Otros te admiramos, no tuviste fanáticos pero quizá hipnotizados por tu catarata de pensamientos; un erudito titánico.

También te llamaron eminencia, maestro, genio, poderoso, lumbrera, sabio entre sabios que vive entre inútiles e incultos.

Con el corazón roto que recorriste Tailandia, Vietnam y Singapur buscando entre el sopor de la jungla la sabiduría. Sesenta semanas en el trópico es tu producto perspicaz y libre.

Las drogas han ayudado a la condición humana. Lo que mata no es la droga, es la ignorancia. De la piel para dentro mando yo. Cívico es reducir lo obligatorio a mínimos. No queremos ideales, queremos reales. Los separatistas no son más que caciques locales. Nadie de nosotros merece ser inmortal. El Marxismo es la religión del no ser. Me encanta atacar tiranos, sobre todo desenmascararlos. El ser humano tiene el privilegio de saber, de aprender, pero el que no respeta ese privilegio es un pobre diablo que pierde el tiempo…carne de diván de psicoanalista.

Estas fueron algunas perlas que arrojaste, a veces a los cerdos, a veces a los hombres. 

Supiste que cualquier utopía política acaba siendo un eufemismo para empresas genocidas.

Has muerto.

El polvo de la polémica escampa como una lluvia de sangre.

Tu destino fue la lucidez.