“El pensamiento hegemónico convierte la ignorancia en poder,
mientras invisibiliza otros saberes”
–Boaventura de Sousa Santos
Por Nysaí Moreno
El inicio de la catástrofe
Una ballena azul, viajando entre las islas de Loreto, comienza su ruta hacia los alrededores del archipiélago. A lo lejos, escucha un sonido que corta el silencio líquido como una cuchilla: un rugido metálico, constante, penetrante, inusual. El sonido proviene del Alto Golfo de California. ¿Por qué las ballenas pueden oír a grandes distancias? El sonido necesita de un medio para propagarse, no puede viajar en el vacío. Un medio como las ondas electromagnéticas; el sonido en el mar viaja más rápido que en el aire porque el agua es un medio más denso: las moléculas están más juntas y transmiten las vibraciones con mayor eficiencia. En el aire, el sonido se propaga a unos 343 m/s; en el agua, a más de 1,480 m/s. Con esto tenemos que en el agua el sonido viaja más rápido y mucho más lejos.
Si yo le grito a mi hermana desde treinta metros con viento de por medio, tal vez no me escuche. Pero una ballena azul puede comunicarse con otra ballena a cientos, incluso en condiciones óptimas, a miles de kilómetros, desde Loreto hasta las costas de Oaxaca, o de Chiapas, o incluso más allá del istmo.
La acústica marina es un lenguaje distinto. Las ballenas son las neurodivergentes del océano: sensibles, profundas, organizadas por patrones sonoros, pero ahora, sus cantos se topan con ruidos que no entienden: motores de buques metaneros que surcan aguas antes serenas. Las ballenas todo lo notan, todo lo escuchan, todo lo sienten.
El Golfo de California, alberga más de 900 especies de peces y al menos 30 especies de cetáceos, más que otra región marina del mismo tamaño. Es un pulmón marino, un útero vivo, una herencia ancestral esculpida por la geología y la vida, por la erosión de millones de años que tallaron un santuario marino único en el planeta. Formado hace aproximadamente 5 millones de años, cuando la península de Baja California comenzó a separarse del continente. Su geología joven, activa y escarpada ha creado hábitats diversos y aislados, que funcionan como islas evolutivas. Ha generado endemismos, tanto en tierra como en el mar. Aunque está en el trópico, también recibe corrientes frías del norte. Es un punto de mezcla entre especies tropicales, templadas y de aguas profundas. Esta convergencia genera una explosión de biodiversidad marina y costera.
Su biodiversidad sostiene la pesca artesanal, el turismo de bajo impacto, y la cultura de pescadores artesanales, y las comunidades originarias que han vivido por miles de años entre desierto y mar, como los Cucapás. Aunque actualmente el único pueblo originario que continúa dependiendo directamente de la pesca artesanal en el Golfo de California sean los Cucapás –la gente del río-, históricamente todos los pueblos nativos de la península (Kumiai, Kiliwa, Pai Pai, Cucapá y Cochimí) fueron nómadas del desierto y del mar, y su existencia estuvo íntimamente ligada al Golfo. Sin embargo, tras el proyecto de “la nueva nación” que siguió a la Revolución Mexicana y su reforma agraria, se les asignaron territorios fijos lejos de la costa, desvinculándolos del mar como forma de vida y subsistencia. A los Cucapá, por su parte, se les impuso una reserva natural sin consulta previa, que criminalizó su pesca ancestral y hoy amenaza su sobrevivencia como pueblo. Ellos han vivido por miles de años en el Alto Golfo de California. La memoria de estos grupos nativos está tejida al ritmo de las estaciones del desierto, a las rutas de las ballenas, al silencio del viento y a la presencia del antiguo mar.
Pero ahora, el Golfo se cruza con intereses energéticos transnacionales. El megaproyecto Saguaro LNG emitirá 73 millones de toneladas de CO₂ en su primera fase, el equivalente a las emisiones anuales de 17 millones de automóviles. Es decir, como si todos los autos de la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Tijuana, Puebla y más circularan sin parar durante un año, ahí en esa zona del Golfo de California. Una cifra brutal que no se disuelve en el aire: se queda atrapada en la atmósfera, alterando el clima global y acelerando el colapso climático. Y aún falta la segunda fase.
No sólo pone en riesgo la vida de especies emblemáticas como la ballena azul, sino que amenaza con colapsar la salud entera del ecosistema marino y la soberanía energética de México.
¿Estamos construyendo el futuro energético o cavando nuestra tumba climática?
El mapa de los proyectos
El gas natural licuado (LNG) es gas metano que ha sido enfriado a -162 °C para ser transportado en buques cisterna. Aunque se promociona como una alternativa “limpia”, es un combustible fósil altamente contaminante.
Es una planta de licuefacción de gas que su construcción implica explosiones, calor extremo, zonas de exclusión, y una enorme contaminación. El calor generado en el proceso se libera directamente al mar, alterando ecosistemas sensibles y contribuyendo al colapso térmico de la vida marina, además del dragado que implica la instalación de tubos de acero en el suelo marino, con consecuencias devastadoras para los organismos bentónicos y los ciclos ecológicos del fondo. La gasera es una prótesis industrial implantada a la fuerza sobre un cuerpo vivo… un tumor de acero en la piel del santuario ancestral. Eso es lo que es. Fin. La “industrialización verde” no existe.
El Pacífico mexicano se ha vuelto estratégico por su cercanía al mercado asiático. Exportar desde esta costa reduce en más de un 50% los tiempos de transporte comparado con la ruta del Golfo de México, y evita el cuello de botella del Canal de Panamá.
Los proyectos principales son: Saguaro LNG (Sonora), Energía Costa Azul (Ensenada), Vista Pacífico (Sinaloa), Gato Negro LNG (Colima) y Salina Cruz LNG (Oaxaca).
Todos están bajo el marco del llamado “Plan Sonora”: una supuesta estrategia de industrialización verde que en realidad impulsa megaproyectos fósiles con maquillaje ecológico.
Actores del gas: ¿quién gana y quién pierde?
Las empresas transnacionales -Mexico Pacific, Sempra Infrastructure, ExxonMobil, Shell- son los grandes jugadores del tablero. La reina: el capital energético global. El rey: los intereses financieros transcontinentales que no conocen fronteras, pero sí ganancias.
Los gobiernos de Estados Unidos y México juegan como alfiles y torres, que se mueven con poder, pero al servicio de la corona corporativa. Los caballos son las ONGs con fondos del capital extractivo; ágiles en su retórica, versátiles en los tableros de lo ambiental y lo político. No siempre se sabe de qué lado están, pero se mueven con destreza entre pasillos institucionales, conferencias internacionales y diagnósticos técnicos. Su lenguaje es quirúrgico, pero rara vez apunta al problema. En nombre del “desarrollo sustentable”, también protegen los intereses de la corona. Los gobiernos estatales apenas son peones, piezas de sacrificio que avanzan si el juego lo requiere.
Más que ajedrez, esto es un triángulo de subordinación energética: el gas se produce en EUA, se transporta por México como si fuese su patio trasero, y se consume en Asia. El cuerpo mexicano es sólo un corredor: perforado, violentado, violado, atravesado por ductos, pero ajeno a los beneficios.
Y por allá, enraizados en el territorio desde hace siglos, están las familias de pescadores… ellos y ellas representan las raicillas de la raíz principal de un cardón: la raíz principal del cardón -endémico de esta región- son las comunidades nativas. Ellos y ellas están enraizados desde hace milenios. Cucapás, Pai Pai, Kiliwas, Kumiais y Cochimies … en ellos y ellas aún emerge el canto ancestral de este territorio. Sus cantos, son los ecos ancestrales del territorio tan asediado desde hace al menos 500 años.
Ellos no están al servicio de nadie, solo al servicio del propio mar, la costa, la sierra y el desierto.
Por supuesto… para la embestida corona corporativa, ellos no son nadie, los que nadie nombra, son solo hormigas que se pueden pisar. Ellos son los nadie, del que Eduardo Galeano nos contaba en sus poesías.
“Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos…
….Que no son, aunque sean….
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata…”
Pero ellos y ellas, los nadie, son raíces vivas en el desierto-mar. Como micorrizas invisibles, sostienen la memoria profunda del ecosistema: lo nutren sin ser vistos, lo conectan sin pedir permiso. En sus cantos y oficios permanece suspendida la memoria de siglos que aún respira, aunque quieran sepultarla bajo concreto y ruido.
Océanos en riesgo: devastación ecológica en el Golfo de California
Un estudio de la Universidad Autónoma de Baja California Sur UABCS advierte que Saguaro LNG podría convertirse en la principal causa de muerte para ballenas en la región. Las colisiones con buques, el ruido submarino y la fragmentación del hábitat afectarían a más de 30 especies marinas. El documento denuncia que tanto la Manifestación de Impacto Ambiental del 2006 como Programa Ambiental de 2006 y el programa de Conservación 2023 son insuficientes, omiten regiones críticas del Golfo y proponen medidas ambiguas como la reducción de velocidad sin especificar parámetros. No hay ruta posible que no atraviese hábitats esenciales.
Frida Lara, de la organización Orgcas, alerta: “Las ballenas están comenzando a hablar más fuerte”. Su metáfora no es sólo poética, sino también científica. En bioacústica marina, este fenómeno se conoce como efecto Lombard, una respuesta involuntaria en la que animales, incluidos los cetáceos, elevan la intensidad, duración y frecuencia de sus vocalizaciones para poder comunicarse en medio del ruido.
Y si consideramos que el sonido viaja en el mar más de cuatro veces más rápido que en el aire, y que una ballena puede comunicarse con otra a cientos, -incluso más allá en condiciones óptimas-, el hecho de que ahora deban “gritar” para escucharse entre ellas, revela la magnitud brutal del ruido submarino: constante, descomunal, invasivo. Su forma de habitar está siendo ahora alterada. Se interrumpen sus migraciones, sus rutas de apareamiento, su manera de estar en el mundo. El mar que alguna vez fue un medio de resonancia, orientación y calma, se ha convertido en un campo de distorsión: una zona industrial que incluye contaminación acústica impuesta por la maquinaria del extractivismo energético.
El aumento del tráfico marítimo amenaza también a las comunidades pesqueras y originarias, que dependen de un mar sano y en equilibrio para subsistir. El Golfo, hasta ahora tranquilo, podría convertirse en un corredor industrial marítimo ruidoso, contaminante y letal. Y esto sin contar el ecocidio inminente en uno de los ecosistemas marinos más biodiversos del planeta.
Del gas al crimen: el poder paralelo que protege el extractivismo
La violencia no detiene los megaproyectos: los facilita. Según la antropóloga Natalia Mendoza, “el crimen inhibe la protesta social”. Las empresas no temen al narco; lo consideran parte del entorno. Donde hay miedo, hay silencio. Y donde hay silencio, se allana el camino para proyectos que destruyen el tejido comunitario.
Natalia nos subraya esta ecuación:
Territorios peligrosos = territorios viables para megaproyectos.
La ecuación es perversa: territorios peligrosos son territorios viables para el capital.
Y apenas aquí la raza en sus vecindarios, en los barrios, lidiando con la violencia del robo de casas, asaltos, el salario miserable, las rentas y los alimentos que se disparan, las deudas… esa ecuación suena más que perversa: monstruosa. Im-po-si-ble… Lejana totalmente de nuestras manos. “Déjenme en paz, yo solo quiero estar en mi casa en pijamas, apagar la TV, desconectarme de las noticias, comer pan con café y relajarme… reírme de tontadas, disfrutar a mi familia, disfrutar lo que nos queda…”
Quizá, como en el lenguaje matemático, cuando te topas con cualquier ecuación perversa, los números aparecen y la contra-ecuación surge. Las ecuaciones más caóticas tienen una solución en otro plano: una contra-ecuación, una simetría inesperada. Por ejemplo, el sistema de Lorenz -una ecuación no lineal que describe el caos atmosférico- parecía impredecible, impensable, imposible… in-i-ma-gi-na-ble su solución…. Pero de ese caos emergió una figura bella: el “atractor de Lorenz”, una forma geométrica que muestra cómo, incluso en sistemas caóticos, hay patrones ocultos.
Así también, en medio del caos extractivista, tal vez emerjan patrones de resistencia: redes comunitarias, autonomías territoriales, epistemologías del sur. La contra-ecuación está viva, y es colectiva.
Greenwashing y el colonialismo energético
Presentar al gas como “energía limpia” es una operación semántica estratégica: un caso clásico de greenwashing. Aunque su combustión produce menos dióxido de carbono que el carbón, su extracción, transporte y licuefacción liberan metano -un gas de efecto invernadero 84 veces más potente que el CO₂ en 20 años.
El Plan Sonora, respaldado por capitales estadounidenses, asiáticos y mexicanos, se presenta como una ruta hacia la transición energética. Pero en realidad, representa una nueva etapa del colonialismo energético: México convertido en bodega fósil, corredor extractivo y zona de sacrificio. Combustibles fósiles que sirven a los intereses de EUA y Asia, mientras sacrifica sus ecosistemas y comunidades.
Como advierte Geocomunes, este modelo profundiza la dependencia estructural de México frente a Estados Unidos: importamos gas, construimos infraestructura, exportamos energía, pero no decidimos nuestro destino. Es una transición que no transforma, sino que perpetúa.
La narrativa de transición energética es vacía si no se desmantela la dependencia al extractivismo.
Clima, política y contradicciones
Claudia Sheinbaum, científica climática y actual presidenta de México, ha prometido que el país alcanzará emisiones netas cero para 2050. Sin embargo, su respaldo al megaproyecto Saguaro LNG revela una contradicción de fondo: se promueve la descarbonización, pero se consolida infraestructura fósil a gran escala.
El huracán Otis en 2023 dejó entre 12 y 16 mil millones de dólares en daños en Acapulco. En 2014, Odile azotó Baja California Sur con más de mil millones de dólares en pérdidas. La paradoja es brutal: mientras se invierte en infraestructura que exacerba el calentamiento, los costos climáticos crecen de forma exponencial.
Si estos proyectos fracasan, quedarán como activos varados: inversiones inútiles, ruinas fósiles anticipadas. Un paisaje inhóspito, sin vida, muerto. Y con ellos, una deuda ambiental que no se mide solo en dinero, sino en ecosistemas destruidos, comunidades desplazadas y futuros imposibles.
La disyuntiva civilizadora
La campaña “Ballenas o Gas” plantea una decisión urgente: ¿preservar la vida o expandir el lucro energético? La biodiversidad no es un lujo. Es la base ecológica de todo: del alimento, del clima estable, del agua, de las culturas vivas. Su pérdida no es un daño colateral, es un quiebre civilizatorio.
Mientras tanto, el proyecto Saguaro LNG enfrenta ya cinco amparos interpuestos por actores diversos. Las grietas legales comienzan a fracturar la narrativa del “desarrollo verde”.
Este no es un problema regional con una cuestión ambiental. Es una urgencia nacional que requiere acción desde la academia crítica, las comunidades costeras, los movimientos sociales y los medios independientes. Es una intersección entre crisis climática, violencia estructural, colonialismo energético y extractivismo global. Requiere una respuesta tejida desde muchos frentes: la academia crítica, las comunidades originarias, los movimientos ambientales, las juventudes, estudiantes con tesis, medios libres, científicos con conciencia, las epistemologías del sur con énfasis en las teorías sociales críticas nacidas en Latinoamérica.
Un buen ejemplo sobre estas epistemologías son las de Boaventura de Sousa Santos y Silvia Rivera Cusicanqui, quienes han desarrollado una crítica profunda al conocimiento dominante, al desarrollo, al colonialismo y al extractivismo. Desmantelan la racionalidad eurocéntrica y abogan por recuperar saberes y resistencias desde los territorios y las memorias colectivas.
La interdisciplina no es solo un método, es una estrategia de resistencia.
Unir saberes y territorios es la única forma de detener la maquinaria que amenaza con tragarse el Golfo, las ballenas, y todo lo que aún respira en libertad. Tejer y conjugar esa contra-ecuación es nuestra defensa. Como dicen los y las compas zapatistas, es una defensa que no viene de arriba, ni de afuera, es la defensa de la vida desde abajo, del lado del esternón, donde late el corazón.
Allí donde se siente el temblor, pero también donde se inventan nuevas fórmulas para sostener lo vivo. Contra el algoritmo del capital, una contra-ecuación viva, tejida entre cuerpos-mentes, territorios y memorias.