Si tú, lector, eres tan ingenuo como para pensar que el deporte profesional es limpio y de caballeros, vives en un cuento infantil de hadas light.
El poder y el dinero son los dioses que los hombres buscamos sin hartarnos. Revisa, lector si no me crees, los contratos de aquellos que venden su alma al demonio. Buscan tres cosas para hartarse de placer: sexo, dinero y poder. Tal la naturaleza humana.
En un acceso de lucidez, David Hume explicó en su Treatise of Human Nature (1739) la imposibilidad de realizar propósitos morales sinceros debido a que no somos seres racionales sino somos primordialmente seres pasionales. Al entrar en conflicto el deber con el ser, Hume se pregunta: ¿cómo es posible que individuos naturalmente orgullosos, competitivos y hostiles puedan ser moralmente buenos y/o mantener su palabra fundada en virtudes morales? La respuesta es…no es posible, pero debemos fingir que lo somos.
Somos hipócritas, fingimos lo que no somos debido a que actuamos generalmente motivados por la ventaja económica que podamos obtener. Acusado, evidentemente, de cínico o descarado por aquellos platónico, kantianos, cristianos, musulmanes y demás idealistas que creen en una moral innata y universal, el análisis de Hume es uno de los más realistas que se han descrito. Ahora, ¿quién es el más hipócrita de los hombres? pues el político, maestro de la seducción y conquista, en su anhelo por enriquecerse de manera fácil y de dominar otras voluntades.
Otro lúcido, Louis Althusser, analizó como se introduce la ideología en las poblaciones, ese puro sueño vacío que domina el espíritu de un hombre o un grupo social que lo creen dogma y verdad. Entre los aparatos ideológicos de estado, junto con la familia, las religiones y los medios de comunicación; Althusser coloca el aparato cultural y el deporte.
Los aparatos ideológicos someten a los individuos a la ideología política de un estado determinado (encarnado en un gobierno) por medio de varias estrategias como la demagogia, la propaganda, el nacionalismo y otros sueños vacíos protegidos por los perros del estado que opera mediante la fuerza: las leyes, la policía y el ejército.
Así el deporte profesional organizado se ha vuelto un aparato político para otorgarnos el pálido reflejo, vacío e invertido, de la historia real.
Lector, tal vez hoy estés idiotizado como millones más, por la actual Copa del Mundo. El fútbol es una religión que más desata pasiones.
Recordemos lo que sucedió en diciembre de 2010 cuando Joseph Blatter, presidente de la FIFA anunció que el Mundial de 2022 se jugaría en Qatar y el de 2018 en Rusia. Blatter declaró que era un hombre muy feliz mientras el viceprimer ministro ruso Igor Shuvalov acariciaba el trofeo de la Copa Mundial en el escenario y los integrantes de la familia real qatarí, los Al Thani saltaban de sus asientos.
Detrás de Chuck Blazer, el ex presidente Bill Clinton se sorprendió pues Blazer no había votado por Qatar sino por Estados Unidos para el 2022. Algo había salido mal. Unas horas más tarde, Vladimir Putin aterrizaba en Zurich, exultante.
Los comentaristas de la prensa cuestionaron como era que, dos países menos propicios para el fútbol habían ganado las siguiente Copas del Mundo. Parece que la memoria es corta o más bien la hipocresía reina.
Ese mismo año, el Mundial se había llevado a cabo en otro de los países menos adecuados; Sudáfrica. Un país del África Negra en donde la mitad de su población, más de 30 millones de personas, vivía en la pobreza extrema y el desempleo era del 25 %. Aun así, el gobierno sudafricano había gastado $ 3000 millones de dólares para patrocinar la Copa del Mundo del dinero público. La FIFA le obligó a cambiar ciertas leyes migratorias que tuvieron un gran costo financiero. ¿Cómo es posible que una federación deportiva obligue a un supuesto gobierno soberano? El dinero da el poder.
A cambio de eso, la FIFA se comprometió con el gobierno sudafricano a invertir grandes sumas en el desarrollo deportivo, pero a final de cuentas solo construyó algunas canchas de fútbol con pasto artificial y donó algunas camionetas. ¡Donó menos de una décima del 1% de las ganancias que obtuvo en el torneo!
¿Neo colonialismo deportivo?
¿Por qué la FIFA concedió el mundial a Sudáfrica?
Blatter había llevado a cabo una política demagógica en donde África debía integrarse al fútbol mundial. Tres candidatos se disputaban el honor: Marruecos, Egipto y Sudáfrica.
Los tres intentaron sobornar a Chuck Blazer, hombre fuerte de la Concacaf para conseguir los votos, pero fue el propio Nelson Mandela muy envejecido el que voló junto con Blazer para reunirse con el rey del fútbol del Caribe; Jack Wagner en Trinidad y Tobago.
El gobierno sudafricano depositó $ 10 millones de dólares en una cuenta suiza que después fueron transferidos hacia Trinidad y Tobago. Wagner consiguió el dinero y Sudáfrica los votos.
Por supuesto que, años después, el ministro deportivo sudafricano Fikile Mbalula, negó categóricamente en una conferencia de prensa que el gobierno haya otorgado sobornos para asegurar los derechos de la Copa del Mundo.
¡Hume, Hume, eras tan perspicaz!
¿Por qué la FIFA concedió el mundial a Rusia?
En 2010, el multimillonario ruso, amigo personal de Putin, Roman Abramovich, dueño del equipo Chelsea football club llegó a Johannesburgo en su jet privado junto con el viceprimer ministro Igor Shuvalov. No es coincidencia que, en la primavera de ese año, otro ministro ruso, Igor Sechin viajara a Qatar para acordar un trato de extracción de gas natural.
Tanto las delegaciones rusas como qataríes se aliaron para “cabildear”, eufemismos que significa realmente dar sobornos a los funcionarios que toman las decisiones.
A pesar de que a Vladimir Putin no le interesara el fútbol (es fanático del hockey sobre hielo), sin embargo, reconocía el valor propagandístico de tal evento. Ya había ganado los Juegos Olímpicos de Sochi 2014 y si obtenía la sede del mundial eso desataría el furor nacionalista que tanto ha ayudado al dictador a sostener su poder.
Los rusos compraron a los miembros de la FIFA no solo con dinero, sino que … ¡Regalaron obras de arte del propio museo Hermitage a cambio de votos!
Las votaciones actuales de la FIFA recuerdan a las votaciones de los cardenales renacentistas para elegir al papa.
En mayo de 2010, el presidente de la Asociación de fútbol de Inglaterra fue grabado hablando sobre el complot ruso para sobornar a los árbitros en ese mundial y así favorecer a la selección española. España terminó ganando el mundial y a cambio, abandonó su candidatura al 2018 en favor de Rusia.
La corrupción de la FIFA es indeleble. Desde 2005 el fiscal suizo Thomas Hildbrand intentó acusar a los grandes barones del fútbol. Reveló pruebas de que, entre 1998 y 2001 se hicieron transferencias electrónicas de más de $ 22 millones de dólares en pagos ilícitos a través de diversas compañías extranjeras a cuentas del presidente de la FIFA Joao Havelange y su yerno Ricardo Teixeira, presidente de la asociación de fútbol brasileña. También se detectaron sobornos a Nicolás Leoz, presidente de la Conmebol. Como el soborno comercial no era delito en Suiza (país sostenido con el oro nazi), los jueces absolvieron a todos los acusados en 2008.
El fútbol profesional es una historia de fraudes, reventa de boletos, arreglo de partidos y estafas de transferencia de jugadores.
Como ejemplo, lector, te recuerdo cuando la empresa Full Play compró los derechos de la Copa América a través de enormes sobornos. Full Play fue fundada por Hugo y Mariano Jinkis. Ofrecieron a cada presidente de las asociaciones sudamericanas $ 1 millón de dólares por debajo de la mesa si firmaban a favor de su empresa.
Hay pruebas de que el 1 de diciembre de 2011, Mariano Jinkis transfirió $ 450 mil dólares de una cuenta de Full Play en una sucursal del Bank Hapoalim de Zurcich a través de una cuenta de Citibank a nombre de Lexani Advisors en Panamá. El dueño de esa empresa era Miguel Trujillo, el cual usó la cuenta panameña a nombre de Sponsports para enviar $ 250 mil dólares al hondureño Alfredo Hawit así como $ 100 mil dólares a otros dos funcionarios de fútbol centroamericanos. Estos pagos habían sido acordados en Uruguay por los mismos Jinkis que habían invitado a los funcionarios en un jet privado para hablar sobre adquirir los derechos de la Copa de Oro de la Concacaf.
El caso es que Putin se salió con la suya y el mundial ruso lo sostuvo como un líder popular.
Rusia cumplió con Qatar y Qatar con Rusia.
Ahora, en 2010, los líderes qatarís entregaron $ 1 millón de dólares a delegados de la Concacaf, $ 1.5 y $ 2 millones a delegados de la Conmebol y $ 7.5 millones de dólares al legendario crack Michel Platini, delegado de Europa. El que se llevó la lotería fue el capo argentino Julio Grondona que recibió $ 10 millones de dólares para disfrutar sus últimos años de vida.
Pelillos miserables para el jeque Tamim Bin Hamad al Thani que posee una fortuna declarada de $ 350 mil millones de dólares. No solo eso, sino que a través de la empresa Qatar Sports Investments compraron el equipo Paris Saint-Germain en $ 222 millones de euros y adquirieron al jugador más popular del mundo, Lionel Messi.
Las autoridades de Estados Unidos quedaron pasmadas y furiosas al ser despazados por Rusia, su potencia enemiga y Qatar, una monarquía de musulmanes fanáticos. Así, comenzó una persecución desde el FBI para destapar la corrupción de la FIFA como venganza política. Estados Unidos de nuevo considerándose la moral y la policía del mundo de manera hipócrita.
Pero no pudieron detenerlo. La copa de Qatar ha llegado en un país que tiene la tercera reserva más grande de petróleo y gas natural del mundo, con un 80 % de su población de inmigrantes extranjeros, trabajadores sin derechos laborales.
Muchos de esos trabajadores de Kenia, Nepal, India, Sri Lanka, Pakistán, Bangladesh y Filipinas construyeron 8 estadios desmontables con aire acondicionado, un aeropuerto, hoteles de lujo, centros comerciales y autopistas.
El modelo de trabajo es llamado kafala (patrocinio) y consiste en la explotación de miles de obreros, albañiles y peones hacinados en chabolas trabajando 18 horas al día, en temperaturas que alcanzan de 30 a 50 ° C a la sombra, en un país sin sindicatos y con los pasaportes retenidos.
Desde 2010 han muerto cerca de 6751 trabajadores para vivir la pasión del fútbol.
Qatar es un país árabe que sigue la sharía, la ley islámica, su jefe de estado es el emir y su posición hereditaria. Él mismo ratifica y promulga las leyes.
En Qatar no hay libertad de expresión y el gobierno restringe las voces críticas. Han desaparecido periodistas como Malcolm Bidali que antes había sido multado por el poder judicial al publicar la situación de los trabajadores inmigrantes. También han desaparecido mujeres disidentes como Noof al Maadeed, de 23 años, que había solicitado asilo político en Reino Unido alegando abuso familiar.
Como todo país fundamentalista islámico, en Qatar se aplica la flagelación legal y la lapidación hasta la muerte incluso para conductas homosexuales, pero oficialmente no ha habido ejecuciones desde 2003.
Aunque ha sido acusado de financiar el terrorismo por Arabia Saudita (vaya hipocresía), ambos países firmaron un tratado de paz en 2021.
Aunque Estados Unidos comenzó propaganda en contra de Qatar a raíz de estos hechos, lo cierto es que son aliados. Ambos países firmaron convenios militares desde 2002 y Qatar envió aviones Mirage a luchar contra los libios aliados de Gadafi apoyando a las tropas occidentales.
Lo cierto es que la Copa Mundial se usa como estrategia política para realizar el sportswashing, práctica de un estado-nación que usa al deporte para mejorar su reputación dañada, a través de la organización de un magno evento.
Esto puede rastrarse históricamente no solo a los mundiales de fútbol de Italia 1934 o Argentina 1978, sino a los juegos olímpicos de Berlín 1936, los de México 1968, los de Beijing 2008 y varios eventos más como supertazones o juegos de beisbol de la Grandes Ligas que discutiré en las siguientes entregas.
Continuará…
Referencias
Althusser, L. (1970). Ideology and ideological state apparatuses (notes towards an investigation).
Althusser, L. (2006). Ideology and ideological state apparatuses (notes towards an investigation). The anthropology of the state: A reader, 9(1), 86-98.
Bensinger, K. (2019). Red card: How the US blew the whistle on the world’s biggest sports scandal. Simon & Schuster.
Hume, D. (1734). A treatise of human nature. Courier Corporation.
Liontas, J. I. FIFA World Cup Qatar 2022: A Teacher’s Guide to ‘That’s the Way the Ball Bounces’.
Sugden, J., & Tomlinson, A. (2017). Football, Corruption and Lies: Revisiting ‘Badfellas’, the book FIFA tried to ban. Routledge.