Por Octavio Escalante

Primero, dos cosas a tener en cuenta sobre el cambio de número de contagios por parte de la SEP. Uno, que desde que inició la pandemia de Covid-19 ha habido un laberinto de interpretaciones estadísticas a nivel mundial; un laberinto de espejos, sobre lo que es un enfermo de covid, un fallecido de covid, un síntoma de covid, un contagiado asintomático, un fallecido con covid, un mocoso, una gripe, una prueba positiva, un falso negativo, una manifestación antivacuna en una plaza, una pandemia y una premonición hecha por el patriarca de la informática dos años antes –o diez años antes por el WEF sobre esta mierda.

Estos elementos que acabo de mencionar aquí no son ni el 3 por ciento de las ambigüedades respecto a la pandemia, que quiero aclarar no me parece una falsedad esférica, es decir en todos los sentidos, sino cuestión muy escabrosa y hasta perturbadora cuando se van subiendo los escalones de la verticalidad global, y uno se encuentra con declaraciones, videos, datos, lazos familiares y hasta mensajes interdimensionales que no corresponde detallar ahora.

A estas alturas pocos niegan la existencia del Covid. Y hacen bien. Podrían extender su credulidad a la existencia de confabulaciones secretas entre especies a través de los siglos, columbradas apenas por el vulgo en los escudos de armas, en los logos de las marcas más poderosas, en el padrinazgo de empresas de ropa, farmacéutica, alimentos o fertilizantes; en la difamación que ha caído sobre las artes oscuras y en la gloria que elevó, por un tiempo, a la hermenéutica –curiosamente ambas nombradas por la misma raíz.

¿Estoy promoviendo la desinformación, la sospecha sin fundamento, la intriga por vicio? No lo sé. De lo que estoy seguro es que es casi imposible que se pueda gobernar, más o menos establemente, sin que haya por lo menos una o siete conspiraciones que sostengan la difícil tarea de convertir a la naturaleza humana en una maquinaria de relojería. Y así sea zarista, jesuita, plutócrata, obrera u oracular esa maquinaria.

¿Y qué tiene que ver esto con el covid? Bueno, que la confabulación va creciendo. Se aumenta el volumen en cuanto se aleja uno del punto inicial del problema, en este caso la SEP y Baja California Sur, y de pronto recuerda que en los inicios de la pandemia el presidente se mostró reacio a ciertas medidas globalistas, y ahora lo que era un Caravaggio en su política se va convirtiendo poco a poco en un Matisse.

Fin de semana pasado: una cincuentena de gente inesperada se reúne en el Malecón de La Paz a protestar contra la Agenda 2030. Ni siquiera ha estado en discusión el tema, pese a la crítica y la incisiva verbalidad que caracteriza a los individuos de– por ejemplo– Todos Santos. No nos parece raro. Porque está desacreditado el asunto de antemano.

Y sin embargo, he platicado en pequeños comités que se limitan a mí y otra persona, y luego otra persona, y luego otra y otra, sobre la cuestión y lo discuten con fervor, y me consta que se alegran de que alguien comparta esa incredulidad.

¿Que la SEP emitió un número de personas contagiadas en las escuelas que era mayor, porque el sistema registra toda clase de mucosidades y calenturas en los adolescentes? Jajajja ¡vaya manera de contabilizar una enfermad! Yo estoy de acuerdo con la SEPBCS en rectificar esos números al respecto, y estaría de acuerdo también si lo hace así la Organización Mundial de la Salud. ¿Pero qué caso tiene ya, si el covid va en camino a tomarse como cosa dada, como la harina y el azúcar?

¿Y saben qué? Me parece que el denominador común de toda teoría de la conspiración es el rencor contra los poderosos. Peeeero, eso no quita que tenga otras razones, como la eugenesia, las deudas por tecnología confesada por anatomías del futuro, que de hecho gobiernan parcialmente el planeta nuestro desde sedes monacales que fungen como lo más tradicional de nuestro espíritu, y ni siquiera son humanas.

Ay, podría pasarme todo el día aquí citando bibliografías, autores simpatiquísimos del Siglo XVIII o chismes sobre las preferencias sexuales de ciertos patriarcas y papisas, así sea que no tengamos las pruebas en la mano, ni bajo el ojo de ningún microscopio. Miro al cielo en la noche, pienso convencionalmente en el infinito, reflejado en las estrellas. ¿Por qué el inicio del infinito debe comenzar desde mis ojos? ¿Por qué no pensarlo también desde mis ojos en dirección contraria? Si algo es infinito, es infinito hacia todas partes, ¿no es así?