A manera de informe sobre los trabajos realizados en 2019, la Comisión Global de Política de Drogas, conformada por expresidentes de distintas naciones, académicos y expertos en la materia, publica La clasificación de sustancias psicoactivas: cuando se dejó atrás la ciencia, un documento de 55 páginas donde sugiere que la clasificación de drogas según su daño realizado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es incorrecta, mostrando que obedece más a intereses políticos, e incluso económicos, que a documentación científica.

La Comisión Global de Política de Drogas se basa en estudios de expertos independientes, como el neuropsicofarmacólogo inglés David Nutt, para sostener que es necesario regular el mercado de las drogas ilegales en el mundo, empezando por un nuevo sistema de clasificación de drogas, que se ajuste a la peligrosidad de cada sustancia y se base en evaluaciones científicas rigurosas, así como en supervisar y hacer cumplir las regulaciones impuestas, tal como ocurre en el caso de alimentos, sustancias psicoactivas legales, productos químicos, medicamentos, isótopos y otros productos y conductas que entrañan un riesgo de daño.

En La clasificación de sustancias psicoactivas: cuando se dejó atrás la ciencia, la Comisión Global de Política de Drogas muestra un cuadro donde clasifica narcóticos en 3 grupos y compara sus resultados con los de la ONU. Basándose en el daño físico y psicológico que provoca cada droga, así como en el perjuicio en las relaciones sociales del consumidor y en su entorno, la comisión destaca que la dietilamida de ácido lisérgico (LSD) es la droga menos dañina, aun cuando la ONU la clasifica en su grupo de sustancias más perjudiciales, mientras que coloca al alcohol en la cima de la lista, como el estupefaciente que más daños causa a los usuarios y a la sociedad.

Este gráfico se basa en el modelo científico elaborado por David Nutt, Drug harms in the UK: a multicriteria decision analysis, y su evaluación de los diversos daños de las drogas usadas con fines recreativos en el Reino Unido, empleando un análisis de decisiones multicriterio y las Listas de la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes, enmendada por el Protocolo de 1972, a fecha de 16 de mayo de 2018, y las Listas del Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas de 1971, a fecha de 11 de noviembre de 2018.

Esta Comisión Global de Política de Drogas, donde figuran personajes como el expresidente de México Ernesto Zedillo Ponce de León, la expresidenta de Suiza Ruth Dreifuss, así como el escritor peruano Mario Vargas Llosa y el fundador de Grupo Virgin, Richard Branson, se refiere también en este informe a los resultados que la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió este mismo año, 2019, tras un lustro de estudios sobre el consumo de cannabis. La OMS reconoce las propiedades médicas del cannabis, pero también, indica la comisión, deja ver que existe “una lógica muy cuestionable para seguir sometiendo el cannabis a un estricto control internacional”.

“Las pruebas científicas presentadas al comité no indicaban que la planta y la resina de cannabis fueran particularmente susceptibles de producir efectos nocivos semejantes a los efectos de las otras sustancias que figuran en la Lista IV –la lista más estricta, reservada a las drogas con propiedades particularmente peligrosas, como la heroína y el fentanilo–. El consumo de todas estas sustancias está asociado con un riesgo significativo de muerte, mientras que el consumo de cannabis no está asociado con dicho riesgo […] Los preparados de cannabis han demostrado tener potencial terapéutico para el tratamiento del dolor y otras afecciones médicas”.

El comité de expertos de la OMS, explica la comisión de política de drogas, llegó a la conclusión de que el cannabis no está asociado al mismo nivel de riesgo que las drogas junto a las cuales se le clasifica, sin embargo recomienda que no se lleve a cabo una reclasificación pues existe una “elevada incidencia” de consumo, la cual tiene un “alcance mundial”. Para la comisión “este es un argumento discutible”, pues consideran que el cannabis debe salir de la lista de drogas con alto riesgo de daño. Así que consideran que la decisión de la OMS se decanta por la limitación de la marihuana debido al “contexto de tensiones diplomáticas crecientes”, es decir, debido a cuestiones políticas.

“Parece que el comité de expertos ha tomado una decisión deliberada de limitar sus recomendaciones a tolerar los usos médicos, pero abstenerse de formular recomendaciones que podrían haber alimentado aún más las tensiones políticas con respecto a la tendencia normativa hacia la regulación”, abunda la Comisión Global de Política de Drogas, además de lamentar que “las consideraciones políticas influyan en sus recomendaciones”, pues “compromete el cometido de la OMS, que debe basarse en pruebas científicas”. Además, la comisión evidencia que, al mantener el cannabis dentro de la lista de drogas dañinas, mientras que por razones médicas se traslada sólo algunos de sus componentes, como el tetrahidrocannabinol (THC), y su equivalente sintético, el dronabinol, a listas de drogas benignas destinadas a preparados farmacéuticos, “se corre el peligro de otorgar a un número limitado de productos patentados por compañías farmacéuticas un trato preferencial con respecto a una amplia gama de productos de cannabis más naturales y con propiedades medicinales parecidas”.

“En un intento por mantenerse alejado de las polémicas políticas, el comité de Expertos, con su recomendación de mantener el cannabis en la lista —que se basa, en teoría, en un examen de las pruebas científicas más recientes— ratifica en la práctica los muy dudosos argumentos que se emplearon para que el cannabis se incluyera originalmente en las listas”.

Es así que la Comisión Global de Política de Drogas recomienda que los países avancen en la formulación y aplicación de “políticas más racionales”, destinadas a clasificar, fiscalizar y regular las drogas psicoactivas. Entre los razones principales que consideran están: asegurar una disponibilidad adecuada para fines médicos y científicos; abandonar las políticas de tolerancia cero para ceder más espacio a “otros fines legítimos”; dispensar un trato menos estricto a las sustancias más ligeras; tener en cuenta las circunstancias sociales y culturales locales; efectuar un análisis de costo-beneficio de los daños potenciales y los beneficios percibidos; aceptar algunos umbrales de riesgo, comparables a otros riesgos sociales aceptables, en lugar de mantener un principio de precaución absoluto; sopesar cuidadosamente las posibles consecuencias de las decisiones en materia de clasificación, teniendo en cuenta las respuestas previsibles de los usuarios y los mercados; hacer un mejor uso de los instrumentos jurídicos sobre medicamentos y seguridad de los consumidores, en lugar de promover leyes sobre drogas de carácter penal.

La Comisión Global de Política de Drogas cierra señalando que un  sistema de clasificación basado en estos principios podría convertirse en una herramienta fundamental para “promover cambios en la esfera de las políticas que se distancien del marco exclusivamente prohibitivo y se orienten hacia un modelo de regulación flexible, así como una herramienta para encaminar gradualmente el mercado de las drogas en una dirección menos perjudicial”.

Informe completo de la Comisión Global de Política de Drogas: