Mario Jaime

De cama en cama se llega a primera dama.

Eso solía decir mi abuela – que en cosas de petate y metate era sabia-.

En los vericuetos del poder y el sexo, los deseos humanos se imbrican hasta invocar al diablo para cumplirlos. ¿Qué es lo que tradicionalmente se pide en el pacto satánico desde el medioevo? Sexo, poder y dinero…esa es la condición humana fuera de idealizaciones moralinas.

Veo a Tiberio en sus albercas, chapoteando entre sus “pececillos”, niños desnudos al servicio del emperador. ¿Para qué otra cosa quiso alcanzar el poder?

Parejas de autoridades, emperadores, presidentes, primeros ministros, reyes y demás caterva han saltado a la historia revestidas de poder erótico, ya sea como arma para acceder a las riquezas o por el dudoso amor por esos seres tan impresentables. La lista es larga y carnada de cotilleo: Drusila, Agripina, Mesalina, la Pompadour, Semiramis. 

Con sus curvas, perfumes, carnes exquisitas y arrumacos han dispuesto un gran teatro de sudor y orgasmo como base de la codicia. ¿Es el hombre bestia tan absurda para dejarse gobernar por una catarata de placer? Lo es, decía mi abuela que un par de tetas puede más que un par de carretas.

Caer rendido ante la humedad prometida de una hembra es propio hasta de los conquistadores de hierro. ¿Acaso no cayeron Julio César o Antonio ante el hechizo de Cleopatra VII? Shakespeare lo pinta mejor que Plutarco.

Antonin Artaud también lo describió muy bien con la metáfora del nacimiento de Heliogábalo, como una cuna de esperma. Las protagonistas no fueron dos mujeres, sino su hermosura, Julia Domna y Julia Mesa preparadas para su doble oficio (dice el poeta psicótico) de emperatrices y rameras. El año 179 vio el desbordamiento sexual que fue una barbarie metafísica. Sus coitos le conducen a la realeza, cantó Artaud. 

El siglo VI asistió al encumbramiento de una antigua prostituta que fue elevada al cargo de emperatriz.  En Constantinopla, el emperador Justiniano cayó fundido ante los encantos de Teodora. Junto con su hermana Comito, una afamada cortesana, se convirtió en experta en sexo oral a los 11 años practicando con esclavos: Mientras su hermana atendía a la clientela de alcurnia, Teodora atendía a la plebe. Con los años, Teodora trabajó en los circos -se untaba el cuerpo desnudo con miel para que los hombres la limpiaran con la lengua-; hacia que hombre y mujeres introdujeran semillas dentro de su vagina para que unos gansos las buscaran con su pico. Una noche ganó una apuesta al agotar a 10 atletas y a 30 esclavos. Lucía sus habilidades de contorsionista al practicar el cunnilingus con ella misma e inventó nuevas posturas sexuales.

¡Quién sabe que delirios de fuego sintió Justiniano al conocerla! El gran jurista cristiano, que se representa con su aureola santa al lado de los eclesiásticos, padre del derecho penal que castigaba a los seductores con la pena de muerte, adalid de la pureza contra el pecado, el severo que ayunaba, el experto en música, teología y arquitectura…bulló de lascivia ante la artista.

Se entiende, ningún hombre con sangre en las venas se resiste a la hembra fugaz. Una vieja tradición relata como el mismo Aristóteles – ¡la quintaescencia del hombre racional! – fue visto en cuatro patas, montado por la hetaira en plena plaza pública.  ¡Oh, abuela, que razón que tienes!

Bueno, pues Teodora se hizo amante de Justiniano; en ese tiempo el futuro emperador era senador y la ley impedía que se casara con una “actriz” y de que talante. La gente de Constantinopla se apartaba de ella en las calles. No era para menos, Teodora ya tenía dos hijos ilegítimos de otros hombres. Uno de sus hijos llamado Juan fue asesinado por órdenes de ella, su propia madre…nefasta anticipación de sus futuros crímenes en el poder.

El esfuerzo de Justiniano logró que se cambiara la ley solo para poder yacer bajo la ley de Dios con su ramera.

En el año 527 hubo boda en la iglesia de Santa Sofía. Ahí donde se guardaba la Veracruz donde Cristo había expirado, el sudario mismo y la Santa lanza de Longinos, Teodora lograba el sacramento. ¡Cómo se debió reír el diablo entonces!

Una de las primeras medidas decretadas en Constantinopla fue cerrar los prostíbulos y enviar a las prostitutas a conventos para su conversión al Cristianismo. ¡Vaya celo del emperador!  Justiniano también prohibió, bajo pena de muerte, el hacer cualquier comentario público o privado sobre la antigua profesión de la ahora emperatriz.

Eso me recuerda a un rumor malintencionado de que el ex presidente de México, Peña Nieto prohibió la revista donde su ahora primera dama apareció en la portada posando junto a un negro semidesnudo. ¡Chismes! Por cierto, según Sanjuana Martínez, Angélica Rivera cobró 84 millones de pesos tras contraer nupcias con Enrique Peña Nieto.

Teodora murió apestada en el 548 -no por la zoociedad- sino por la peste bubónica.

Ahora la Iglesia Ortodoxa la considera santa.

¡Abuela, eras tan sabia!