«Ya hay que empezar aquí, en La Paz, donde tenemos años de contaminación. Hemos ido aguantando porque primero está la electricidad de la familia. No teníamos otras alternativas», anunció el gobernador del estado, Víctor Manuel Castro Cosío durante su primer informe de gobierno respecto a las llamadas energías limpias, mencionando textualmente a la Agenda 2030 «que no está tan distante como parece», dijo, y gran parte de cuyos objetivos competen a los atractivos de la entidad en cuanto a la protección de costas, mares, calidad de aire y fauna silvestre.

Hizo hincapié en la defensa de la bahía de La Paz, y de Baja California Sur, contra cualquier intento –dijo– «que dañe nuestras riquezas ambientales» y aseguró que su postura es «un NO rotundo a los megaproyectos marítimos en nuestra entidad; un NO rotundo a la contaminación de la bahía de La Paz. Para quienes tenían duda».

Inmediatamente después de esta última frase, hizo una aclaración, un matiz: «el desarrollo económico no está separado de la igualdad, como tampoco del cuidado de nuestros recursos naturales. Protegerlos es amar a Baja California Sur. Es amar todo lo que sustenta nuestra vida y el porvenir de quienes vienen atrás». Se refirió también a las emisiones por la generación actual de energía en Punta Prieta.

Al parecer seguirá siendo materia de discusión este binomio progreso-cuidado de los recursos, como lo ha sido en el resto del país, ya sea por una defensa legítima de quienes conocen o habitan el territorio en el que el desarrollo busca su cause; o ya sea por quienes han aprovechado el estandarte del ambientalismo para atacar al gobierno de Morena a nivel república o por afectaciones a la inversión de particulares.

En este caso sudcaliforniano, el punto en cuanto a los «megaproyectos» tiene como antecedente la reunión de marzo en Mexicali, en la que los estados de Sonora, Sinaloa, Baja California y Baja California Sur bosquejaron los primeros acuerdos para posiblemente crear una empresa estatal de cruceros de mediana escala, o de muy baja escala (300 pasajeros aproximadamente) en comparación con los ahora sí llamados «megacruceros» que podrían alcanzar fácilmente 6000 pasajeros.

Esta postura de no contaminación y no destrucción de nuestros recursos naturales que obedecería –según palabras del propio gobernador Víctor Castro– a la Agenda 2030, buscaría entonces, por esa misma razón, los 17 objetivos de desarrollo sostenible que marca esa Agenda Mundial y que son los siguientes:

Fin de la pobreza; hambre cero; salud y bienestar; educación de calidad; igualdad de género; agua limpia y saneamiento; energía asequible y no contaminante; trabajo decente y crecimiento económico; industria, innovación e infraestructura; reducción de las desigualdades; ciudades y comunidades sostenibles; producción y consumo responsables; acción por el clima; vida submarina; vida de ecosistemas terrestres; paz, justicia, e instituciones sólidas; y alianzas para lograr esos objetivos.

No es sencilla la satisfacción de estos objetivos, mucho menos a nivel mundial. El tiempo y las relaciones entre los grandes poderes que han diseñado esta Agenda optimista irán develando el panorama. Además, ya que son cuestiones nada ambiguas, como la comida, el agua limpia, el trabajo decente, la vivienda o la paz, van a ser muy notorias cuando no se vayan cumpliendo. De momento, está declarada ya la participación de la media península y de México en la agenda mundial, esperemos que para bien nuestro.